El rey, en cuanto ha podido, ¿a dónde ha vuelto? Al palacio de la Zarzuela. ¿Por qué? Porque allí está a salvo de las visitas de su familia. “Perdone, señor, que está la infanta Elena en la puerta con un melón”. “Dígale que he salido”. Las personas volvemos a donde estamos a gusto y procuramos no volver allí donde lo hemos pasado mal. Por eso Ana Botella no volverá a ir nunca a Buenos Aires y por eso el rey no ha vuelto a pisar Botsuana. Desde aquel accidente que sufrió cazando elefantes ha sido un no parar de lesiones y más lesiones, venga fracturas y operaciones. Es como si los elefantes botsuanos le hubieran echado una maldición, la familia Dumbo haciéndole vudú; tienen un Madelman que representa al rey y le van clavando alfileres. Ahora en la cadera derecha, ahora en la izquierda, ahora otra vez en la derecha. La venganza.
Estoy muy contento de que hayan venido porque me habían dicho: mal día has elegido para ir a Sevilla, estará todo en el mundo en el Pizjuán viendo al Friburgo. Que es un equipo de fútbol. Alemán. Como la Merkel. Bueno, espero que no sea como la Merkel porque ella siempre gana. Dije bueno, pues si los sevillistas están en el Pizjuan vendrán a vernos los béticos. Me dicen: ‘no, que los béticos se han ido todos a Rijeka con Pepe Mel. (¿Cómo va el partido? ... ). Y si béticos y sevillistas están hoy con el fútbol, ¿que habéis venido, los agnósticos? Ni del Sevilla ni del Betis, ¿hay de eso en esta ciudad? ¿El movimiento de los no alineados?
Gracias por haber venido, seáis quienes seáis, a compartir con nosotros este rato de contar e intentar entender las cosas que pasan. En un día de tragedia mayúscula en el mar, junto a la isla de Lampedusa (ahora les contaremos cómo sigue allí la búsqueda de cadáveres, porque supervivientes se temen que no vayan a aparecer más), y en un día de inquietud en la provincia de Castellón y el sur de Tarragona. No por el juicio de Fabrasino por la historia ésta de Castor, el almacén de gas submarino, a veintitantos kilómetros de la costa, y los temblores de tierra que se están produciendo. “Microseísmos” los llaman los técnicos. “Susto grande” lo llaman quienes los han sentido. Y asustar, asusta, porque se cree que la causa de los temblores es el depósito de gas submarino que hay a veintidós kilómetros de la costa.
Las actividades están paradas hasta esclarecer qué está pasando ahí y si ese depósito gigante cumple con todas las exigencias de seguridad, si se hizo, en su día, con todas las garantías. Rajoy, que hoy estaba en Fukushima, habrá pensado que no hay manera de estar tranquilo, pero luego le han dicho que la autorización medioambiental se dio en el 2009 y se ha acordado de que en aquella época él todavía no era presidente. “Fue Zapatero, fue Zapatero”, comentan con cierto alivio en el entorno del presidente.
Preocupados, sin duda, por el impacto medioambiental que pueda tener ahora -fue Zapatero-. El gobierno de entonces aún no se ha manifestado, pero cabe pensar que algo tendrá que decir. Sobre todo si el asunto empeora. La hija de
Zapatero -la hija política de Zapatero-, vuestra presidenta Susana Díaz, ha estado hoy en Madrid en una cosa que se llama desayuno informativo y que gusta mucho a políticos y cronistas de la capital del reino. Consiste en que va un dirigente a la sala de un hotel, suelta un speech mientras los demás desayunan y después se deja hacer unas preguntas. El público lo componen más políticos y algunos periodistas. Y es costumbre que vayan los compañeros de partido a hacerle la ola al conferenciante. Ha sido allí donde Susana le ha dado un viaje a Zapatero por lo que está pasando hoy en Cataluña. Dices: pobre criatura, si él ya no está. Ya, pero como él fue quien prometió bendecir cualquier texto que saliera del Parlamento catalán (que fuera constitucional no le parecía relevante en aquel momento), pues Díaz ha dicho hoy que ahí se coló.
Tú también, Susana, tú también, afeándome la conducta ¡diez años después de que dijera aquello! Ahora es un lugar común decir que aquello fue un error estratégico, pero el día que lo dijo no hubo nadie en el PSOE que dijera “¡cuidado, ZP, que te columpias!” La semana que viene vuelve Susana a Madrid, esta vez para pisar la moqueta de la Moncloa. Se verá con Rajoy dentro de siete días. Hoy ha dicho “Sé que tengo fama de dura, incluso de implacable. Y lo soy”.
Que lo sepas, Mariano. No, en realidad se estaba refiriendo a la corrupción. Dijo “voy a ser implacable contra la corrupción”. Igual ya es hora de dejar de decirlo y empezar a serlo. La historia está llena de personas que iban a hacer muchas cosas y, a la hora de la verdad, nada hicieron. La historia. A ver si luego tenemos tiempo de recordar la historia de esta ciudad. A vosotros no hace falta que os la cuente, pero fuera de aquí, igual se conoce menos.
El año pasado, por ejemplo, tuvo mucho impacto la noticia que reveló el Papa de que los Reyes Magos eran sevillanos, ¿os acordáis? Los padres sevillanos esto ya lo sabíais. Porque se cree que salieron de la tierra de los Tarsessos. Los tartessos son una gente que vivió aquí hace unos miles de años y que tenía lengua propia y una gran habilidad para el comercio. Con menos de eso
Artur Mas te declara la independencia. Debía de ser gente generosa que disfrutaba haciendo felices a los demás colmándoles de regalos. Eran como Francisco Javier Guerrero pero sin los EREs. Siempre pensando en hacer felices a los demás. Sólo que los Reyes Magos compran los regalos con su dinero y Guerrero se gastaba el vuestro.
Aprovechando que los tartessos se fueron a adorar al niño, se vinieron aquí los romanos. Gente civilizada que, al llegar, dijo “habrá que darle un nombre a esta ciudad”. ¿Cómo la llamamos? ¡Como los cantores, Híspalis! Y así quedó bautizada. De aquella época quedan todavía algunas construcciones en pie, como el hotel Catalonia Hispalis. Los romanos necesitaban una mano de obra más formada. Y para ello recurrieron al sindicato mayoritario, que era la Unión General de Trabajadores Hispalenses, UGT-H. Una organización pionera que introdujo en la cultura sindical hispana el concepto de “el bote”.
La autoridad romana contrataba unos cursos de formación para centuriones, por ejemplo, y la organización echaba cuentas y decía: “esto le va a salir por cuatrocientos catorce sestercios”. “Pero hombre, me parece mucho”. “Ah, son trescientos por el curso y el resto, para la buchaca”. Como diría Urdangarín, “al césar lo que es del césar y a Noos lo que es de Noos”. Luego empezó el cristianismo y empezaron también los martirios. Se martirizaba mucho y por eso surgían muchos santos. Si el papa Francisco hubiera vivido en aquella época habría dado una entrevista para decir que no podemos estar todo el tiempo con lo del martirio, hay otras cosas de las que hablar, aparte de lapidaciones y santos carbonizados (con permiso de santa Justa y santa Rufina que, desde luego, lo pasaron mal. Porque Diogeniano las mandó andando descalzas hasta Sierra Morena). Que eso se hacía más largo que Arrayán.
En el siglo II ya hubo un intento de invasión de la ciudad por parte de los moros, pero ahí estuvieron rápidos los arqueros romanos -ríete tú de Arrow- y los repelieron de inmediato. Volveremos enseguida, dijeron los moros. Y desde entonces ha quedado también en la cultura andaluza este sentido que se le da a la palabra “enseguida” como sinónimo de “espérate sentado”. ¿Podrías ayudarme a hacer una mudanza? ¡Enseguida! Que te ayude Rita la cantaora.
El otro día descubrí que Rita la cantaora es una persona real. Yo creía que era un personaje imaginario. Bueno, me pasó lo mismo con Ana Mato. Me sorprendió saber que realmente existe. Los vándalos estuvieron más espabilados que los moros y acabaron tumbando el imperio.
En Sevilla los vándalos fundaron las tres mil viviendas y se quedaron hasta que llegaron los visigodos. Y después de estos, ya sí, llegó el moro Muza con sus 18.000 hombres armados y montó Al Andalus. Fue una época de esplendor, aquella. El emirato, el califato, el reino taifa. El sueño de Antonio Gala. La ciudad fue bautizada como Isbilia, pero a los cristianos bajo dominación árabe les pasaba lo que a los Morancos cuando hablan inglés, que cambian las letras, y en lugar de Isbilia decían Sivilia. Y así fue cómo se acabó llamando Sevilla.
Aquí los árabes estuvieron más de quinientos años. Que, oye, la gente estaba contenta con las mejoras urbanas. La giralda, qué maravilla, nos ha quedado más alta que la chistera de Fran Rivera. La Torre del oro, chaparra pero también hermosa. Empezaron en esa época también las obras del metro, que como dijo el gobernador almohade, “pasarán de generación en generación por los siglos de los siglos”. En árabe, for ever and ever. Los vecinos estaban contentos con el alcalde árabe, Al Zoidín. Pero...no había Semana Santa. El alcalde les decía: “chico, es que somos árabes”. Pero claro, quinientos años sin Semana Santa en Sevilla se hacían una eternidad. Al ayuntamiento llegaban todos los días los capillitas. “Que no hay derecho a que siga encerrado el Gran Poder”. “Que se nos van a olvidar las notas de ‘Candelaria’”. Ahí se creó el caldo de cultivo que hizo posible la llegada de Fernando el Santo, que aún no era santo pero sí era rey de Castilla y de León. Y tenía sus tropas magníficamente alimentadas con los productos de Tierra de Sabor.
Vinieron él, los soldados y San Telmo, que era el capellán militar y que cuentan las crónicas que tenía más labia que Juan y Medio. A base de palique y palo le ganaron Sevilla a los árabes. Gracias a eso tenéis en la carpa que está instalada aquí fuera todo tipo de carnes y embutidos castellanoleoneses. Estamos hablando de 1247, según el calendario gregoriano, que es el que se empleaba en Andalucía hasta hace dos semanas. Ahora diríamos el 766 antes del cristo. Antes del cristo que organizó la juez Alaya en el PSOE andaluz y que provocó el advenimiento del susanismo, esta nueva época.
¿Y en Sevilla, después de Fernando el Santo qué pasó? Después de Fernando el Santo ya nació la duquesa de Alba, y hasta hoy. Que va a cumplir la mujer dos años. De matrimonio con Alfonso.
Gracias por haber venido. Bienvenidos a La Brújula.