Monólogo de Alsina: "Culpable"
Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre el pago de 678.393,72 euros que el rey emérito Don Juan Carlos ha hecho a Hacienda, incluyendo intereses y recargos, por una deuda tributaria.
Madrid |
La presunción de inocencia consiste en que uno es inocente hasta que no se demuestre lo contrario. En términos penales, significa que uno no ha cometido delito alguno mientras no haya una sentencia que declare probado que sí lo hizo. Pero la inocencia o culpabilidad no existe sólo en términos penales o judiciales. Existe también en términos morales. Uno puede ser culpable de haber mentido, engañado, fingido o traicionado la confianza de quienes creyeron en él sin necesidad de que un tribunal le condene. Pasa todos los días en nuestra vida pública. Y en la vida privada. Quien engaña, miente, falsea o traiciona es culpable de haberlo hecho, aunque eso no lo convierta en delincuente.
Sabiendo eso, reclamar la presunción de inocencia para el rey Juan Carlos puede entenderse en términos penales, judiciales, pero ya no se entiende en términos morales porque es el Rey quien, abonando ahora lo que no pagó en su momento a Hacienda, ha confirmado que percibió dinero (mucho) de un empresario mexicano -años 2017, 2018 y 2019-, que no declaró esos ingresos a Hacienda y, por tanto, eludió la tributación. La eludió a conciencia de que lo hacía. Y si ahora ha dado el paso de pagar -ponerse al día, dicen edulcorándolo los últimos 'juancarlistas', traicionados también ellos- es porque dada la cuantía de la deuda el Estado iba a iniciar actuaciones por delito fiscal. Paga el Rey para evitar la querella, no por un arrebato de conciencia fiscal sobrevenida. Por encima de los 120.000 euros de fraude a Hacienda hay posible delito fiscal y querella.
El delito fiscal tiene una particularidad que lo distingue de otros delitos. Aunque el hecho sancionable haya existido, si el autor rectifica y paga antes de que le planten una querella el delito queda neutralizado. Lo que pasó, pasó, pero como te has anticipado al procedimiento judicial el castigo es la multa y los intereses. No hay juicio. ¿Qué lleva a un contribuyente a regularizar su situación si no tiene noticia de que Hacienda está investigando su situación fiscal: la intuición? ¿O es que lo sabía, que era posible que le cayera una querella? ¿Han hablado las dos partes?
Esto es lo que sucede con el rey de antes y el turbio asunto de las tarjetas (que es sólo el último de los que afectan a la relación que mantuvo, antes y después de ser jefe de Estado, con el dinero). Lo que pasó fue que un empresario con múltiples intereses ingresó cantidades extraordinarias en la cuenta de un coronel que trabajaba o trabaja para el rey Juan Carlos. No para pagarle nada al coronel, sino para que éste, con el dinero del otro, le pagara al Rey los viajes, los hoteles y otros gastos. Si usted, amable contribuyente, decide irse de vacaciones a un lugar remoto y alojarse en un hotel de los buenos se lo tendrá que pagar con su tarjeta, es decir, con su dinero. Pero si se lo paga un empleado suyo con el dinero que a él le ingresa un empresario extranjero pasan dos cosas: una, que es usted a quién se está entregando ese dinero el empresario (sin que Hacienda lo sepa) y dos, que es lícito preguntare a cuento de qué le regalan a usted los viajes, los hoteles y todos los demás gastos.
Lo más comprometedor de esta historia de las tarjetas es que revela una forma de funcionar. Los gastos del Rey abonados siempre por otros. ¿Esto siempre era así? ¿Necesitaba don Juan Carlos del dinero ajeno para sostener su vida cotidiana? La asignación oficial (su salario del Estado) y que ha tenido hasta marzo de este año, ¿no bastaba para cubrir los gastos?
Por más que se le llame regularización fiscal, o ponerse a bien con Hacienda, no estamos ante un desliz, o ante una diferencia de criterios entre el contribuyente y el fisco. No es que el contribuyente interpretara la norma de un modo y Hacienda de otro; no es un artista, o un presentador, que crea una sociedad para pagar menos impuestos y Hacienda viene a decirle que lo que hizo fue incorrecto y que está declarando menos de lo que debe. Aquí había unos ingresos no declarados, una operativa que el escueto comunicado de ayer pasa por alto: el dinero era de Sanginés; las tarjetas, del coronel; y los gastos, de don Juan Carlos. Hay que ser juancarlista hasta extremos alucinógenos para no ver la intención manifiesta de encubrimiento. Maniobra de ocultación. Elusión fiscal. No es un desliz, es un procedimiento.
Y tampoco cabe achacar al perceptor del dinero desconocimiento sobre la fiscalidad. Es el mismo rey, que siendo jefe del Estado, convocó en la Zarzuela a Arturo Fasana y Dante Canónica para encargarles las fundaciones tapadera. Presuntamente.
De las tres cosas que anoche dijo Sánchez sobre este asunto, decae la primera. Don Juan Carlos es la persona, en efecto, la institución es la Corona. Que es la manera de decir que la institución, hoy, la encarna el rey Felipe. Y que es la actuación de quien está al frente de la institución hoy es lo que la refuerza o la debilita. El Rey de ahora ha hecho cuatro cosas este año: repudiar al padre; atribuirle al padre y sólo al padre la creación de fundaciones para ocultar su patrimonio, retirarle la asignación y enviarle al destierro. Cinco: negarle la bendición de la Zarzuela para el regreso a España.
El presidente del Gobierno elogió anoche ayer al Rey de ahora y su compromiso con la higiene pública. Elogio que no hacen suyo los ministros morados del gobierno bicéfalo. Que están a lo que están: hacer corresponsable a don Felipe de los manejos financieros del padre para socavar la institución en su eterno anhelo por reeditar el 31 y ver al Rey embarcando en Cartagena camino del exilio. Hay diferencias de criterio entre Podemos y el PSOE. Y sin que conste que el presidente del Gobierno haya mostrado siquiera su incomodidad por la campaña de desgaste que impulsan sus socios desde el Gobierno.
En la entrevista por sorpresa que añadió Sánchez ayer a su agenda -con Piqueras en Telecinco- innovó el presidente en este género periodístico iniciando este nuevo formato que consiste en que él mismo se hace las preguntas. Piqueras le había preguntado por Bildu.
Que el PP no asume la derrota electoral, es el resumen. "A su pregunta, que no me ha hecho, le diré" -esto es Sánchez ya en plenitud. No sólo no contesta a las preguntas incómodas (anoche la verdad es que no las hubo) sino que se hace él preguntas aún más fáciles-.
Dio la impresión, por la reiteración en el mensaje, de que todo el objetivo del presidente en esta comparecencia sin noticia fue desmentir que él sea el monaguillo de Pablo Iglesias para hacer de España un paraíso boliviariano.
Mil días de gobierno y no se ha roto España. Éste es un clásico en el discurso sanchista. Cada día que pasa sin que se rompa España es un mérito de quien gobierna sin romperla.
Por lo demás, la disposición que manifestó el presidente anoche a vacunarse en cuanto pueda. Con que se vacune una vez, es suficiente.
Uno se vacuna como persona susceptible de ser infectada por un virus, tampoco hay que darle muchas más vueltas a lo que es uno. O su persona.