Uno sale vivo. El otro, medio muerto. Joe Biden, Donald Trump. Cuatro meses antes de las elecciones presidenciales se han sentado ya a debatir convocados por la CNN. Bueno, sentado no porque ha sido de pie.
¿Quién ganó, quién perdió?
- Pista: en el partido de Biden hay debate sobre si da tiempo a cambiar de candidato de aquí a noviembre; en el de Trump, no.
- Pista: el equipo de Biden dice que el presidente está acostumbrado a que se cuestionen sus aptitudes, pero ya ganó una vez a Trump y lo volverá a hacer.
- Pista: la palabra panic aparece en las crónicas de los medios estadounidenses al describir los WhatsApp que se enviaban congresistas del Partido Demócrata.
Y pista, última, que le traerá recuerdos de un mes de julio en España. El candidato de la izquierda, naufragado en el cara a cara, alega que es que es muy difícil debatir con alguien que miente tanto. Bingo. Es lo que dijo aquí Sánchez hace un año y es lo que ha dicho Biden a los periodistas. Además de esta valoración sobre sí mismo: creo que he estado bien. Bien sabe que no.
Biden se mostró confuso, medio afónico y con dificultades para rematar un argumento
El pánico, en efecto, se apoderó de los partidarios de Biden al comienzo del debate. El presidente se mostró confuso, medio afónico y con dificultades para rematar un argumento.
Fue tan desconcertante el comienzo que el resto de la emisión consistió en ver si Biden remontaba o naufragaba del todo. Y algo remontó, recordándole a Trump su condena y su comportamiento nada democrático al negarse a aceptar los resultados de 2020, pero arrastrando ya la sensación de que Biden no es el mejor candidato posible de su partido para plantar cara a un Trump que sobrevive. Expresamente le preguntó la moderadora del debate al candidato conservador si aceptará los resultados esta vez.
Trump dijo que sí, pero si la competición es justa, lo de siempre. Biden lo llamó llorón y ahí sus partidarios se aliviaron un poco, vamos, Joe.
¿Quién ganó, quién perdió?
Tradición en Estados Unidos es que se han encuestas la misma noche del debate. Y las que ya se han hecho dicen que el 48% opina que Trump sale mejor de lo que entró frente al 23% que dice lo mismo sobre Biden.
Obama y Nancy Pelosi, otros dos veteranos de la izquierda, guardan silencio. Hay quien anda ya diciendo que si ellos le hicieran ver a Biden que no está en condiciones de dar la batalla, el presidente se echaría a un lado.
Biden y Trump se desprecian y se desdeñan el uno al otro. No es un secreto. Y no es patrimonio español esto de los dos líderes políticos principales no quieran ni verse. A Trump le habían sugerido los asesores que disimulara un poco su trumpismo, muérdete la lengua, Donald, que parezca que la edad, y el paso por los juzgados, te ha hecho más prudente. En fin, es como pedirle al papa que disimule su catolicismo, uno es lo que es.
A Biden le habían aconsejado que martilleara en una única idea: Trump es un delincuente condenado y un peligro público. Al actual presidente le atrae más hablar de su gestión de estos cuatro años porque está convencido de que ha sido magnífica, pero los estrategas dicen que echarse flores no le funciona, que mejor el temor a que vuelva el otro (de la mano del tipo de los cuernos de bisontes y toda aquella turba sediciosa).
El coste de la vida
Estaba cantado que se hablaría del coste de la vida porque los precios, la inflación que no termina de remitir, es una de las causas de malestar más acusada entre los estadounidenses. Precios y precariedad del empleo. La inflación allí la tienen al 3.3%. Aquí, la tenemos al 3.6%, y ha repuntado, pero por alguna razón allí es asunto muy sensible y aquí para por el debate público sin pena ni gloria. Si acaso, cuando el gobierno le quita el IVA al aceite de oliva.
El paro en Estados Unidos está en el 3.9%. Aquí lo tenemos en el 12.3%. El PIB crece al 2.9% anual. Aquí, al 2.5%. El PIB per cápita de los estadounidenses es de 75.000 euros; el de los españoles, de 30.000. Pero se le ocurre decir a Joe Biden que la economía de Estados Unidos va como un cohete y se lo comen por los pies.
Economía, aborto y política exterior han copado el debate. Y en esto último es donde más se juega la Unión Europea. Cuya posición respecto de la invasión rusa de Ucrania y la toma de Gaza por parte del Ejército de Israel está mucho más próxima de la de Biden que de la de Trump. Y eso que Trump anda pidiéndole a Netanyahu que termine de una vez con la operación militar porque la guerra de la opinión pública internacional la tiene perdida. Lo de Ucrania Trump lo terminaría entregando el Donbás a Putin y vetando la entrada de los ucranianos, para siempre, en la Otan. Es natural que en Bruselas se haya seguido con interés no tanto el debate como las expectativas electorales con que cada aspirante ha salido del mismo.
Multa a Tezanos
En España, le han puesto una multa a Tezanos por abuso de poder que supongo que pagará él. Tres mil euros por hacer y difundir en campaña electoral (de las catalanas), y sin comunicárselo a la Junta Electoral ni a los partidos, una encuesta sobre la carta de San Pedro a los corintios. Dado que la decisión fue suya y solo suya, según contó él mismo, y que fue él quien destinó recursos del CIS a darse el capricho, sería coherente que abonara los seis mil euros de su bolsillo, no vaya a tener para los ciudadanos un doble coste: el de hacer la encuesta y el de la multa por haberla hecho.
La semana del parto de los montes, o pacto de Estado sobre el Poder Judicial, va a terminar envuelta en trucos, trampas y maniobras que ya son costumbre en la vida política española. Por ejemplo, que se cuelen en leyes o decretos cualesquiera reformas que afectan a otras leyes que nada tienen que ver. Los famosos párrafos huésped.
Que en la ley de paridad meta el gobierno una reforma que hurta al Senado la potestad de vetar el techo de gasto ya es para nota. Pero que en el decreto sobre el IVA del aceite meta la derogación de un artículo de la ley de Enjuiciamiento Civil es de aurora boreal. Un artículo que, según Puigdemont, entorpecía la aplicación de su amnistía y que el PSOE se comprometió a eliminar. Lo ha hecho, bañándolo en aceite de oliva.
El CGPJ
Trucos y trampas. Uno de los más viejos que existen es escribir el texto de un acuerdo de tal manera que cada uno de los firmantes pueda interpretarlo como le convenga. Es un clásico. Ha pasado con todos los acuerdos que ha firmado el PSOE con Esquerra y con Junts y no iba a ser menos el primer acuerdo que ha firmado con el PP. La ambigüedad de un párrafo también se pacta. Y eso es lo que hicieron, sin engaño alguno, Félix Bolaños y Esteban González Pons. El PP reclamaba, para renovar el CGPJ, presentar a la vez una reforma de la ley para que, en el futuro, los jueces elijan directamente a los vocales jueces.
El PSOE se negaba a esa reforma porque la posición del partido es que todos los vocales han de ser elegidos por el Parlamento. Ambas posiciones son legítimas y ambos las tienen bien argumentadas. Por eso, ambos saben desde hace años que no iban a ponerse de acuerdo en esto. ¿Qué hacer? Pues pactar otra cosa que suene parecida pero no lo sea (ni para ti ni para mi). Y eso es lo que hicieron: el nuevo CGPJ, ya renovado, tendrá que elaborar una propuesta sobre cómo elegir a los vocales en el futuro. Y esa propuesta llegará al Parlamento para que los grupos políticos vean qué hacen con ella. Ingeniería verbal al servicio del pacto.
Como el texto dice que esa propuesta incluirá la participación directa de los jueces, el PP interpreta que eso es lo que tendrá que acabar sucediendo. Pero como el texto dice que la propuesta quedará en manos de los grupos parlamentarios, el PSOE interpreta que no es vinculante. Ambos sabían que interpretarían así, de modo distinto, lo que han firmado porque se ha redactado así expresamente para ello. Y ambos tienen razón en que el texto dice lo que dice.
El texto dice todo lo que los dos están diciendo que dice para no decir expresamente cómo acabará esta película. No se dejen engañar, no hay ni choque, ni embaucamiento, ni arrepentimiento, ni nada. Hay una operación muy hábil para presentar como un acuerdo lo que sigue siendo un desacuerdo y hacer, así, posible que prospere el acuerdo real, que son los veinte nombres de los nuevos vocales.