A cinco días del puente. Último ensayo general antes de las fiestas navideñas.
Los gobiernos autonómicos, responsables del control del virus por decisión del gobierno central, se multiplicarán esta semana en llamamientos a la responsabilidad individual y la prudencia. Que significa que se evite aprovechar el puente para salir en estampida y organizar comidas y cenas multitudinarias (nada de anticipar las navidades y que nos quiten luego lo bailao). El mensaje común, la armonización coral (por usar un concepto más de estos días), es éste que dice: ahora que vamos bien no lo arruinemos.
Esto que dijo ayer el presidente andaluz, dirigido a los vecinos de Granada ---donde hoy se levanta el cierre total de la hostelería y el comercio--- es extensible al resto de provincias andaluzas y al resto de provincias de España. Tenemos la incidencia acumulada del país en los 307 casos por cien mil (hoy probablemente bajaremos de los 300, nueva barrera psicológica que superamos) pero sigue habiendo regiones, como Asturias, como Castilla y León, como el País Vasco, donde la incidencia sigue cerca de 500.
‘Evitar aglomeraciones’ es una recomendación difícil de cumplir, porque si uno hace planes para visitar las luces del centro de Madrid, como sucedió este fin de semana, y al llegar allí se encuentra con una multitud, lo raro es que se vuelva para casa. Llevando mascarilla, guardando la distancia, evitando tocar o salpicar con las microgotas a los demás, se puede patear el centro (aunque haya mucha más gente) sin ponerse en riesgo. Siempre es más seguro irse uno solo a hacer senderismo en algún lugar remoto, pero hay que entender que no siempre las imágenes de calles llenas de gente significan que haya una explosión de contagios infernal. Cuántas veces no nos habrán dicho las autoridades desde agosto que no es en la calle sino en casa donde nos estábamos contagiando más.
Si ahora les digo que el gobierno socialista sostiene que el impuesto de patrimonio hay que eliminarlo, como ha hecho Madrid, se caen ustedes de culo, no me digan que no. Pero si en lugar de decírselo hoy se lo digo en el año 2008, cuando Zapatero, entonces no se habrían inmutado nada porque lo socialista, y lo de izquierdas, entonces era acabar con este impuesto.
En respuesta quienes criticaron que el gobierno, 2008, bonificara al 100 por 100 el impuesto de patrimonio (como ahora hace Madrid), dijo el ministro Solbes que éste era un impuesto anacrónico que ya no existía en casi ningún lugar de Europa y que gravaba el ahorro de las clases medias; por ejemplo, al comprar un piso.
Todo lo que ahora está diciendo Díaz Ayuso ya los dijo antes Solbes. ¿Qué es derechas, qué es de izquierdas?
Ya sabe usted que el concepto éste de la ‘armonización fiscal’ en boca de dirigentes de Esquerra o de Podemos básicamente significa que se obligue al gobierno de Madrid a cobrar impuesto de patrimonio. Porque los ricos, al parecer, se han hecho todos madrileños para no pagar un euro. Bueno, hay excepciones, es verdad: Amancio Ortega vive en Coruña. Juan Roig en Valencia. Manuel Lao en Matadepera, Barcelona. Pero vamos, que el asunto es que Madrid perdona ese impuesto a todo el mundo (como Zapatero en 2008) y eso a otras regiones, con gobiernos de izquierda (o de derecha-izquierda, como Cataluña), les exaspera, porque los contribuyentes se le van a la capital del reino (ésta es la idea).
Le pregunta Jordi Juan al presidente oficioso de Cataluña, Pere Aragonés (el suplente) en La Vanguardia este domingo: ¿Su propuesta de armonización fiscal para evitar que Madrid pueda bajar sus impuestos no supone limitar la capacidad de autogobierno de cada comunidad? La respuesta, como saben entrevistador y entrevistado es pues claro. Pero Pere Aragonés, que es un entrevistado hábil, se las ingenia para dar esta respuesta: ‘Cuando en la UE se reclama un acuerdo para poner un mínimo al impuesto de sociedades que evite las prácticas de Luxemburgo e Irlanda los Estados no pierden soberanía, lo que hacen es protegerla. Pedimos que se haga con la comunidad de Madrid lo que se ha hecho con Luxemburgo, acabar con el paraíso fiscal y que los ricos paguen lo que toca’. Es hábil el entrevistado porque hace un juego de manos, nada por aquí, nada por allá, y nos da el cambiazo a los lectores. Empieza hablando de un impuesto y luego va, y lo cambia por otro. De Luxemburgo denuncia el impuesto de sociedades. De Madrid, el de patrimonio. No es lo mismo, Pere, no es lo mismo.
A lo que la UE le metió mano en Luxemburgo fue a los trajes a medida que hacía a las grandes corporaciones extranjeras: tú te vienes aquí y yo te apruebo un paquetón de ayudas fiscales que, en la práctica, te evita tributar casi todo. Como seguro que sabe Aragonés, esto de Luxemburgo que él llama paraíso fiscal era más parecido a las vacaciones fiscales que se inventó Ardanza en los noventa en el País Vasco (PNV) que a la bonificación del impuesto de patrimonio en Madrid. Vacaciones fiscales que la UE tumbó y por las que sancionó al Estado español: era competencia desleal. Lo del impuesto de patrimonio es otra cosa. Y tiene sentido que Aragonés salte de Sociedades (las empresas) a Patrimonio (las propiedades de un contribuyente) porque el impuesto de Sociedades en España no está en manos de los gobiernos autonómicos. Bueno, salvo en el País Vasco y Navarra, que tienen régimen fiscal propio que nadie, por supuesto, quiere tocar.
Como dice Alberto Garzón, porque está en la Constitución. A ver, ministro, también está en la Constitución la monarquía parlamentaria y usted predica cada día a favor de la república. El debate no es si el concierto es constitucional, claro que lo es; el debate es si armonizar los impuestos en toda España incluye a todos los territorios o sólo a algunos; si armonizar significa siempre subir o se contempla bajar; y si el impuesto de patrimonio, en fin --que es el único en el que los armonizadores tienen puesto el foco-- es un impuesto moderno y europeo o se ha quedado antiguo y en muchas naciones europeas ya no lo cobran.
Es interesante el debate sobre quién atrae inversores, empresas, contribuyentes y cómo lo hace. Si hay compañías que prefieren Euskadi porque allí el tipo general del impuesto de sociedades es del 24 % y en resto del país, el 25 %. O si hay empresas que se instalan en Barcelona, y no en Tortosa, atraídas por el efecto capitalidad catalana. No es sólo Madrid quien tiene concentración de instituciones en su territorio.
Aragonés lo que dice es: que los ricos que están en Madrid paguen lo que toca. Buena pregunta: ¿qué es lo que toca? Lo que toca es lo que en cada momento los gobiernos, con sus criterios variables, deciden que toca. Lo que es justo. Lo que es necesario. O lo que es de izquierdas.
Si vamos hacia la armonización fiscal (que es hacia donde quiere avanzar Europa) planteemos el debate total: si lo justo es que todos los contribuyentes paguen los mismos impuestos independientemente de la región en la que viven, ¿qué sentido tiene ceder la graduación de impuestos a los gobiernos autonómicos? ¿Lo moderno es la armonización o la diversidad plurinacional?