OPINIÓN

La señora que se enfrentó a los independentistas en la playa de Girona por las cruces amarillas

División de opiniones generó en una playa de Girona, Llafranc, esta señora. "¿Qué es esto, un cementerio?". La señora llegó con su marido a la playa, a disfrutar del sol. Y se encontró con un montón de cruces de madera clavadas en la arena. Como si aquello fuera un cementerio. Cruces amarillas que estaba poniendo allí un señor. La señora, con el móvil en la mano, se fue a decirle al señor que qué era aquello. Y él le dijo que una petición para que liberen a los presos políticos.

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Madrid |

La señora reclamaba que no invadieran de símbolos políticos la arena de la playa, el señor sostenía que estaba en su derecho de llenar aquello de cruces. La tensión fue creciendo y a punto estuvo aquello de terminar como el rosario de la aurora.

Porque a la discusión se sumaron el hombre que acompañaba a la señora, una mujer que acompañaba al señor de las cruces y algunos espontáneos que se acercaron al escuchar que iba a más la bronca.

Esto de sembrar las playas de cruces y de banderas independentistas es la última campaña que han puesto en marcha las organizaciones independentistas para hacer bueno eso que dicen los CDR y que proclamó en su día Ernest Maragall: que el país (o sea, Cataluña) siempre será suyo. Suyo y de nadie más.

Los encontró bien. QuimDeMont a los reclusos preventivos. Aquella campaña con la que amagaron hace meses de cuestionar que estuvieran siendo bien tratados en la cárcel (las quejas sobre la dieta o las dificultades para ir a misa) nunca cuajó y son los propios encarcelados los que cuentan que están bien, dentro, claro, de las circunstancias. Nunca puede ser ni cómodo ni grato estar privado de libertad. Aunque sea preventivamente.

Torra hizo la visita a los reclusos (pisó Madrid, capital del reino opresor y expoliador) y salió insistiendo en que va a nombrar consejeros a Turull y a Rull. Aun sabiendo que a Junqueras no le parece una buena idea. El presidente catalán persevera en el pulso y Rajoy le responde aguantándoselo. De momento.

Ni Rajoy ni Sánchez ven deseo alguno de dialogar de verdad en Joaquim Torra. Si el diálogo consiste en que se le reconozca el derecho de autodeterminación, hay pocas ganas de dialogar.

Lo de poner a perfectos desconocidos al frente de los gobiernos no sucede sólo en Cataluña. Italia —y su presidente republicano— se enteraron ayer de que van a tener como primer ministro a un profesor con apellido de cantante del que hasta ahora nadie había escuchado una palabra. Giuseppe Conte. El quinto primer ministro que no se presentó a las elecciones. Primero fue Monti, luego Letta, después Renzi, más tarde Gentiloni y ahora, Conte.

Un desconocido para el gobierno de la extraña pareja.

La extraña pareja que forman los conservadores xenófobos de la Liga y los izquierdistas populistas de Cinco Estrellas. Recuerden que la victoria electoral fue de la coalición de derechas en la que estaba Berlusconi, pero el partido que sacó más votos dentro de esa coalición, la Liga, se ha ido a pactar el gobierno con la izquierda que nació como respuesta a los partidos tradicionales, Cinco Estrellas. La formación política que, nueve años después de su fundación por el cómico Grillo, lidera hoy el ránking de partidos en Italia.

Ambas son las formaciones menos entusiastas con el actual proyecto europeo. Abanderadas del más Italia, menos Europa y del discurso contra la casta.