Hoy en la cima, mañana en el fango. ¿De quién hablamos, de Mourinho? No, de Mourinho no, todavía. Espérate a ver qué hace el Celta. ¿De quién entonces, de Villanueva, el vicealcalde de Madrid al que ha destituido esta tarde Ana Botella -perdón, ha dimitido, dos meses después de aquella noche del Madrid Arena-? Tampoco, aunque a Villanueva, último cortafuegos que le quedaba a la alcaldesa en la depuración de responsabilidades políticas, también puede aplicársele a él este cuento de hoy te hacen la ola, mañana serás repudiado. Nos preguntaremos esta noche qué ha cambiado de ayer a hoy, o de diciembre a hoy, para que ahora sí proceda la renuncia del número dos del ayuntamiento y hasta ahora no se contemplara.
En realidad, lo de hoy eres el boss y mañana no te dan ni la hora a quien cabe aplicárselo es al ex futuro ministro de Exteriores, el cordial y educado Josep Antoni Durán i Lleida, que debe de estar pensando estos días que los mayas hicieron su profecía pensando en él. Era un fin del mundo personalizado. Si hace un año le hubieran dicho a Durán -o nos hubieran dicho a cualquiera- que escucharíamos a Cospedal reclamando su cabeza (váyase, señor Durán, váyase) es imposible que lo hubiera creído. El Partido Popular veía en Durán a su amigo catalán “mès estimat”, el nacionalista tranquilo, el muñidor de los acuerdos parlamentarios que sostenían al gobierno convergente en Cataluña y el hombre con el que se podía contar en caso de que Rajoy no alcanzara a obtener la mayoría absoluta.
Como manda la tradición, apareció Durán entre los nombres que podían acabar siendo ministros de Rajoy, de Exteriores, claro, como sonó en tiempos de Zapatero y, antes aún, del José María Aznar del Majestic. Eran los tiempos de vino y rosas del líder indiscutible de este pequeño, pero influyente, partido llamado Unió Democrática de Cataluña. Las elecciones generales le consagraron como el hombre fuerte de CiU en Madrid y le sirvieron para recordarle a su nada-amigo Artur Mas que él también era un peso pesado de la política. Un año después, sólo un año después, Durán i Lleida atraviesa el peor momento político de su historia.
Aquellos comentaristas políticos que siempre ensalzaban su altura de miras en los debates sobre el estado de la Nación le bajaron del pedestal el mismo día que puso los pies (y las muletas) en la manifestación independentista de la Diada. Para nadie fue un secreto que Durán apostaba, aparcando sus principios de antes, a lo que pensaba que era un claro caballo ganador, el clamor social que abrazó con tanto entusiasmo como él -pero con más sinceridad- su no-amigo Artur Mas. Pero el caballo resultó menos ganador de lo que él pensaba y CiU se la pegó en las urnas. La siguiente apuesta no resultaría mucho más afortunada: jugó a la contra del pacto con Ezquerra Republicana (esta vez sí, con convicción), persuadió al PP de que estaba en su mano torpedear la arriesgada operación de Mas con Junqueras y tuvo que tragarse sus palabras cuando Mas hizo lo que le vino en gana.
El peso político de Unió quedó desinflado, Ezquerra Republicana le puso la cruz y el Partido Popular, antiguo amigo, le dio por amortizado. Y todo eso es lo que hoy ha emergido ya sin disimulo aprovechando la ola del caso Pallerols, o del desenlace judicial del caso Pallerols que comentamos anoche. Que, como saben, es un caso de los de plantilla, el modelo estándar de desvío de dinero público en España. Un alto cargo que maneja presupuesto y adjudica contratos, en este caso para cursos de formación, premia con adjudicaciones a un empresario amigo, a cambio, claro, de que un porcentaje de lo que recibe se lo entregue a él, ya sabes, para el partido. Nosotros te beneficiamos a ti y tú nos haces luego generosas donaciones. Un truco bastante burdo para que una parte del dinero público acabe en la caja del partido político.
La instrucción del caso ha durado casi quince años y estuvo a punto de no llegar a ningún sitio porque una juez lo archivó, alegando que lo de Pallerols eran, en efecto, donaciones. Esta semana tenía que haber comenzado, por fin, el juicio, pero al final ha ocurrido algo que -tampoco hay que sorprenderse tanto- sucede a menudo en los tribunales. Pasa mucho en las series de abogados, ¿verdad? Señoría, la fiscalía y la defensa hemos alcanzado un acuerdo. Muy bien, dice el juez, se acabó el juicio y vengan a mi despacho a contarme los términos. El pacto siempre es el mismo: te rebajo la pena a cambio de que tú admitas tu culpabilidad.
En el caso que nos ocupa: te evitas ir a prisión, pagas una multa y devuelves el dinero. Dices: qué escándalo, un pacto para evitar el juicio. Pues hombre, escándalo no es porque esto de la sentencia de conformidad es el pan nuestro de cada día. Salvo que se demuestre que la fiscalía ha ofrecido un pacto a los procesados que no habría ofrecido de no haber sido un caso de corrupción política, no hay, en principio, trato de favor. La reacción inmediata y generalizada es rasgarse las vestiduras porque el fiscal pacta con la defensa una pena más baja. Dices: que les caiga la pena que les corresponde, no una pactada.
Tiene sentido y parece simple, pero...mientras no termina un juicio no se sabe si el procesado resulta condenado. A los aficionados a las series de abogados no hace falta explicárselo: el juicio es un pulso entre la acusación y la defensa; de un juicio se puede salir condenado...o no. Cuando la fiscalía ofrece un pacto es (o debería ser) porque no tiene la seguridad de que vaya a ganar el caso. Dices: qué gana la fiscalía pactando con la defensa. Pues que se asegura la condena. Y en ese caso, la multa y el reingreso del dinero sisado.
El castigo podía haber sido más severo en caso de celebrarse el juicio, pero también podía haber sido lo contrario. No sé cuántos casos recuerdan ustedes de financiación ilegal de los partidos que hayan concluído con condenas elevadísimas; y sobre todo, no sé cuántos casos recordamos en los que el partido beneficiado haya tenido que restituir el dinero. Probablemente, ninguno. Unió Democrática ha ofrecido hoy una versión de los hechos muy beneficiosa para sí misma, claro, en la que viene a decir que asume la responsabilidad subsidiaria y entrega el dinero en un ejercicio de meritorio altruismo, no porque estuviera al tanto de que esa financiación irregular se producía. Si el secretario de organización cogía el dinero de Pallerols y compraba muebles para las sedes, el partido no tenía por qué saberlo. Son tantos los dirigentes políticos que viven en la ignorancia, ¿verdad? Aquel, o aquellos, que hace diez años dijeron que dimitirían en caso de que se probara el fraude, se ven enfrentados ahora la prueba de su coherencia.
Éste es el argumento (y es correcto) que han empleado hoy Ezquerra Republicana y Cospedal para pedir lo mismo, la dimisión de Durán i Lleida. Pero sería ingenuo pensar que la piden porque les parezca irrenunciable que actúe en coherencia. La piden porque Durán, para Ezquerra, ha resultado ser un elemento molesto; y para el PP, ha resultado ser inútil e irrelevante. El pulgar de Rajoy señala hacia abajo. El de Artur Mas ya señalaba.
Como soplan vientos fríos, vamos a tomarnos un carajillo…y nos sumamos, así, a la celebración del cumpleaños del metropolitano de Londres, 150 años. Con motivo del aniversario, hay una exposición de posters en el museo del transporte de la capital británica y el domingo se hará circular por la primera línea que existió una locomotora de vapor de 1898 que ha sobrevivido hasta hoy. El metro es un clásico de la gran ciudad que constantemente se moderniza.