opinión

Monólogo de Alsina: "Ni nueva era ni el fin del mundo"

Carlos Alsina reflexiona sobre las recomendaciones del Fernando Simón para el puente de diciembre que comienza hoy y sobre las condiciones en las que se han aprobado los Presupuestos Generales del Estado.

ondacero.es

Madrid |

Llegamos al puente de la Constitución. Última meta volante antes de las navidades de 2020.

Insiste en la alerta el director del Centro de Alertas: el puente es periodo de riesgo para el contagio de coronavirus. Han funcionado (ahí están los números) las limitaciones que se han ido poniendo estos dos últimos meses a los desplazamientos y a la actividad social y comercial y ahora se trata de mantener los números donde están, y mantener la tendencia, aun teniendo varios días festivos enlazados. No hay nuevas restricciones para este fin de semana y se han levantado algunas de ellas estos últimos días en varias comunidades autónomas. De lo que pase en el puente tendremos reflejo en los registros sanitarios a la vuelta de diez días, mediados de mes, en puertas ya de las navidades. Y en función de lo que haya pasado, admite el portavoz del ministerio que el plan aprobado para navidades podría revisarse. Incluyendo las diez personas máximas por casa entre familiares y allegados. Defina usted allegado.

Simón lo intentó ayer, definir qué entienden los gobiernos por allegados.. Illa lo intentó ayer. Los presidentes autonómicos lo intentaron. Vano esfuerzo. Y bastante bobo, con perdón. Sólo cada familia sabe a quién considera tan cercano tan cercano que aunque no sea familia es como si lo fuera. Y este enredo sobre qué es un allegado tiene poco sentido porque ninguna autoridad se va a presentar en casa de usted a verificar el grado de allegamiento que siente por un invitado. ‘Espere que saco el medidor de cercanía, solpe aquí a ver si supera el control de afectos’. El allegado tiene el mismo riesgo que el familiar al que se ve poco: que sin saberlo traiga el virus consigo y lo meta en el núcleo convivencial. Ya hay familias que van a exigir a sus invitados test de antígenos.

Los hechos son los hechos: si alguien le hubiera dicho a Pedro Sánchez en marzo, o a cualquiera de nosotros, cuando declaró el estado de alarma ante una epidemia inédita y descontrolada; si alguien le hubiera dicho a él, o a cualquiera de nosotros, en medio de aquella primera ola, con una gestión deficiente, contradictoria, con más contagiados y fallecidos que casi cualquier otro país, que llegado el mes de diciembre aprobaría sus primeros Presupuestos Generales del Estado con más apoyo parlamentario que el que tenía en enero ni se lo habría creído Sánchez ni nos los habríamos creído ninguno.

Pero los hechos son los hechos. Hoy el gobierno bicéfalo está más afianzado que cuando empezó. Iba a decir ‘más afianzado que nunca’ pero sólo lleva once meses, tampoco es que haya mucho con lo que comparar. El hecho es que Sánchez e Iglesias superan con el respaldo de 188 diputados el puerto de montaña que cada año debe encarar un gobierno, los Presupuestos del Estado, y engrasan la mayoría frankenstein con la que aspiran a seguir ahora reformando leyes. Repito: los Presupuestos del Estado son anuales. La obligación del gobierno es presentar cada año un proyecto nuevo al Parlamento. Y parece obligado recordarlo a la vista de que el bloque gubernamental celebra las cuentas de 2021 como si fueran las del 21, el 22 y el 23. A ver, que los Presupuestos del inefable Montoro (ministro encantado de haberse conocido) hayan durado tres años es una anomalía. El año que viene, por estas mismas fechas, habrá que debatir y votar un nuevo proyecto.

Es un hecho que esta alianza tripartita que han muñido Sánchez e Iglesias con sus compadres Junqueras y Otegi les proporciona músculo para encarar el resto de la legislatura con todas las reformas legales que se propongan. O que le propongan sus valientes y patrióticos socios (valientes y patrióticos es como los ha llamado la cuenta de twitter del PSOE, en sintonía con aquello que dijo la ministra Montero, ¿se acuerda?)

El amor a España. De Rufián y de los de Bildu. Patrióticos y valientes. Ayer expuso la ministra de Hacienda que no se ha negociado con ellos nada que tenga que ver con la autodeterminación ni los referendos.

Vamos avanzando. Hasta ahora el salmo gubernamental era que no se había negociado nada con Bildu. Habían dado sus cinco votos gratis et amore. Eso dijo la señora Mendía. Ahora ya se admite que negociación ha habido. Si lo dijo Rufián: nadie da sus votos porque sí. Empezando por él mismo. Por eso Otegi se ve ya presidiendo la República Confederal Vasco-Navarro-Aquitana y Rufián se ve ya recibiendo en olor de multitud a un Junqueras oportunamente indultado y con la sedición rebajada para que le eche aún menos para atrás volverlo a hacer. Y por eso proclama hiperbólico Rufián que ha empezado una nueva era.

Una nueva era para quién. Rufián lleva tantos meses, años incluso, obligando al gobierno del PSOE a pactar con él, obligándole a sentarse a negociar la autodeterminación, obligándole a aceptar que hay presos políticos, obligándole y obligándole y obligándole, lleva tantos meses torciéndole el brazo al PSOE que cuesta entender que Cataluña siga siendo una comunidad autónoma dentro del Estado español, con un presidente interino porque el anterior fue inhabilitado y el anterior al anterior destituido, con los condenados del procés cumpliendo condena, sin que el referéndum aquel que hicieron en octubre de 2017 haya servido para nada y sin que se haya avanzado un solo paso hacia el siguiente referéndum. Claro que éste es el mismo Rufián que hace cinco años, cinco justos, nos anunció a todos que enseguida dejaría su escaño en Madrid para regresar a la República Catalana Independiente.

Dieciocho meses iba a estar de diputado en Cortes, ni un día más. Han pasado mil ochocientos días con sus mil ochocientas noches. A Rufián lo peor que le puede pasar es que Cataluña se independice alguna vez de verdad.