Sí que van a ser unas navidades raras, sí. Si hasta ahora las familias numerosas se ponían a prueba en las discusiones de la cena de Nochebuena, ahora van a ponerse a prueba en la selección previa. Máximo diez. Ya es oficial la prueba del algodón de los afectos. Quién es allegado y quién se queda fuera. ‘Ay Manolo, no sabes cuánto lo siento, si te queremos como a un hijo, pero ya tenemos el aforo cubierto’. ‘Mamá, que soy tu hijo’. ‘Si es que no cabes’. Las navidades de la verdad: a quien se considera familia estrecha y quién resulta prescindible. La jerarquía de los afectos y de los parientes. El ten team. Sólo diez sillas por mesa y los niños cuentan como personas, criaturitas, después de esta semana en la que estuvieron en riesgo de ser considerados seres inanimados. El niño es persona y cuenta como uno aunque cene en la trona.
El ministro Illa explicó ayer que se ha incluido este concepto del allegado para dar cuartelillo a quienes no siendo familia directa están invitados a cenar en casa. Quién les iba a decir, cuando empezó 2020, a los consejeros autonómicos, ¡y al ministro!, que terminarían el año debatiendo si a la mesa deben sentarse más de seis pero menos de diez. Y si deben pertenecer a la misma burbuja convivencial o a varias. Y si un niño cuenta como persona. Y si la novia de la sobrina se considera ya allegada o llevan saliendo poco tiempo.
No esté tan seguro, ministro. Puede que haya inaugurado usted la inseguridad jurídica familiar. ¿Qué seré yo, allegado o sólo conocido? ¿Cuela como allegado mi vecino?
Aunque el asunto da para mucha broma, estamos hablando de un acuerdo del Consejo Interterritorial de Salud que, como dijo el ministro, es de obligado cumplimiento. Tome usted nota de las normas. Y si tiene mucha familia, agradezca que la ciencia cambie de criterio tanto como cambia Pedro Sánchez. Porque la semana pasada, según el presidente, la ciencia establecía en seis el númerus clausus.
El seis no era un capricho, era la ciencia. El diez también lo es. No es una ciencia exacta, digamos. Total: diez por casa y a la una y media de la madrugada el que no se haya ido ya se queda a desayunar, porque habrá toque de queda, más tardío, pero habrá. Podrá usted desplazarse de una región a otra, aunque sigan en vigor los confinamientos perimetrales, siempre que el motivo de su viaje sea reunirse con la familia. Esto hay dos formas de contarlo: que estará prohibido moverse entre regiones aunque sea Navidad, o que por ser Navidad quedan exentos de la prohibición todos los familiares y allegados que vayan a ver a la familia, vuelve a casa vuelve, el salvoconducto de El Almendro: si es para eso, vía libre a los desplazamientos. Es decir que, en la práctica, los confinamientos perimetrales serán tan porosos que es como si se suspendieran.
¿Y al que meta once a cenar en casa qué le pasa?
Pues mire, nada. La intención de los gobiernos con estas limitaciones es disuadirnos de hacer reuniones multitudinarias. Y recordarnos que es en el ámbito familiar donde más contagios se producen. Normas de conducta para que tengamos una pauta. No va a haber inspecciones sorpresa en las casas –-la policía llamando al timbre mientras está el rey para entrar a contar gente--, no le van a sancionar si ha acogido usted a un yerno de más y no le van a obligar a dar la vuelta si le paran en un control la tarde de Nochebuena y no llevar encima la invitación formal de su suegra para cenar en su casa.
Se ha abonado el vicepresidente segundo a la futurología. No hay día que no pronostique lo mucho que va a durar el gobierno de coalición. Disfruta el vicepresidente de su sueño hecho realidad: la mayoría frankenstein que él llama progresista y que lleva dentro a todos los partidos que están por la autodeterminación. Que ayer dijera que hay gobierno para rato no puede sorprender a nadie: tiene anunciado que la derecha no volverá nunca al Consejo de Ministros.
Nunca. Eso sí que es un pronóstico. Para siempre. Puede que el vicepresidente segundo aspire a gobernar eternamente.
A ver: el actual gobierno durará lo que el presidente Sánchez quiera que dure. Con un máximo de tres años porque en 2023, le guste o no a su vicepresidente segundo, habrá que celebrar elecciones generales. Y ahí, como siempre ha ocurrido, serán los votantes los que decidan cómo queda compuesto el Parlamento. De entrada, por tanto, Sánchez durará la legislatura completa no tanto porque saque adelante sus Presupuestos (que es un éxito político indiscutible) como porque no hay moción de censura que pueda prosperar en el actual Parlamento. Para descabalgar al presidente sólo existe esa vía. Lo de la coalición es otra historia: a los ministros los descabalga el presidente. Tres años por delante y luego ya se verá. Rajoy gobernó siete, Zapatero siete, Aznar ocho, Felipe doce. Iglesias aún no ha cumplido uno: igual es un poco pretencioso presumir tan pronto de longevidad.
A García Page le preguntó anoche Javier Ruiz en La Brújula de Castilla La Mancha si esto de que salgan adelante los Presupuestos con socios como Esquerra y Bildu no es, para él, un sapo que se tiene que tragar.
Los sapos con fondos europeos parecen menos sapos. Entran mejor. Y se digieren pronto. Aunque el sapo se llame Arnaldo, esté inflado como un globo y ande prometiendo ya la República Vasco-Navarra. Que abandone el ministro del Interior toda esperanza de que Otegi le haga caso y le haga un favor a Bildu yéndose de una vez a su casa.
Sólo Marlaska, de todo el consejo de ministros, ha sido capaz de llegar tan lejos: sugerirle a Arnaldo que deje paso a otros que no hayan pertenecido a la mafia.
En lo que fue posible escucharle in criterio claro al ministro, ayer en este programa, es en lo que respecta a la elección de vocales del Consejo del Poder Judicial. Cierre de filas en el ejecutivo no vaya a ser que en esto, como en casi todo, acabe prosperando la tesis morada y acabe desarbolado el ministro Campo. Podemos anhela que Sánchez se olvide ya de acordar nada con el PP y acelere la reforma de la ley para que la mayoría frankenstein pueda elegir de golpe doce de los veinte vocales del Consejo.
Sánchez tiene ahora dos opciones: o retira del todo la rebaja de mayorías para que el PP pueda venderlo como un triunfo que justifique el pacto posterior, o sigue adelante con la rebaja y se reparte los sillones con Podemos, con Esquerra y con Bildu. Casado también tiene dos opciones: hace oficial ya que tiene un acuerdo con el ministro, o se arriesga a que le cambien la norma y su partido pierda influencia y pierda peso.
De momento lo que ha hecho Sánchez es cursar instrucciones a la leal Lastra para que promueva en el Congreso la atadura de manos de los vocales del Consejo actual. Reforma legal exprés para impedir que puedan nombrar magistrados de Tribunales o Audiencias provinciales. Convertir el Consejo actual en un florero. Hacer del Consejo saliente un Consejo muerto. Ya intentó el PSOE que dimitieran todos los vocales progresistas como forma de presión al PP y, al no conseguirlo, busca esta otra vía. En la práctica ya tiene congelados el Consejo los nombramientos que tocaba hacer en noviembre precisamente porque estaba a la espera de que se consumara el acuerdo y fueran todos renovados. Ahora el pulso sigue. Y el Parlamento sigue sin cumplir su tarea de proceder a la renovación sin que los órganos de gobierno de ambas cámaras, ni sus dos presidentas, se sientan concernidas por nada de esto. Como si las obligaciones del Parlamento no fueran con ellas.