Háganse a la idea, que cuanto antes empecemos a mentalizarnos antes se nos pasará la conmoción. Vamos de cabeza a la reclusión total. Otra vez. Como en marzo.
Ayer a esta hora les contaba que debíamos estar atentos a lo que anunciara en Francia Macron porque todo lo que van aplicando allí se acaba aplicando aquí diez días después. Desde mañana los franceses vuelven a estar recluidos del todo.
Confinamiento domiciliario. O sea, lo de marzo. De momento, para un mes. Y luego ya se verá. Mantiene abiertos los colegios y permite las visitas a las residencias de mayores, pero toda la actividad no esencial queda parada. Dijo algo más el francés anoche: que hoy, en la reunión que tiene con los jefes de gobierno europeos (incluido el nuestro, Sánchez) planteará la unidad de acción europea, es decir, armonizar las medidas que se van tomando en todos los países.
Ya entiendo que a usted, al escuchar esto, le salga una sonrisa descreída. Armonizar las medidas en Europa cuando no hemos sido capaces aún de armonizar las medidas en España. Esta sucesión diaria de restricciones, modificaciones, decretos y resoluciones que tenemos que repasar cada mañana y que tienen al personal turulato. Raro será que no acaben haciendo esta vez camisetas no con Fernando Simón sino con la frase de Felipe González: 'Esto es una puñetera locura'. Hoy el Congreso echará la mañana debatiendo si el estado de alarma tiene que ser de goma; si deber ser troceado, y transferido, a los gobiernos autonómicos; y si debe ser un estado de alarma empanada, yo, que soy el gobierno, le entrego a usted la masa y usted, presidente autonómico, lo rellena con lo que le venga en gana. Y así uno perimetra hasta el día nueve, la otra sólo perimetre el puente, uno empiece el toque de queda a las doce, otro a las diez y otro cae en la cuenta de que tiene frontera con Francia o con Portugal y quién es él, modesto gobernante regional para cerrar una frontera interior europea; porque en efecto, no es nadie. La puñetera locura. España empanada.
Habrá que hacer un esfuerzo para no perder la perspectiva. Esta maraña de anuncios, contraanuncios, medidas que se toman, que se cambian, que se levantan es fruto de dos circunstancias:
· la angutiosa velocidad que ha cogido otra vez el virus (en dos semanas se ha disparado, aquí y en Francia);
· el empeño de los gobiernos, muy comprensible, en evitar parar de nuevo el país.
Al comienzo de septiembre hablamos aquí de la re-escalada, el proceso contrario al de junio: ir de menos a más en las restricciones, confiar en que fueran teniendo efecto y dejar para el final, como último recurso, la reclusión domiciliaria. Esto de los confinamentos perimetrales por regiones, que se está aplicando ahora, es la última bala, como lo llamó ayer Ignacio Aguado. Y tenemos dos problemas:
· Uno, que la velocidad de los contagios y las hospitalizaciones está arrollando el calendario: todas las previsiones han volado.
· Dos, que los confinamientos perimetrales están pensados para contener el virus allí donde se le tiene localizado. Está detectado un brote y se cierra alrededor para evitar que se expanda. Ésta fue la razón de que se cerrara Madrid en el puente del doce de octubre. Y ésta es la misma idea que tienen ahora los gobiernos de Navarra, La Rioja, el País Vasco, Madrid, Castilla y León, Murcia, Castilla La Mancha, Andalucía, en fin, todos. Cerrar territorios es contener. Pero (éste es el problema) en la situación en la que ya estamos, con escenarios de alto riesgo en todo el país, hay poco que contener porque el virus está desbocado dentro de cada uno de esos territorios.
Los gobiernos autonómicos, en los que el gobierno central lo ha delegado todo, están haciendo lo que dice el manual. De menos a más, re-escalada. Pero les va a pasar (bueno, no, les está pasando ya) lo que ayer admitió Macron en Francia. Están desbordados.
Hoy sabemos algo que en marzo no sabíamos: que además de las gotitas ésas que expulsamos al hablar, y que frenan las mascarillas, están los aerosoles que mantienen el virus en el aire durante horas en los espacios cerrados. Habrá que tenerlo presente si, como parece, vamos de cabeza la reclusión domiciliaria. Encerrados en casa, pero ventilados.
En una hora subirá a la tribuna del Congreso el ministro Illa para defender la extensión del estado de alarma que ya está en vigor hasta el 9 de mayo. Es el presidente Sánchez el responsable último del decreto y de la petición de prórroga, pero ha delegado la tarea no en alguno de sus vicepresidentes (que deben de estar también ocupados) sino en el ministro de Sanidad. Hoy le escucharemos invocar a la ciencia como aval de la petición de prórroga que hace su gobierno. Y que va a salir adelante porque los socios habituales bendicen la propuesta (también nacionalistas e independentistas, que interpretan que éste es un estado de alarma cedido a las autonomías, es decir, con autogobierno). El Partido Popular, como hemos contado, opta por abstenerse.
Todo lo que los socios han conseguido arrancarle al presidente (qué hercúlea conquista) es la promesa de que acudirá cada dos meses a rendir cuentas. Eche usted mismo las cuentas: si acude cada dos meses para un estado de alarma de seis meses, pues va dos veces, una en enero y otra en marzo. Chimpún. Está claro que a Sánchez le cuesta menos colocarnos una homilía en televisión que acudir al Congreso a dar explicaciones de lo que hace (y de lo que no piensa hacer, que es más lo segundo que lo primero).
En fin, todo esto que hoy nos tiene entretenidos (si va o no va el presidente, si aparecerá por allí en enero a contar cómo va la cosa, si a la señora Ayuso le dan permiso para perimetrar por días en lugar de semanas), todo nos parecerá increíble de aquí a un mes si no conseguimos que los números de la epidemia se den la vuelta. Porque si no lo conseguimos, en un mes estaremos hablando de cuántas camas de UCI quedan, si tenemos respiradores para todas, si los médicos están doblando turnos y si hay manera de medir el impacto psicológico de un segundo confinamiento total. Vayamos cruzando los dedos.