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Monólogo de Alsina: "Junqueras exhuma una mesa"

Carlos Alsina habla en su monólogo de Más de uno sobre la vuelta a la mesa del diálogo ahora que Cataluña está en plena campaña electoral. Además, analiza los últimos datos del coronavirus.

Carlos Alsina

Madrid | 03.02.2021 08:21

Lo de Esquerra ayer en el Congreso sí que fue un homenaje a la marmota Phil.

Descongelaron el artilugio éste que guardan en un arcón refrigerado, la mesa de diálogo para la resolución del conflicto y tal y tal, y lo subieron a la tribuna para refrescarle la memoria a los electores independentistas. ¿Os acordáis de este artefacto, descreídos? ¿Quién dice que no hemos conseguido nada? ¿Quién dice que hemos aparcado la autodeterminación? ¿Quién, que hemos traicionado el primero de octubre? (A ver, quienes lo dicen son los de Puigdemont, pero en eso está Esquerra, en presumir de resultados exhumando el instrumento éste pensado para puentear al Parlamento y hacer pasar por constitucional lo que sigue sin serlo). Cómo era aquello que dijo Rufián hace catorce meses cuando Sánchez requería de su voto para ser investido.

'Se le puede sentar en una mesa'. De eso presumió Rufián (quiero decir Junqueras, porque Rufián no es más que el testaferro hemicíclico): de llevar a rastras a Sánchez y obligarlo a sentarse en la famosa mesa.

Rápido ejercicio de memoria histórica: la mesa ésta fue un invento del independentismo, en alianza con Podemos, con la que tragó el PSOE a la segunda después de haberla enterrado a la primera, cuando trascendió que la señora Calvo había aceptado lo del relator y todo aquello.

No es tan antiguo todo esto: es de hace dos años. La primera vez se generó un escándalo, naufragó la mesa, naufragó la legislatura y naufragó el gobierno, por eso hubo elecciones generales a los meses. Y volvió a haberlas a los nueve meses. Y Sánchez ya se resignó a compartir el gobierno con Podemos, a rehabilitar a Torra y a resucitar la mesa. Ahora barnizada como de gobiernos para que no se note que sigue siendo de partidos.

Más de uno

La mesa se estrenó en la Moncloa el 26 de febrero de 2020.

Torra y su séquito recibidos en los jardines de palacio por una legión de ministros tan simpáticos y tan felices que parecían relaciones públicas en lugar de ministros. Y ministras. A ver: veníamos de una campaña electoral en la que Sánchez había desdeñado a Torra como inductor de la violencia callejera y había retratado al independentismo como uno de los principales obstáculos a la convivencia en España (qué tiempos, eh, presidente, lo que llegó a decir usted entonces en su afán por atraer todos los votos de Ciudadanos). Allí, en el estreno de la mesa de partidos (camuflada como reunión de los gobiernos) estaba el ministro debutante Salvador Illa, no porque Torra requiriera de asistencia sanitaria sino porque Illa era el delegado del PSC. Ésta era su verdadera misión como ministro: engrasar la mesa y afianzar la idea de que allí estaba representada toda Cataluña.

Ayer estuvo en este programa el señor Illa. Que hoy aspira a ser presidente de la Generalitat. Y que nos explicó que sus tres prioridades son la epidemia, la economía y no dejar a nadie atrás. Es decir, que esto de la mesa y el encaje de Cataluña en España no es hoy, para él, lo prioritario. Claro que su colega José Zaragoza, diputado en el Congreso, dio una gran importancia al anuncio de Illa sobre la mesa.

El caso es que Illa le preguntamos expresamente qué propuesta llevará a la mesa, si consigue ser president, para dialogarla con Sánchez.

La propuesta del Illa president sería la misma propuesta que hizo Sánchez, o sea, que estarían seguro de acuerdo. Lo que pasa es que aquel documento de los 44 puntos hablaba de inversiones, y financiación, y desjudicializar la política (y tal y tal) pero no concreta nada sobre qué hay que hacer con la exigencia independentista de un cambio de normas y de marco jurídico. La inconcreción como arma de votación masiva.

Pese a ello, ayer el PSOE le echó un cable a Esquerra en su maniobra electoralista en el Congreso porque Sánchez prefiere, no es un secreto, que los escaños independentistas los saque Esquerra a que los saque Puigdemont.

Que ya se reunió una vez es verdad. Que no se ha vuelto a reunir porque llegó la pandemia, no. Con pandemia, como sabrá Lastra, se han celebrado cientos de reuniones entre Sánchez y presidentes autonómicos. La mesa ésta no se ha reunido porque a sus integrantes, que siempre han estado en el cálculo, no les ha convenido.

España sigue en emergencia sanitaria y en emergencia económica. Setenta y cinco mil parados más en enero. Siete de cada cien empresas han cerrado en el último año. El gobierno incluye a los temporeros y las personas sin hogar entre los beneficiarios del ingreso mínimo vital. Amplía hasta el treinta de marzo el plazo para que las familias vulnerables puedan el aplazamiento del pago de su hipoteca por nueve meses. Y aprueba, a iniciativa del ministro Escrivá, el complemento en la pensión para mujeres (y hombres) que por haber tenido hijos hayan visto mermada su promoción profesional.

Hombres o mujeres porque la Justicia europea entendió que si era sólo para mujeres resultaba discriminatoria.

España en crisis y España en epidemia que no acaba.

El ex ministro Illa sigue diciendo que doblegamos la segunda ola y doblegaremos la tercera, pero ya contamos ayer (y lo hablamos con él) que desde final de agosto no hemos bajado de los 200 casos de incidencia acumulada, cuando el objetivo de su ministerio era de no más de 150 casos. (Incluso de 25). La tendencia, hoy, es claramente descendente, pero con la incidencia en 850 (riesgo extremísimo) y con seis comunidades que superan aún los mil. Baja ligeramente la presión hospitalaria ---poco para saber si es tendencia--- y sigue bajando el número de test que dan positivo.

Con todo, los peores días de los contagios siguen reflejándose ahora en el número de fallecidos. Éste aún no baja. Al revés, ayer el dato fue el más alto de la tercera ola. La media de los últimos catorce días supera las 360 defunciones diarias.