EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: Con los mitos sucede que no hace falta explicarlos

Les voy a decir una cosa.

Con los mitos sucede que no hace falta explicarlos. Con alguien que ha sido primero realidad y, después, leyenda, ocurre, el día que desaparece, que basta con decir “ha muerto Di Stefano”.

 

ondacero.es

Madrid | 07.07.2014 20:12

Ochenta y ocho años de vida, sesenta de ellos en España, once de ellos jugando en el Madrid. Con su incorporación a la plantilla alcanzó el equipo sus metas más altas y a lo más alto quiso el club elevarlo cuando lo distinguió como presidente de honor, treinta y cuatro años después de que Di Stefano hubiera abandonado el fútbol profesional y cuando aún estaba pleno de salud, de ingenio y de magisterio. Pocos futbolistas han gozado de la popularidad arrolladora que disfrutó este argentino en la España de los sesenta, aquel tiempo en que ser famoso equivalía a que te liaran para hacer una película, protagonizada por ti mismo.

“La saeta rubia”fue su apodo y, por supuesto, el título de su película.

Con los mitos que han hecho buenas frases sucede que acaban por atribuírseles afirmaciones que, tal vez, no hicieron pero que bien podrían haber dicho. De Di Stefano se asegura que era una fuente inagotable de sentencias redondas. El Chesterton del fútbol, decía esta tarde El País. “Jugamos como nunca y perdimos como siempre” es un hermoso canto a la fatalidad; “un gol no se merece, se marca” es la versión entrenador de la profesora de Fama. Hoy llegó la despedida que Di Stéfano estuvo siempre aplazando. Este último infarto –éste sí—acabó con su vida. “La despedida”, que era la última escena de aquella otra película que se llamó “la batalla del domingo”.

Chesterton -escritor y periodista británido de gran ingenio— dijo una vez (frase célebre) que “el periodismo consiste en contar que lord Jones ha muerto a gente que no sabía que lord Jones estaba vivo”. Con Di Stéfano no le habría servido la frase porque todo el mundo sabía quién era el argentino. Hoy, si acaso, lo que habría podido decir Chesterton es que el periodismo consiste es contar que  Gowex era un camelo a gente que ni siquiera sabía que existiera Gowex. El petardazo empresarial, y bursátil, del día: la confesión, a la fuerza ahorcan, de uno de los emprendedores más laureado de los últimos años en España, Jenaro García, el rey del wifi y de la ciudad inteligente, de quintaesencia del éxito innovador a paradigma del vendemotos. Lo de su empresa no eran cuentas sino cuentos. Mantenidos y engordados durante cuatro años.

De joya del mercado alternativo bursátil a pedrusco que no vale nada. El hundimiento del valor la semana pasada, consecuencia de la biopsia que le hizo esta firma de análisis financiero -hoy mucho más creída que anteayer- que se llama Gotham, ha sido la palanca que ha destapado la tapa de la olla: la compañía se apuntaba como ventas e ingresos un montón de cosas que, en rigor, no lo eran mientras era incapaz de generar caja; presumía de una facturación galáctica pero cada año ampliaba capital o pedía prestado al ICO.

El título -cachetero- que escogieron los de Gotham para su informe sísmico ha terminado siendo de una precisión encomiable: “Gowex”, dijeron, “una farsa pescanóvica”. Para los no versados en el fiasco de la compañía pesquera que se evoca, este subtítulo sin anestesia: “valor de la acción, cero euros”. Si a partir de ahora los inversores se fían más de esta pequeña firma norteamericana que de las grandes casas de análisis que han estado siguiendo, y ensalzando, a la empresa española -Beka Finance aún mantenía el viernes que la caída del valor de Gowex no estaba justificada y animaba a meter ahí dinero-, nadie debería extrañarse. El escepticismo con que fue acogido, en términos generales, el documento pescanóvico de la semana pasada se convirtió, en cuando Jenaro García lo admitió ayer todo, en una mezcla de indignación y de bochorno.

Indignación de quienes han sido engañados por el “brillante” emprendedor que ahora confiesa: los accionistas, que apostaron por la empresa no como auto de fe, sino basando su decisión en números que ahora se revelan falseados. Y bochorno de quienes tuvieron demasiada prisa en condenar a Gotham y salvar a Gowex, de aquéllos que, de inmediato, subrayaron algo que la firma americana no oculta --que cuando difunde un informe como éste busca que el valor de la acción caiga y hacer negocio con ello-- para restarle crédito a las sospechas vertidas y reclamar que la Comisión del Mercado de Valores abriera una investigación no sobre Gowex, sino sobre Gotham. Bochorno, desde luego, de las casas de análisis que recomendaron invertir ahí, del regulador, el Mercado Alternativo Bursátil, y de aquellos (o aquella) que se significaron políticamente en el respaldo a Jenaro García, singularmente la alcaldesa de Madrid, Ana Botella: sus asesores se estarán preguntando hoy en qué hora se le ocurrió cubrir de elogios a Jenaro hace sólo seis días, “un referente mundial”, dijo de él, “un ejemplo para los empresarios”.

En su descargo dicen todos los abochornados, y algo de razón tienen, que ellos forman parte, también, de la lista de engañados. Que se fiaron de lo que contaba la empresa y se fiaron de unas cuentas que, recuérdese, estaban auditadas. He aquí otro aspecto relevante de la historia del  pufo: la auditora. Sobre el papel, las cuentas de Gowex estaban bendecidas por una auditora no demasiado conocida, M&A Auditores, que dice destacar por su calidad y profesionalidad pero que apenas da información de si misma en su propia página web y a la que Gotham dedicaba, en su informe, una de sus páginas más descarnadas.

“Hemos visitado la oficina de esta compañía mayormente desconocida en Madrid”, decía, “poco más que un piso con ordenadores bastante antiguos y un auditor que nos dejó su tarjeta de visita” (aquí Gotham publica la foto de esa tarjeta de visita ya hace constar que el auditor no tiene una direccion de correo electrónico de la firma), “esto es muy extraño”, continúa, “no tiene correo de la empresa y por eso escribió en el reverso de la tarjeta una cuenta de gmail” (y ahí está, en efecto, la cuenta de gmail escrita a boli). Cabe pensar que era este mismo auditor, José Antonio Díaz Villanueva, quien el viernes pasado, en conversación con Efe, afirmó que la auditoría era cien por cien fiable,”hemos comprobado toda la documentación de Gowex”, decía, “y lo que decimos es verdad”. A esto le llaman cubrirse de gloria. Lo más contundente que fue capaz de decir el auditor el viernes sobre Gotham es que el informe que habían publicado no llevaba firma.

Ese día, el viernes, ya estaban las sospechas disparadas. Tres días después de publicado el documento, Gowex no había sido capaz de desmontar las (según ellos falsas) acusaciones. El alma de la compañía, Jenaro García, intentaba persuadir a periodistas financieros de que era víctima de un ataque caprichoso e injustificado -los números son buenos- y emplazaba a hoy lunes para despejar todas las dudas. “Gowex responderá el lunes”, se dijo, sin alcanzar a explicar qué necesidad había de esperar tanto, fin de semana de por medio, cuando el valor de la acción se estaba desangrando y las acusaciones de Gotham eran, si todo estaba de verdad en orden, fácilmente rebatibles.

Sólo García sabe a qué dedicó su tiempo el sábado, pero por alguna razón ese día fue su estación términi, fin de trayecto y de cuentismo, por alguna razón ese día asumió que le resultaba ya imposible mantener en pie su fabulosa empresa de cartón piedra. Imposible seguir e improbable que el engaño reiterado e impúdico pudiera ser obra de una sola persona. Aparte de su señora, alta ejecutiva de la compañía, y del auditor, cuya labor es altamente sospechosa, quién más, en ese equipo directivo  estaba al tanto de esta farsa a lo pescanova. La ética y la moral”, dijo Jenaro en una entrevista, “son esenciales en el trabajo de esta compañía”. Y se quedó tan ancho. Manda huevos.