Con noventa años ha hecho historia esta señora: Maggie, la primera vacunada en un país que ni es Rusia ni está en Asia. O sea, en el Reino Unido, que no es Unión Europea pero sí es Europa.
Lo de la broma lo dice la señora porque le anunciaron que iba a ser la primera y pensó que le vacilaban. Como si le hubiera tocado el Gordo. El desfile de personas mayores, sanas, para ponerse la vacuna empezó ayer en algunos hospitales británicos. Lo siguiente serán las residencias y el personal sanitario, como contó ayer en este programa el médico español Fernando Riesgo, desde el hospital de Hatfield.
La imagen de Maggie Keenan recibiendo la vacuna es una inyección de moral para todo el mundo, es un tanto que se apunta el Reino Unido (por la celeridad con la que ha ventilado las verificaciones previas) y es un éxito de márketing -tampoco hay que ocultarlo- para la farmacéutica Pfizer, que le gana, así, por la mano a todas sus competidoras pese a que la suya es la vacuna que más dificultad presenta para ser conservada y distribuida.
Pfizer será también la primera en distribuir su vacuna en los Estados Unidos, quizá esta misma semana, y como el resto de las farmacéuticas, ha encontrado en la pandemia una oportunidad que no esperaban para mejorar su imagen en todo el planeta. El remedio contra el coronavirus (lo que se confía en que sea el remedio definitivo) es un producto fabricado por la empresa privada y vendido a las administraciones públicas. Nadie se ha quejado de que así sea. Y de que Pzifer, o Moderna, o Astra Zeneca (la dos primeras, estadounidenses, la tercera británica) se hayan revalorizado en bolsa aumentando, así, el patrimonio de sus accionistas.
El anhelo aquel de algunos ministros que soñaban con que fuera el sector público el que primero llegara a la meta de encontrar una vacuna ha quedado en nada. A la Administración Pública sólo le queda soltar el dinero y adquirir todas las dosis disponibles para poder decir a los vacunados que a ellos les sale gratis.
El Gobierno español tiene anunciado para enero el comienzo de la vacunación voluntaria. Que no se le ocurra ese día al ministro llla emocionarse en televisión, que es lo que hizo ayer su colega británico Hancock.
Estaba viendo la imagen de William Shakespeare siendo vacunado y pensaba en las vidas que se van a salvar y el orgullo de ser británico. Por desnudar su corazón en televisión, tuiteros despiadados han crucificado al ministro: le acusan de fingir porque ni se le quebró la voz ni se le saltaron las lágrimas. Ministro Illa, usted absténgase de emocionarse y de exhibir orgullo español. Que si no le brean por lo primero, le brearán por lo segundo.
Nueve de diciembre. En dos semanas estamos viendo girar los bombos de la lotería de Navidad. Superado el puente de la Constitución, vamos ya de cabeza hacia el final del año. El rey Juan Carlos sufre el síndrome de El Almendro, la vuelta a casa por navidad, pero en la Zarzuela de ahora -dicen las crónicas- se prefiere prolongar el destierro. El padre, de momento, que no vuelva. Salvo para atender, si hiciera falta, a los requerimientos de la justicia: la Fiscalía del Supremo, que es quien tiene en su mano pedirle al tribunal que le investigue. El rey Felipe levantó el cortafuegos el 15 de marzo, con el comunicado aquel del repudio, y reforzó la protección ignífuga en agosto, con el comunicado del destierro.
En este último asunto de don Juan Carlos -tan feo como todos los anteriores- de las tarjetas vinculadas a cuentas de las que no era titular, el rey Felipe no aparece salpicado, a diferencia de otros miembros de la familia -como los hijos de la infanta Elena- que sí habrían cargado a esas tarjetas gastos personales. Esto de usar tarjetas vinculadas a cuentas de otros (de un empresario mexicano, por ejemplo) es la forma de recibir dinero de ese empresario, y usarlo, sin que Hacienda tenga noticia de que tú estás disfrutando ese ingreso.
Viendo los regalos que le hacían los jeques, y la extrema generosidad de un mexicano que ponía a su disposición sus cuentas, sólo cabe preguntarse si es que su sueldo oficial, como rey, no le daba para cubrir sus gastos. Ponerse a bien con Hacienda, en este caso, es admitir que eludió conscientemente el pago de impuestos. Y que tantos ingresos tan golosos procedentes de ciudadanos extranjeros resultan particularmente turbios cuando eres rey de una nación, tanto si eres rey en activo como rey emérito.
El Confidencial viene dando cuenta desde anoche de una operación de la policía y de Hacienda que ha desbaratado un grupo de gestores financieros que montaba sociedades instrumentales e intermediarios pantalla para evadir dinero a Suiza y Andorra. Hay más de quinientos contribuyentes que, para contribuir menos, recurrieron a los servicios de estos gestores: políticos, empresarios, deportistas, artistas. Al frente del grupo de ocultadores estaba Alejandro Pérez Calzada, un financiero, casado con Margarita García-Valdecasas, que para más señas fue directora de la Oficina Nacional contra el Fraude hasta diciembre de 2016, todo queda en casa. El genio de la elusión fiscal casado con la jefa de Antifraude. (Presuntamente).
Por cierto, que alguien le pida al suplente de Torra en Cataluña, Aragonés, que deje de hacer paralelismos marcianos entre Madrid y Luxemburgo.
A ver, Aragonés: a Madrid lo que su partido le exige es que cobre impuesto de patrimonio. Que es un impuesto que no existe en Luxemburgo. Ni en Francia. Ni en un montón de países europeos, por lo que tiene poco sentido que la Unión Europea le vaya a exigir a Luxemburgo, o a Madrid, que lo cobre. No es eso lo que se le exige a Luxemburgo. No es eso, no es eso.
Y la Constitución ha celebrado otro cumpleaños, en este puente largo.
Seguimos en democracia y el gobierno de coalición sigue en su sitio. Hemos sobrevivido, ¿qué le parece?, a la terrible amenaza de involución golpista que protagoniza este grupo temible de militares jubilados a medio camino entre 'Cocoon' y 'En el estanque dorado'.
Ayer informaba La Vanguardia de la preocupación del Gobierno por las proclamas de militares retirados. Proclamas. En un chat. En rigor, el título de la información era 'El Gobierno expresa su alerta por las proclamas', ¿qué significará que un gobierno exprese su alerta? Alerta se está. O se declara. Pero expresar la alerta es una forma de gobernar muy rara. Menos mal que luego aclaraba la información que, leo, "es la cúpula del Gobierno la que advierte al periódico de que cuando las derechas y los brazos mediáticos juegan con barbaridades anticonstitucionales que juegan, pasa esto".
Cierro comillas que no sé a quién hay que atribuir, porque cúpula del Gobierno puede ser lo mismo el vicepresidente Redondo que el vicepresidente Iglesias. Y viene a ser lo mismo que titulaba el viernes El Diario: que la culpa de que pase esto es de Casado y de Vox. Son ellos los que excitan a estos jubilados tan excitables. "Cuando juegan con lo que juegan, pasa esto", dice la cúpula gubernamental con el velo puesto. Lo que no aclara es qué es lo que ha pasado. "Pasa esto" suena a que ha pasado algo. Pero en realidad, no consta que haya pasado nada. Salvo que se ha generado una bola de nieve en los medios (en algunos medios) y eso le ha permitido al Gobierno expresar su enorme preocupación por lo radicalizada que está la derecha. O sea, el mismo estribillo al que está abonada la Moncloa desde año y medio. ¿Cuándo fue que Casado se había moderado porque ya no quería saber nada de Vox? Ah, sí, hace seis semanas. Qué poco le duró el certificado de moderación que extiende el Gobierno con su prensa afín.
Que hayamos sobrevivido todos a la asonada militar que nunca existió es un éxito de la democracia. No paramos de anotar éxitos. Lo mismo la conversión de Otegi en padre de la Constitución que la neutralización de este comando de nostálgicos.