Lunes de gloria para el último superviviente del sorayismo. Ha nacido la juanmanía. Quién lo habría dicho hace sólo cuatro años, cuando se salvó de la purga interna y aguantó como candidato aunque nadie diera por él un duro. Cuatro años después es verdad que Juanma Moreno ha hecho historia. Pulverizó los sondeos, arrolló a todos sus adversarios y se coronó como barón de barones. No es sólo que haya sacado 58 escaños. Es que para recordar una victoria semejante hay que remontarse a los mejores tiempos de Manuel Chaves. Y Chaves, claro, era socialista. En la tierra donde siempre gobernaba el socialismo, pasara lo que pasara. La tierra en la que mejor le funcionó siempre al PSOE la invocación del terrible peligro que suponía que alguna vez gobernara la derecha. Ha sido gobernar tres años y medio y su facturación electoral se ha disparado.
¿Qué ha pasado en Andalucía en estos cuatro años?
En el PP, aún no se lo creen. En el PSOE, no quieren aún creérselo. No eran 48, ni 50. Eran 58 escaños de 109. Es la pregunta de la mañana: ¿qué ha pasado en Andalucía en estos cuatro años? O formulada desde la izquierda, qué le ha pasado a Andalucía que se ha hecho tan de derechas. Pues mire, resumiendo mucho de 2018 a hoy han pasado dos cosas: Moreno ha gobernado Andalucía. Y Sánchez ha gobernado España. Hoy Moreno levita. Y al PSOE le tiemblan las piernas. Iba a decir a Sánchez, pero de la pasta que está hecho Sánchez es difícil que le tiemble nada.
Pánico en la Moncloa, escriben hoy algunos cronistas. El vértigo de comprobar que Sánchez no tira en las tres regiones que han ido a las urnas desde hace un año: Madrid (donde pasó del primer puesto al tercero), Castilla y León (donde pasó de primero a segundo y sin opciones de gobierno) y Andalucía, la comunidad que más votantes aporta a la cosecha nacional (y donde no ha llegado a los novecientos mil votos).
Los mítines los dedicó Sánchez a hacer campaña de sí mismo. Espadas los dedicó a cantar los méritos del gobierno central y atribuirle todo lo bueno que le haya podido pasar a Andalucía. ¿Qué nos pasa?, se preguntaban anoche en el gobierno de España. Qué nos pasa que ni los buenos datos de empleo, ni haber superado una pandemia, ni haber subido el salario mínimo, ni haber aprobado el ingreso mínimo vital se traducen en respaldo popular. Aún decía anoche Adriana Lastra, incapaz de felicitar anoche al ganador, que es el dineral que el gobierno central ha hecho llegar a las autonomías lo que ha permitido a Moreno presentar buenos resultados (qué generoso Sánchez, que reparte su dinero, ¿verdad?) Aún decía anoche Lastra que ha sido la baja participación la que ha dado la victoria al PP (¡ella!, que vio la semana pasada cómo despertaban sus electores). Aún decía anoche que, total, el PP sólo ha conseguido seguir gobernando donde ya gobernaba.
Pedir confianza a los compañeros del PSOE andaluz igual es mucho pedir a la vista del resultado. Ya pidió la misma confianza a los compañeros de Madrid y a los de Castilla y León. Penosa, esta comparecencia cicatera en el reconocimiento al adversario y plagada de excusas y coartadas. Qué mal llevan algunos dirigentes de la izquierda que los votantes andaluces, incluso los suyos, no les compren mercancía averiada.
La historia desde anoche, dice que el mensaje con el que Sánchez han martilleado durante los últimos tres años no funciona
La historia desde anoche dice que el primer presidente autonómico del PP que consiguió serlo pactando con Vox ha arrasado en las urnas, ha absorbido a Ciudadanos y ha frenado el avance de Vox. La historia desde anoche, por tanto, dice que el mensaje con el que Sánchez (y su escudero Espadas) han martilleado no sólo durante la campaña, sino durante los últimos tres años no funciona. El mensaje era: ay de Andalucía en manos del trifachito. Ay de los derechos de los andaluces y de sus servicios públicos. Mayoría absoluta del PP. El mensaje era: Moreno ganará, pero tendrá que gobernar con Vox. No le quedará otra. Mayoría absoluta del PP. Los votantes se han encargado de que Moreno no lo necesite. Es decir, de refutar al PSOE a costa del PSOE. Su peor resultado en Andalucía.
Desde que existe la comunidad autónoma andaluza.
Por provincias, el marcador PP-PSOE es demoledor:
SEVILLA / 9-5
MALAGA / 10-4
GRANADA / 6-4
CORDOBA / 7-3
CADIZ / 8-3
ALMERIA / 6-3
HUELVA / 6-4
JAEN / 6-4
El PSOE pierde en todas las capitales de provincia. Incluida Sevilla. E incluidos municipios como Dos Hermanas (24.000 votos para el PP, 16.000 para el PSOE).
No es sólo el PSOE el que sale humillado de las urnas. Las dos coaliciones de izquierdas que pelearon por el voto (pelear es el verbo más suave que cabe emplear para el despelleje que se traen entre Podemos y su antigua aliada Teresa Rodríguez desde que ésta se emancipó de Pablo Iglesias) arruinan el respaldo popular que merecieron en 2018 y pasan de 17 escaños a siete. Lo atribuyen a la baja participación (el dato, en realidad, es similar al de entonces) como si no interesar lo bastante a sus propios votantes para acudir al colegio electoral no fuera, también, responsabilidad suya.
Teresa Rodríguez se atribuye el mérito de haber frenado a Vox (ella obtiene dos diputados, Vox catorce) e Inmaculada Nieto culpa a las encuestas que modelan la opinión pública (seguro que no dice lo mismo de las encuestas que machaconamente atribuyen a Yolanda Díaz un liderazgo arrollador que, en estas elecciones, ha brillado por su ausencia).
Toda la izquierda junta no llega al 38% del voto andaluz. Toda la izquierda que en 2018 se conjuró tras la alerta antifascista, el miedo al trifachito y el apocalipsis que se avecinaba en Andalucía. Dejó de funcionar el fetiche. Ya no le funciona a Sánchez ni la foto de Colón, ni la caricatura del PP entregado a Vox, ni los ecos de Gürtel, ni las cintas de Villarejo. Ni la herencia recibida.
Su gobierno de coalición en decadencia, a golpe diario de guerra interna, sus constantes cambios de criterio, su afán por agradar a Esquerra y a Bildu quizá, quizá (¿verdad?) tenga algo que ver en el mal resultado que su partido ha encajado en las tres últimas elecciones autonómicas. Ganó en Cataluña el PSC y perdió el PSOE en Madrid, en Castilla y León y en Andalucía.
Está por ver que el presidente aguante hasta final de 2023 sin convocar las elecciones generales
Con la inflación en el 8% y la economía cuesta arriba, está por ver que el presidente aguante hasta final de 2023 sin convocar las elecciones generales. Enterrar preventivamente a Sánchez, tras cada tortazo autonómico, es la tentación constante de los opinadores más críticos. Prematuro entierro para alguien que tiene publicado un manual de resistencia.