Emitiendo hoy desde la redacción del diario La Razón, que ha tenido la gentileza de abrirnos esta mañana sus puertas, bien temprano, para poder sumar a los oyentes de Onda Cero a la celebración del vigésimo quinto cumpleaños del periódico. Veinticinco años contando España. Nada menos que veinticinco años. Cuando nació La Razón, el gobierno lo presidía Aznar. Zapatero aún era un diputado del montón, secretario general del PSOE leonés, sí, pero un diputado más. Pedro Sánchez era un chaval de 26 años, con aspiraciones, no cabe duda, pero formándose aún como asesor en el Parlamento Europeo. (Palabra maldita de la semana pasada, asesor, aclaremos cuanto antes que aunque todos los asesores se llaman asesores no todos se llaman Koldo). Hace veinticinco años, en fin, Paco Marhuenda aún tenía el pelo negro. Y no salía en las tertulias. Creo.
En la primera portada de La Razón salía un encapuchado de ETA y un título que decía ‘primeras condiciones de la banda’. Porque ETA había declarado una tregua y hacía saber sus exigencias para una hipotética negociación con el gobierno. La de minutos que dedicamos todos en aquel tiempo, ¿verdad?, a examinar cada frase y cada palabra que escogían los terroristas para sus comunicados. Ahora ves a un tipo como Josu Ternera en la entrevista que le hizo Évole y se te cae el alma a los pies: cuánta chatarra argumental a la que dimos categoría de finísima política.
Si aquella del encapuchado fue la primera portada, ésta que tengo sobre la mesa es la de hoy.
El secretario general del PSOE, Sánchez Pérez-Castejón, ha dicho este fin de semana que con la corrupción no caben paños calientes. Que hay que ser implacable.
Y para demostrar que es implacable ha declarado que hay que ser implacable. Porque caer, no ha caído nadie. Ha dicho también el secretario general del PSOE que quien hace algo ilícito debe pagar por haberlo hecho.
Y para demostrar que quien la hace la paga ha dicho que quien la hace la paga. Porque pagarla, no consta que nadie haya pagado aún nada. De hecho, no consta que el secretario general del PSOE haya hecho hasta ahora nada distinto que decir cosas, hacer declaraciones. Decisiones como secretario general del partido, si ha tomado alguna no ha informado de ella. Decisiones como presidente del gobierno, tampoco. ¿Qué va a hacer como presidente del gobierno si Ábalos ya fue relevado hace dos años y medio y Koldo salió como había llegado, de su mano? Bueno, a ideas ingeniosas no le gana nadie al equipo del presidente en la Moncloa. Y a golpes de efecto con buena acogida mediática, tampoco. Un presidente de Gobierno puede encargar un auditoría interna sobre la adjudicación de contratos para la compra de mascarillas en los ministerios, se me ocurre. O puede explicar de una vez, abiertamente, si aquello que dicen que le dijo a Ábalos cuando le comunicó su defenestración ----tú sabes por qué--- guarda alguna relación o con este asunto o con alguna otra sombra de sospecha.
Como secretario general del PSOE puede hacer otra cosa: solicitarle abiertamente a quien fue su número tres en el partido, y su portavoz en la moción de censura contra Rajoy, que se vaya a su casa. Todo el mundo ha interpretado este fin de semana, incluido Ábalos, que cuando Sánchez dice caiga quien caiga o cuando María Jesús Montero dice…
…están empujándole a caer, pero expresamente no terminan de decirlo. Y la pregunta, casi automática, es por qué. Dijo Ábalos el sábado en El País: ‘A mí las cosas se me dicen clarito’. Dicen las crónicas: reclama que se le pida el acta por escrito. ¡Y que lo haga su sucesor-capataz del aparato, Santos Cerdán! Dijo por la noche en laSexta: ‘No estoy imputado ni acusado de nada, ¿el motivo para dejar de ser diputado entonces, cuál es?’ Si le piden el acta por escrito se entiende que alguna razón habrán de darle. Y en eso tiene razón. Si la tradición en el PSOE es apartar del cargo sólo a quien está procesado ---ni siquiera imputado--- por qué habría de apartar a Ábalos, que no ha comparecido aún ni como testigo. Esto que el ex ministro dijo aludiendo al PP bien puede aplicarse a su propio partido.
Luego ya, en su entrevista de La Sexta, se agarró Ábalos al comodín, o recurso facilón, de decir que entregar su cabeza es hacerle el juego a la derecha, y que hay una operación orquestada por la derecha política y mediática. Ignoro si incluye ya al diario El País en la operación orquestada, pero es El País quien se refería ayer a este caso como ‘la corrupción en el gobierno de Sánchez’. Presunta, claro. Pero en el Gobierno. De Sánchez.
Que la oposición aproveche la detención de un señor que fue asesorísimo del ministro de Fomento y número tres del PSOE forma parte del abc de la vida política. El propio PSOE tiene experiencia en hacerle lo mismo a gobiernos anteriores. Se le nota, es verdad, al PP una cierta excitación por tener, por fin, una sombra de corrupción que pueda alcanzar, o salpicar, a un Gobierno que hasta ahora estaba limpio. Un cierto afán por desquitarse y demostrar que gúrteles hay en todas partes. El PP tiene prisa por convertir a Koldo en la Gurtel del PSOE. Y no parece que, a día de hoy, lo sea. Hay un Correa, si se quiere, un empresario que obtiene contratos a través de un conseguidor con mano en los ministerios, pero falta un Bárcenas, un guardián de la caja del partido que no sólo se haya forrado, presuntamente, sino que haya evadido su fortuna a Suiza, presuntamente también. Lo de Koldo está más próximo a un Juan Guerra que a un Filesa, a día de hoy. Lo que acabe siendo, lo veremos. Pero un caso engorda en la medida en que van descubriendo vínculos o pruebas, no porque el partido de enfrente quiera inflarlo preventivamente.
A Carmen Fúnez le tocó ayer entonar este salmo incriminante en nombre del PP. Lo que pasa que el PP ha retratado ya a Sánchez tan extorsionado por todo el que se cruza en su camino, que sólo faltaba que lo extorsionase la cuña de su misma madera.