Vuelve el calor y las altas temperaturas. Pero lo del Gobierno no es calor. Es la sofoquina. Otra vez la impostura. El fingir escándalo. El tráigame las sales. El ay, que la abuela fuma. Alegría, alegría.
No es que sea la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, es que es la viga en el ajeno y una grúa de dimensiones cósmicas en el ojo propio. La actuación es meritoria pero a estas alturas entenderá el director de escena que no cuela.
El aspirante a presidir alguna vez el Gobierno de España, Núñez Feijóo, reincidió ayer en este programa en la siembra de sospecha sobre la actuación del Tribunal Constitucional, árbitro máximo de las disputas entre partidos e instituciones en España.
Feijóo cuestiona la imparcialidad del TC
A la pregunta de por qué no ha presentado aún el PP el recurso de inconstitucionalidad contra la ley de amnistía ---tres semanas ya en vigor--- respondió Feijóo que siguen estudiando la cosa. Y vino a sugerir que aunque acaban presentando el recurso, de este árbitro no se fían.
Ya les dije una mañana que tú, si quieres, puedes desacreditar al árbitro pero entonces te lo estás cargando como árbitro y dando pie a que sus resoluciones no valgan nada.
Si Feijóo quiere seguir en esa línea, que hable con José Montilla y él le da una clase magistral de cómo satanizar al Constitucional por haber emitido una sentencia que no le agrada.
Entre los episodios más nocivos de la historia reciente de España está aquella manifestación contra el Alto Tribunal alimentada y encabezada por el presidente (socialista) de la Generalitat de Cataluña, punto de partida de este relato falso (fake) del procés según el cual el atropello puigdemónico a la Constitución tiene su origen en la sentencia del Constitucional, que osó decir que eran inconstitucionales unos pocos artículos del Estatut que, en efecto, lo eran.
Feijóo cuestionó aquí la imparcialidad del TC, Pumpido incluido, y el Gobierno pidió las sales. Ay, lo que ha dicho. Escandalera sobreactuada marca de la casa. Con la ministra portavoz echando mano de su tono más severo para exigirle a Feijóo ----se lo exijo--- que se comiera sus palabras.
Gravísimo, todo. Defcon 3, el estado de derecho está siendo atacado. Veinticuatro horas antes el PSOE había difundido un comunicado que cuestionaba la imparcialidad del Tribunal Supremo por la amnistía. Dos minutos antes (o después, no sé), la ministra portavoz estaba sugiriendo que el Supremo hace una interpretación torcida de la ley para no aplicarla.
La respuesta del Gobierno a las palabras de Feijóo
Yo señalo al Supremo pero me escandalizo cuando Feijóo señala al Constitucional. ¿De qué guindo pensarán que aún no hemos terminado de caernos?
Es verdad que cuestionar al Tribunal Constitucional ayuda poco a fortalecer la confianza en las instituciones del sistema, pero si alguien está incapacitado para dar lecciones es este Gobierno.
Por dos razones. Primera, que cuando tuvo en su mano contribuir a la independencia del Tribunal hizo justo lo contario: no es que nombrara dos magistrados claramente afines al Gobierno ---ex ministro y ex directora general---, es que pudiendo elegir entre los miles de juristas que hay en España fue a elegir a dos muy de la cuerda.
Y segunda, porque nadie ha dicho cosas tan gruesas sobre el Tribunal Constitucional como el Gobierno actual.
A riesgo de repetirme, les recuerdo que fue el Gobierno quien imputó al Tribunal Constitucional haber urdido una conjura para amordazar al Parlamento ---no parece poca cosa, ministra---; y que fue el presidente Sánchez quien relacionó una resolución del Constitucional sobre una votación parlamentaria con un complot de las derechas ---no parece poca cosa, ministra---. Claro que aquel era el Tribunal anterior, del que valía decir cualquier cosa porque no lo presidía Pumpido y no tenía mayoría de magistrados de izquierdas.
Cuestionarlo entonces no sólo no era atacar la separación de poderes sino al revés, nos quisieron convencer de que era defenderla.
La regeneración democrática está en elegir perfiles neutrales
Al Gobierno le ha escocido que Feijóo vuelva a la carga contra el Constitucional justo ahora que Sánchez se ha tragado el sapo de elegir magistrado, a través del Senado, al vocal más beligerante que, en contra del gobierno, ha habido en el CGPJ saliente, José María Macías.
Como le pasó a Sánchez hace un año y medio, Feijóo ha tenido la oportunidad de escoger entre miles de juristas a uno que no estuviera muy significado políticamente. Ha hecho justo lo contrario. Elegir al más significado que ha encontrado.
Eso de la regeneración democrática y la neutralidad de las instituciones no se consigue predicándolo, o imputando al adversario el peor de los pecados.
Se consigue demostrando que uno quiere perfiles neutrales cuando tiene que poner nombre a los sillones. Y se consigue absteniéndose luego de hablar de los magistrados, o de los fiscales generales, como si fueran gente de la cuadrilla propia.
Nada perjudica tanto la imparcialidad que se le supone (o se le habría de suponer) a un Fiscal General del Estado que tener al presidente del gobierno pegado a su espalda dándole palmaditas de ánimo.
La naturalidad con la que Sánchez ha dicho esta semana que el fiscal general no tiene que dimitir porque cuenta con todo el apoyo del Gobierno de España es prueba suficiente de la idea que tiene el presidente de qué es, y qué relación tiene con el Gobierno, un Fiscal General.
Sánchez empezó a gobernar convencido de que el fiscal general era un instrumento más a su servicio, un peón, un subalterno.
Recién comenzado el año séptimo ya de su gobierno, sigue convencido de ello.
La sofoquina. Que ha dicho Feijóo que hay que ver Pumpido. Las sales, por favor. Que al Gobierno, tan sensible, le ha dado un vahído.