La comparecencia de Pedro Sánchez
En una hora, el presidente del gobierno de España, persona ocupadísima que apenas tiene tiempo, entre cumbre europea y cumbre europea, para mitinear religiosamente por los pueblos de España, concede al Congreso de los Diputados una mañana entera de su valioso tiempo para explicar a sus señorías qué es lo que anda negociando en Europa sobre el rearme que se le reclama a España y la forma de pagarlo. Deberían los diputados, uno a uno los trescientos cincuenta, acercarse hasta el presidente para agradecerle de todo corazón que, sabiendo lo que le contraría la cosa parlamentaria, haga de tripas corazón y se rebaje a compartir con ellos su visión estratégica del mundo que nos rodea. Incluida China, eso es. El régimen dictatorial chino que, con el de Arabia Saudí y el príncipe descuartizador, están entre aquellos a los que, estratégicamente, más les hacemos la pelota.
apenas tiene tiempo, entre cumbre europea y cumbre europea, para mitinear religiosamente por los pueblos de España
Alabado sea el presidente que comparece por fin a hablar del tema. El tema rearme, el tema gasto, el tema Putin y el tema Trump (a ver si hoy le cita el presidente por su nombre o se refugia en alusiones indirectas). El debate es pertinente, es necesario, llega con varias semanas de retraso y servirá para tomar la medida a cada uno de los grupos, y sus portavoces, ante una crisis que trasciende el, a menudo, encapsulado debate político doméstico. El presidente viene de un Consejo Europeo en el que pinchó en hueso en su pretensión de que sea Europa quien cargue a la deuda común el peso del gasto militar (perdón, de Seguridad) y viene de estrechar lazos con la extrema derecha italiana (primera ministra Meloni) y con el gobierno finlandés en el que también está la extrema derecha.
Hoy no toca esto, vicepresidenta Ribera. Extrema derecha, a estos efectos, sólo es Vox. Los ultras europeos son otra cosa. Sobre todo cuando ya gobiernan.
Extrema derecha, a estos efectos, sólo es Vox. Los ultras europeos son otra cosa. Sobre todo cuando ya gobiernan
El gobierno de la desinformación
No consta que el presidente vaya a hacer grandes anuncios hoy —ni grandes ni pequeños— pero sí que hará cuanto esté en su mano para que los diputados no pierdan el tiempo. Es conocido, desde ayer, que el gobierno se ha auto adjudicado la tarea de administrarle el tiempo al Congreso y velar porque no lo pierda. Encomiable la ministra portavoz ayer prestándose a expresar en voz alta esta pasmosa coartada sobre por qué el gobierno —como diría Yolanda Díaz— se ha declarado en rebeldía constitucional y se niega a hacer su trabajo de presentar a las Cortes los Presupuestos.
Pues no, no se le permite. No se le permite a una portavoz de gobierno inventarse las normas y convertir su desprecio al Parlamento en una suerte de tutela condescendiente para evitar que los diputados pierdan el tiempo. Quién se creerá el gobierno que es para decirle al Parlamento en qué debe ocupar su tiempo.
Como estamos en tiempos de desinformación, de distorsión, de bulos y de realidad alternativa, admitamos que el gobierno se ha doctorado (en todo eso). Doctorado en desinformación, doctorado realidad alternativa. Por supuesto, no es verdad que para presentar Presupuestos haya que tenerlos pactados con nadie. Bien al revés, es en las Cortes donde se pactan y se negocian los proyectos. Para presentar unos Presupuestos, ministra, sólo hace falta presentarlos. Es un engorro la vida parlamentaria, claro que sí; está llena de emboscadas, como dice Iván Redondo; qué pereza, ¿verdad?, tener que hacer los números, sentarte a negociarlos y a discutir enmiendas. Qué engorro esto de la democracia representativa, oiga.
Para presentar unos Presupuestos, ministra, sólo hace falta presentarlos
Como es tiempo de desinformación gubernamental, empecemos por lo relevante y agradezcamos a los ministros que comparecieron ayer que certificaran en público que el gobierno ha perdido ya la votación de los Presupuestos. Dirá usted: pero si no ha habido votación. Ya, pero como no la ha habido porque el gobierno no quiere que se vea que la pierde, cabe decir que el gobierno ha hecho visible que, en la práctica, ya la ha perdido. Tenemos un gobierno que, por falta de apoyo, por falta de ganas, o porque quiere sacudirse los peajes que le reclamarían sus socios, ha tirado por la calle de en medioy desactiva a los socios al precio de desactivar, en este asunto, el Parlamento entero.
Da un poco de pereza tener que recordarle al gobierno derrotado lo que éste ya sabe (y manipula groseramente), pero como refrescar las reglas esenciales de nuestro sistema no es perder el tiempo, sino todo lo contrario, vayamos una mañana más a ello.
- Es falso que para presentar los presupuestos debe haber un acuerdo. Lo primero que hay que hacer con los presupuestos es llevarlos. Luego ya se verá si se acuerdan.
- Es falso que ni el gobierno aprueba los Presupuestos —lo hace el Congreso— ni este gobierno es el mismo que había en 2022 (el de entonces era con Podemos) ni el Parlamento que había entonces es el que hay ahora.
- Es falso que no consta que haya negociación alguna, desde luego no con todos los grupos parlamentarios. Es Sumar quien está reclamando que esa negociación se produzca.
Da un poco de pereza tener que recordarle al gobierno derrotado lo que éste ya sabe y manipula generosamente
Una broma pesada
Es una broma pesada, eso es. O es un chiste de mal gusto, o es causa suficiente para que se cuestione seriamente la aptitud de la portavoz del gobierno para el puesto. Que en un sistema representativo como el que tenemos, en el que el Parlamento encarna a la sociedad, la portavoz de un gobierno llame pérdida de tiempo a un debate parlamentario, el que sea, es inquietante. Que se atribuya la potestad de decidir qué le conviene o le deja de convenir al Parlamento además de inquietante es revelador. Y lejos de ser corregida seguro que los suyos le habrán celebradoel dislate al grito de ‘¡bien dicho!’ Pregunta: ¿Existe de verdad Francina Armengol? Dónde está la presidenta del Congreso cuando se la necesita para defender la dignidad de la Cámara frente a la condescendencia incumplidora del gobierno.
Que en un sistema representativo como el que tenemos, en el que el Parlamento encarna a la sociedad, la portavoz de un gobierno llame pérdida de tiempo a un debate parlamentario, el que sea, es inquietante
Sigamos con la broma pesada. Turno para el ministro de Relaciones con las Cortes (hermoso nombre para un cargo).
Sí, el chiste es malo, es natural que al ministro se le escapara la risa. No sólo porque los que están prorrogados no son los Presupuestos del ejercicio anterior, sino del ejercicio anterior al anterior, sino porque la Constitución no prevé la prórroga como una alternativa a los nuevos Presupuestos —esta falacia gubernamental según la cual es optativo, o presentas o prorrogas— sino como un parche, o solución provisional, hasta que las Cortes aprueben el Presupuesto nuevo. No es sólo que el gobierno haya incumplido ya —lo hizo en octubre— su obligación (y su compromiso) de llevar los Presupuestos a las Cortes, es que desde el uno de enero incumple también su obligación de sustituir cuanto antes la prórroga por unas cuentas nuevas.
El orden de los factores es relevante. Mandato constitucional: primero, el gobierno presenta Presupuestos. Después, si llegado el uno de enero no se han aprobado, entra en vigor la prórroga hasta que se aprueben (sigue siendo obligado el debate) unas cuentas nuevas. No hay que ser un fino constitucionalista para entender que lo segundo es posterior a lo primero. A falsear las reglas del juego se llama tongo. Y cuando son las reglas del sistema parlamentario las que se falsean, el tongo adquiere características preocupantes.
Hay un paso delicado entre el argumentario, o la propaganda, y el choteo. El gobierno decidió ayer dar el paso. Bueno, seamos justos, la parte socialista del gobierno. Que ha elegido tomarse a chirigota la regla constitucional, hurtar al Congreso su capacidad de pronunciarse sobre las cuentas y burlarse, en fin, de la opinión pública. Hasta cuándo, Catilina, seguirás tomándonos el pelo.
A falsear las reglas del juego se llama tongo. Y cuando son las reglas del sistema parlamentario las que se falsean, el tongo adquiere características preocupantes
