Ya sólo quedan trece o catorce días para que el presidente del gobierno tenga a bien subir a la tribuna del Congreso a explicar a la sociedad española en qué anda. Ucrania, Trump, la Otan, la defensa europea, los compromisos que va adquiriendo con otros gobernantes para aumentar la inversión militar y de los que ni el Parlamento, ni los españoles a los que representa, tienen aún noticia directa por boca de quien habla en su nombre en Bruselas, y en París, y en Londres, y en Finlandia. Paciencia, ciudadanos, que ya es inminente. Trece o catorce días más y nos lo explicará todo con pelos y señales. Paciencia, Patxi. Total, qué son dos semanas al ritmo endiablado que ha adquirido la política internacional y la geoestrategia.
A lo de hoy llega entrenado el presidente. (Luego ya será qué uso hace de ese ejercicio previo). Lo de hoy es Feijóo. Diez de la mañana, hora de indigestión sanchista, el presidente hará de tripas corazón y dedicará treinta minutos de su valioso tiempo al líder del primer grupo parlamentario del Congreso. Qué dura es la vida de presidente. Llega entrenado, digo, porque ayer aguantó el presidente como un jabato a un dirigente político conservador que, además de ser de derechas, está encamado con la extrema derecha. ¡Qué me estás contando!
La famosa derecha moderada europea
El dirigente en cuestión es tocayo suyo. Se llama Pedro Orpo. Bueno, Petteri. Orpo. Debe su cargo a la ultraderecha, con quien pactó un gobierno de coalición en el que siete de los dieciocho ministerios son de Vox -perdón, del Partido de los Finlandeses, que es el nombre de la extrema derecha allí-. Ésta debe de ser la famosa derecha moderada europea. La líder es la señora Riiki Purra, que ejerce de vicepresidenta del gobierno y ejerce también el euroescepticismo y la anti inmigración: le parece tóxica la llegada de extranjeros no europeos porque amenaza la identidad y la cultura y genera una gran inseguridad. Igual les suena.
Sánchez estaba tan pancho. En amor y buena compañía con su colega derechista aliado de la ultraderecha
Claro, contado así, parecería que nuestro presidente solicitó, antes de bajarse del avión, que le facilitaran un traje de protección contra el amianto. Se vería a sí mismo descendiendo a los infiernos reaccionarios, vade retro. Pues ya le digo yo que no. Estaba tan pancho. En amor y buena compañía con su colega derechista aliado de la ultraderecha. Cómo de compenetrados se les vería que cuando el finlandés dijo que en la próxima visita le llevará a una sauna…la intérprete pensó que venían de allí, de echar la mañana juntos en la sauna.
Disfrutar, disfrutaron, pero de su extraordinaria sintonía, no de los baños de vapor. La cálida visita dejó dos conclusiones: que en Finlandia no hay cordón sanitario a la extrema derecha ni Sánchez se lo va a sugerir; y que al presidente no le salieron ronchas por compartir atril con un gobierno como éste y coincidir con él en cómo aumentar la seguridad europea.
No, esto se no lo dijo ayer a Petteri Orpo, esto es lo que dice en los mítines del PSOE.
Y una conclusión más: que la derecha finlandesa aprecia verdaderamente a nuestro presidente. Fue en ese país donde le preguntó un periodista por el nuevo calendario de nuestro gobierno para subir hasta el 2% del PIB el gasto en Defensa y donde el presidente evitó responder alegando que primero nos lo quiere contar a nosotros, hermoso gesto.
Que nos explicará a los ciudadanos cuándo alcanzaremos ese objetivo cuando esté en España, no allí. En realidad, en España es donde está casi todos los días: al menos asume que tiene explicaciones pendientes. Pero chico, como anda el gobierno viendo a ver si recluta aliados europeos suficientes -de derechas todos- para que la Unión se haga cargo de una parte del gasto sin que haya que devolverlo, se ve que o no ha encontrado tiempo para dirigirse a la sociedad -los mítines de partido le tienen ocupado- o aún no sabe qué tendrá que explicar exactamente a sus ciudadanos. Paciencia, Patxi, que todo llega.
Reunión entre Sánchez y Feijóo
Treinta minutos ha previsto la Moncloa para que Sánchez y Feijóo compartan reflexiones sobre geopolítica y necesidades defensivas. Sabiendo que ambos son más de atacarse constantemente que de defender aquello en lo que coinciden, sería una sorpresa notable que la reunión sirviera para algo. Sánchez tiene dicho que Feijóo es un líder fallido y Feijóo tiene dicho que Sánchez es un presidente secuestrado. De modo que todo en orden. (El presidente sabe fingir que le interesa lo que su interlocutor le cuenta. A esto también llega entrenado porque estuvo el martes dos horas con Yolanda Díaz, cuyo criterio sobre la Defensa europea le importa tanto como su criterio sobre los viajes a Marte o la forma correcta de preparar la paella).
Cuando termine con Feijóo le tocará a Rufián, que anda ocupado en armar un frente de izquierdas que torpedee los planes presupuestarios del presidente al que invistió.
Dices: si todos le van a decir lo mismo a Sánchez, que elijan un portavoz y así le evitan al presidente escuchar lo mismo cinco veces. Encomiable la precisión de Rufián al valorar el gasto militar -muchísimo, se gasta muchísimo, cuánto le parecería adecuado- y criticable su idea de qué es una mayoría. Ponme otra vez la declaración ingeniero.
A ver, entre todos esos partidos y Esquerra creo que salen veinticinco diputados. De 350. Llamarle mayoría a eso… no sé. Parece más mayoría los 270 que suman el PP y el PSOE, es decir, los diputados que ven bien que se gaste más en Defensa porque no ven que lo de ahora sea tantísimo. Pero ya se sabe que así como Rufián en ocasiones ve mayorías, Sánchez no quiere ver la que sí tiene, porque una cosa es pactar la inversión militar con señores de derechas de Finlandia o de Luxemburgo y otra pactarla con un señor de derechas de Orense.
Qué bonito momento ése en el que Feijóo se cruza esta mañana con Rufián en la puerta de la Moncloa. Sale el adversario al que Sánchez recibe con cara de acelga -y con el que coincide al cien por cien en el diagnóstico sobre Ucrania y su tratamiento- y entra el socio al que Sánchez recibirá con la más amplia de sus sonrisas -y que viene forjando un frente de izquierdas parlamentario para sabotear los planes del presidente y combatir su diagnóstico sobre Ucrania y su tratamiento-.
En la política española no hace falta realidad alternativa porque la realidad a secas ya es difícil de creer.
¿Es o no es fantástico? En la política española no hace falta realidad alternativa porque la realidad a secas ya es difícil de creer. Gentileza de quien lidera la vida pública española, que es, naturalmente, el presidente. Obsequioso con la izquierda que le torpedea la Defensa y combatiente implacable contra la derecha que puede respaldársela. ¿Es o no es materia de estudio para politólogos, psicólogos y exorcistas?
