OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Gatillazo sindical y un mini-yo contra Ayuso"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre la fallida convocatoria de los sindicatos este fin de semana y el acto de "coronación" de Óscar López en el Congreso Regional del PSOE.

Carlos Alsina

Madrid |

Luego le preguntamos a Pepe Álvarez, líder de la UGT, cómo se le quedó el cuerpo al comprobar que al llamamiento que hizo a la ciudadanía para participar masivamente en el rechazo a la agresión sin precedentes sufrida por la mayoría social respondieron… quinientas personas. Bueno, ochocientas sumando Madrid y Barcelona, dos capitales en las que viven cinco millones de españoles. 0,016%. Por cada persona que se manifestó, seis mil doscientas cincuenta no lo hicieron. Dices: hombre, es que el motivo de la protesta, que era urgir al gobierno a aprobar un nuevo decreto ley y presionar al Parlamento para que se lo convalidara dejó de existir en el momento en que el gobierno lo aprobó ---martes pasado--- tras permitir que Junts pusiera las condiciones para convalidarlo en el Congreso. Es verdad. Pero precisamente porque los sindicatos, aun sabiendo eso, decidieron mantener su convocatoria reformulándola como ‘contra el oportunismo político’ (del PP, se entiende), habrán de aceptar ahora que igual ha sido el oportunismo sindical ---convocar una protesta urgente para aprovechar un momento político muy concreto y no desconvocarla cuando la razón ha desaparecido--- el que ha encajado ayer un severo rechazo.

Álvarez y Sordo se han pegado un tiro en el pie. Hoy les va a ser más difícil que ayer presentarse ante la opinión pública como portavoces de la mayoría social. La legendaria capacidad de las centrales sindicales para agitar la calle ha pasado, parece, a mejor vida. Ejercer de oposición a la oposición es perfectamente legítimo, pero ahí compites con el gobierno de la nación, que es quien ejerce, con toda la potencia de fuego de que dispone, de ariete contra Feijoo tanto cuando éste rechaza el decreto gubernamental como cuando apoya el decreto recambio de Junts; tanto cuando vota a favor de la reforma de las pensiones como cuando vota en contra del impuesto de las energéticas. Competir con el gobierno en oposición a la oposición es resignarse a ser una nota a pie de página.

Había más gente en el acto de coronación de Óscar López como líder oficioso del socialismo madrileño ---porque el único líder verdadero es Sánchez--- que en la parada sindical de Álvarez y Sordo. Y en favor de López hay que decir que él ha conseguido convencer ya, por ahí se empieza, a un votante. De izquierdas. De Madrid. Ay, la izquierda, cargando siempre con el sambenito éste de que en Madrid es comodona, paradita, que no se moviliza y por eso pierde ---la profundidad del análisis sociológico es encomiable---. El primer votante convencido por Óscar López en Madrid es un economista cincuentón, casado, dos hijas, aficionado al baloncesto y a sudar la camiseta, de nombre Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Es el jefe del candidato, ya lo sé, pero como diría el fiscal general, ‘eso ahora no importa’. Lo que importa es que se ha declarado no sólo votante, sino rendido admirador. Dígalo usted, con tono de fan.

Pues ya está. Qué más necesitaban saber los delegados del congreso regional para elegirle. El jefe tiene debilidad por él. Hombre, quizá quienes hayan asistido a unos cuantos congresos regionales del PSOE estos días podrán alegar que Sánchez dijo algo parecido de Ángel Víctor Torres ---uno de mis mejores ministros, dijo, no precisó quiénes son los peores---, o que dice lo mismo de Diana Morant, de Pilar Alegría, de María Jesús Montero, pero lo relevante es que la recuperación del gobierno autonómico de Madrid ya está más cerca. Treinta años después, ya está más cerca. Y el secreto quiso desvelarlo, con valentía porque es la izquierda valiente, el ministro anti Ayuso.

Pues ya está. Sólo hay que querer. Tantos años dándole vueltas y era tan simple como esto. Si el PSOE palmó en las generales de 2011 fue porque quiso. Si Sánchez perdió las generales de 2023, fue porque no quiso ganar del todo. Ay, si hubiera querido. El jefe se declaró rendido admirador de su mini yo, el ministro se declara rendido admirador de su mentor y entre los dos prometen no rendirse ante la apisonadora electoral que ha resultado ser Díaz Ayuso en Madrid. Lástima que la proclamación del nuevo salvador del socialismo madrileño ayer recordara tanto a las proclamaciones anteriores de salvadores anteriores que luego ejercieron la oposición un rato y fueron apartados por el mismo que los había puesto. Algo sabe Zapatero de eso, él también tuvo escogidos (y escogidas) que acabaron siendo relevados.

Tuvo un punto enternecedor ver al ex presidente proclamando el sábado su convicción de que ahora sí y doliéndose aún por el tamayazo, que en su cabeza quedó como una traición de dos infiltrados a sueldo de la derecha aunque todos sus esfuerzos de demostrar públicamente que fueron comprados siempre fueron insuficientes. (Ay, Balbás, Balbás, la que le liaste a Rafael Simancas). Sostenía ayer López que Madrid no es derechas porque en 2003 pudo gobernar Simancas. 2003. Hace veintidós años. En este tiempo hubo una marca llamada Ciudadanos, que ya no está, y nació una marca llamada Más Madrid que le comió al PSOE buena parte de su merienda. López declara que aspira a ganarle al PP, pero a quien aspira, primero, a desbancar es a Más Madrid. Él candidato López predica contra la derecha que desmantela la sanidad pública en beneficio de la privada ---lleva treinta años utilizando el PSOE este mensaje--- mientras el ministro López pone trescientos y pico millones de euros más sobre la mesa para contentar a las aseguradoras privadas y que sigan tratando a los funcionarios que prefieren sanidad privada en lugar de pública. Como diría Pablo Iglesias, gobernar es cabalgar contradicciones. Ya te digo.

Tanto, que el presidente volvió a evidenciar ayer la facilidad con la que detecta en los demás aquello que en él es patrón de conducta. Nadie ha pendulado tanto como él de unas posiciones a otras. Pero es justamente lo que le reprocha a Feijóo por votar no al decreto ómnibus del gobierno y sí al decreto sémi-bus de Junts.

Que si sí, que si no. Que si no es no, que si sí es sí. Hay quien sostiene que el presidente está todo el tiempo hablándole a un espejo.

En la página que El País reserva los domingos para informarnos a sus lectores de lo que el gobierno opina sobre el desempeño del gobierno pudimos leer ayer que el gobierno está pletórico. Euforia gubernativa. Consiguió salvar medio decreto tragando antes con tramitarle a Junts la cuestión de confianza. Como para no estar exultante, eh. Sánchez tuvo que ceder y desdecirse, como decía ---y decía bien--- el cronista, pero siempre hay un ministro de guardia para cantar victoria. Porque el PP ha tenido que dar un giro y acusa el desgaste (no como el gobierno, que también tuvo que dar un giro pero nunca se desgasta). ¿Y las encuestas? Bueno, sí, dicen que el PSOE no llegaría hoy a los 120 escaños y que el matrimonio PSOE-Sumar no sería capaz de empatar al PP, no te digo ya al PP-Vox, que sigue en racha demoscópica. Pero en cuanto le entren ganas de ganar, va y gana. El apoyo social al gobierno, dicen los sondeos, es cada vez más menguado, qué le vamos a hacer. El PIB de 2024 ha crecido más de lo previsto, se van a mejorar las previsiones para 2025, la EPA ha marcado récord de ocupados, la tasa de paro baja a números de 2008, el salario mínimo sigue creciendo y, sin embargo, partido a partido la desventaja electoral del matrimonio PSOE-Sumar frente al PP ---desventaja--- no deja de agrandarse sin que ese afinado estratega que es el presidente haya sido capaz aún de encontrar la manera de darle la vuelta a eso. La matraca ---perdón, el mensaje--- de que a la multinacional ultraderechista le está plantando él cara con políticas de progreso –-él y Puigdemont, conocido progresista— no parece que esté sirviendo, por ahora, para darle la vuelta a la intención de voto. Y ahora va a tener que empezar a predicar, contra el criterio de sus costaleros de izquierda, que progresismo es dedicar más dinero público a la industria militar europea. Si Zapatero dijo una vez que bajar impuestos es de izquierdas, a Sánchez le toca ahora persuadir a su parroquia de que también lo es subir el gasto militar. La operación persuasión empieza hoy mismo.