EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: Lo de anoche, en el PP, era decepción. Lo de esta mañana era pasmo

Les voy a decir una cosa.

Hoy es ese día en que en el PP desean con toda su alma que sea verdad eso que decía Rajoy, que en el fondo da igual a quien pongas de candidato para Europa porque el votante se guía por las siglas, no por los nombres propios.

ondacero.es

Madrid | 16.05.2014 20:38

Hoy es ese día en que dirigentes del PP se atreven a decir en voz baja, y naturalmente sin micrófonos, “a ver si Cañete no era tan buen candidato”. Anoche hubo decepción general entre los altos cargos del partido por el resultado del debate, pero esta mañana a algunos -y a algunas, o a todas- se les pusieron los pelos como escarpias.

Lo de anoche fue decepción; lo de esta mañana, pasmo. Del debate esperaban los populares victoria por goleada. Se habían convencido a sí mismos de la superioridad clara de su candidato: por dos veces ministro, el mejor valorado del gobierno, una larga carrera política y un prometedor futuro como comisario. Enfrente tenía a Valenciano, la aspirante que se pasó un mes dando puñetazos al aire en ausencia de rival conocido, la elegida por Rubalcaba de entre un banquillo corto y mate, la de Jesucristo Superstar, capaz de juntar a Felipe y el Che en la misma frase.

A poco que uno haya seguido las ruedas de prensa, las intervenciones parlamentarias, los mítines que ha dado Valenciano en los últimos dos meses, se sabe los temas, las frases y los eslóganes que alterna en su partitura, más pendiente del golpe de efecto verbal, del titular impacto, que del rigor y la mesura en los análisis. Nada distinto, por otra parte, a lo que se escucha a diario en el Congreso de los Diputados.

Pan comido, le dijeron los suyos a Cañete. Y aún más, le dijeron: “ten cuidado Miguel, porque eres tan superior que puede parecer que la humillas”. Y perdió. En el PP saben que perdió. A él le preguntó esta mañana Susanna Griso qué nota se pondría y dijo que cree que aprobó, sin estar de diez. Traducido: que sabe que no ganó. A Soraya Sáenz de Santamaría le preguntaron por el debate y dijo que no le corresponde a la portavoz del gobierno pronunciarse. Traducido: que saben que pinchó.

Hasta esta mañana el análisis interno era: pasemos página, tampoco influye tanto, confiemos en la movilización de nuestros votantes. Pero entonces empezó “Espejo Público”, escenario elegido por el candidato para quemarse a lo bonzo. No sólo por la condescendencia ligeramente hiriente que manifestó hacia su adversaria -esto de "tuve que contenerme porque si abusas de la superioridad intelectual parece que eres machista", que es una forma de decir “no me la merendé porque me aconsejaron que no lo hiciera”- sino por la pasmosa explicación con que abonó el jardín: “no fui yo mismo”, dijo Cañete, “no fui yo mismo porque si soy yo mismo, me temo, yo entro a matar”.

He aquí un candidato que explica que anoche hizo de otro, que no fue como él es en realidad porque si lo hubiera sido, se quema. No le dijeron esto tan tópico de “sé tú mismo”, le dijeron: “no lo seas, Miguel, no lo seas”. Se trataba de no parecer anoche todo lo que esta mañana sí ha parecido. Usando los símiles balísticos que tanto emplea el propio candidato, si ayer Valenciano disparaba a todo y él respondía con pólvora aturullada, esta mañana el tiro (en el pie) se lo disparó él solo.

Lo de anoche, en el PP, era decepción. Lo de esta mañana era pasmo. En el otro debate, el de los cinco aspirantes a presidir la comisión, aunque hubo menos cuerpo a cuerpo se abordaron más asuntos y que afectan más al conjunto de la Unión Europea. Todos esos asuntos a los que ha estado dando vueltas Europa los últimos cinco años: la crisis del euro, la unión bancaria, el rescate de los bancos y quién lo paga, el papel del BCE, la inmigración y la xenofobia, la política exterior, Ucrania, el referéndum de Escocia y el que pretende convocar Artur Mas en Cataluña.

Y añadiendo a todo eso una pregunta que abre un debate interesante: hasta qué punto son responsables los gobiernos nacionales del creciente antieuropeísmo, de la frustración o el desafecto a la “cosa europea”, del auge de los partidos que juegan a la contra. Si los gobiernos nacionales -singularmente en Grecia, en Portugal, en Irlanda, de manera reiterada en España y ahora también en Francia- achacan a Bruselas, a la Unión Europea, todas las políticas que escuecen a los ciudadanos, si juegan a cargarle a Europa todo lo ingrato y a presentarse ellos como los contrapesos que evitan que el castigo llegue aún más lejos (esto que ayer dijo Montoro sobre el IVA, ¿no?, “ya está bien, ya lo hemos subido bastante”, o sea, cese Bruselas en su empeño de asfixiar a nuestros consumidores), ¿por qué se extrañan de que prospere el recelo, la prevención, la animadversión hacia una Europa que -algunos lo han descubierto ahora- además de ventajas trae consigo obligaciones.

Si, como ha hecho la oposición socialista en España, se sataniza al país con más peso de la Unión -la Alemania de la señora Merkel- como egoísta e insolidario, explotador de las dificultades del sur de Europa en su propio beneficio, ¿a quién va a entusiasmar seguir asociado a él? Alemania, “que por dos veces intentó conquistar Europa por las armas el siglo pasado e intenta en éste conquistarla con sus armas financieras”, ¿se acuerdan de hasta qué punto se puso de moda, en nuestro país, hace no tanto tiempo ese discurso?

Ahora nos urgen a todos a votar opciones europeístas, no vaya a ser que salga un parlamento de frikis y dinamiteros que mande la construcción europea a tomar viento. Se instan unos a todos a hacer pedagogía sobre lo relevante que es Europa al cabo de cinco años de haber convertido Europa en el hombre del saco.