Primera gran meta volante de estas navidades que se han convertido, por culpa del puñetero virus, en una especie de puerto de montaña que habremos de superar lo mejor que podamos para poder llegar a puerto el próximo verano. ‘Llegar a puerto’ será poder decir adiós a la pandemia, o poder reducir el coronavirus éste a un virus más de los muchos que nos complican la vida pero ante los que podemos levantar la barrera de una vacuna.
Primera gran meta volante: la noche familiar por excelencia. Nochebuena y Navidad. Quién nos iba a decir que acabaríamos refiriéndonos a esta noche de hoy, la Nochebuena de las cumbres familiares, los villancicos, el discurso del rey, la misa del Gallo, los programas de retales de la tele, como un escenario de riesgo. Ni en las peores películas distópicas se alcanzó a pintar la Nochebuena como una amenaza para quienes la celebran.
Pero ésa es un poco la situación en la que estamos: no porque los villancicos sean, en sí mismos, nocivos (que hay quien piensa que sí lo son, musicalmente hablando) sino porque el contacto en casa con personas con las que no convivimos el resto del año ---y con la tentación de despistarnos con el uso de la mascarilla--- es el contexto perfecto para cometer un error fatal.
Tampoco hay por qué ponerse intenso, ni agorero, en estas horas previas a la noche de autos, ya somos todos mayorcitos para que nos anden echando la bronca a todas horas en la radio y la televisión, pero como ayer resumió el ministro de Sanidad británico (que es el ministro más desvelado de todo Occidente en estos días raros) una enfermedad infecciosa como la covid se aprovecha del calor familiar-y-navideño para causar estragos.
La esencia de la Navidad, el contacto con quienes queremos, como arma letal en manos del virus. Que por si no hubiera causado ya bastante daño, bastante caos y bastante miedo, anda ofreciendo ahora nuevas versiones de sí mismo: la variante que Boris Johson confirmó el fin de semana pasado en el Reino Unido y la nueva variante de la que se informó ayer. Quizá escuchó usted el lunes en este programa al catedrático de genética González Candelas, que nos explicó que es común que un virus vaya teniendo versiones diversas, pero que no lo es que una variante acumule hasta diecisiete mutaciones distintas.
Si esta variante del fin de semana puso a todo el mundo en guardia porque se transmite con más facilidad que las anteriores, imagine el efecto que tuvo escuchar ayer al ministro británico informar de que se han detectado dos casos de infección en su país con una variante aún más contagiosa que ésta. Estas dos personas habían tenido contacto con viajeros que estuvieron en Suráfrica y por eso se cree que el contagio se produjo allí.
El Reino Unido llega a esta víspera de Navidad con todos los indicadores disparados: récord de nuevos contagios cada día, hospitalizaciones en aumento y más de setecientos fallecidos en una misma jornada: datos que recuerdan a los peores días del mes de abril. Alemania también alcanza un nuevo récord amargo, rozando los mil fallecimientos en un día.
En España la situación no es tan dura como la de Alemania o el Reino Unido pero la tendencia que llevamos (o que volvemos a llevar, tan parecida a la de octubre) anticipa que tenemos por delante al menos tres semanas de malas noticias. La incidencia no sólo crece cada día sino que va ganando velocidad. La media nacional supera los 250 casos por cien mil, con Baleares muy por encima ya de los cuatrocientos y con Madrid y la Comunidad Valenciana presentando ritmos de crecimiento que hacen pensar que cerrarán la semana en torno a los quinientos casos. Y las navidades acaban de empezar.
El domingo lo que empezará, tempranito, es la vacunación de los mayores y de los profesionales de la sanidad, los dos primeros grupos que recibirán la doble dosis de Pfizer. Ya habrá escuchado usted que los primeros vacunados lo serán en una residencia de Guadalajara por aquello de que la Pzifer tiene su almacén en esta provincia. Se sabe que serán una persona mayor y uno de los trabajadores de la residencia. Y hasta aquí puedo leer porque el resto no se ha divulgado.
En principio, no parece que haya ido a buscar el gobierno a una señora que se llame Dulcinea o un hombre llamado Tenorio para emular a los ingleses con su William Shakespeare vacunado. El contrato de suministro de la vacuna quien lo firma es la Comisión Europea y la aplicación de la misma a quien le corresponde es a los centros de salud, es decir, a la administración autonómica. El gobierno central, en realidad, sólo se ocupa de la logística. Por más que Sánchez tenga más interés en hablar de la vacunación que de las restricciones cambiantes para los desplazamientos y las cenas navideñas.
Sánchez termina hoy, por cierto, de su cuarentena y retoma los actos oficiales. Bueno, mañana no porque es Navidad y el presidente se quedará en casa disfrutando del día. Pero para la semana que viene se ha inventado la factoría de merchandising de la Moncloa una cosa que llaman rendición de cuentas, que consiste en que un grupo de expertos (ésta es la palabra política del año, expertos, ese misterio insondable, los expertos) para que evalúen el primer año de gestión gubernamental.
Aún no se sabe nada de la auditoría que se anunció sobre la gestión de la epidemia, pero aquí llega esta otra auditoría de encargo que ofrece como garantía de pulcritud el novedoso hecho de que los examinadores han sido elegidos todos a dedo por el departamento de selección de personal de la Presidencia del gobierno. A ver, pasar exámenes está muy bien. Pero que el examinado elija a dedo a quienes le van a examinar introduce un elemento de sospecha que convierte el examen en fuegos artificiales a mayor gloria del homenajeado. Perdón, del examinando.