Ya pasó. El abucheo de cada año. Tradicional, como los colores de la bandera en el cielo de Madrid a cargo de la patrulla Águila. Tradicional, como la cabra de la Legión que a veces es cabra y a veces, borrego, o sea, cordero, o sea, un ovejo. Es de especie fluida. Tradicional, como la ausencia de Urkullu y del presidente independentista catalán, da igual cuando leas esto.
El abucheo es una liturgia que secundan con devoción unas cuantas decenas, a lo más cientos, de personas que acuden a la Castellana a participar del acto central de la Fiesta Nacional y aprovechan para convertir la fiesta en vocerío grosero porque de nada se sienten algunos españoles más orgullosos que de silbar, abuchear e insultar al presidente del Gobierno (también da igual cuando leas esto). Sobre todo si pueden hacerlo envueltos en el calor del grupo y en el anonimato de la masa. Si se cruzan con Sánchez de uno en uno, ya te digo yo que ni le insultan ni le abuchean.
Ya pasó el abucheo tradicional de cada año, como la patrulla Águila y la cabra de la legión
A diferencia de todas estas tradiciones, no tiene nada de litúrgico que los reyes tengan que quedarse esperando dentro del coche porque el presidente del Gobierno aún no ha llegado. Y esto es lo que sucedió ayer. Un incidente protocolario. Sin mayor consecuencia, en realidad, que la de ver a Felipe y Letizia con cara de hagamos tiempo y al presidente caminando a paso ligero cuando fue consciente de que tenía a la jefatura del Estado esperando. Lo hizo a propósito, dicen sus críticos, llega tarde para que no le piten, usa a los reyes como escudo humano. 'Yo salí cuando me dijeron', se defendió el presidente en conversación con periodistas, que es un 'a mi que me registren'. ¡Carga el muerto a los responsables de protocolo!, replican sus críticos, que es verdad que no le pasan una, 'los reyes como escudo y a los funcionarios como chivo expiatorio'. El episodio dio mucho que hablar ---tampoco es que ayer hubiera muchos más temas--- y da hoy para escribir una barbaridad en la prensa sobre la personalidad del presidente y su maquiavélica estrategia para devaluar los abucheos. Casi siempre se sobrevalora el talento de los presidentes para el camuflaje.
A la recepción del Palacio Real asistieron casi todos los invitados varones con la corbata en su sitio, incluido el presidente porque en palacio debe de hacer fresco y porque esto de descorbatarse nunca se lo tomó nadie como otra cosa que un ardid publicitario del equipo de imagen y entretenimiento de la Presidencia del Gobierno. Incluido el propio presidente. Lo de Letizia es peor: ella lleva tacones por obligación institucional aún padeciendo, leo esta mañana, neuroma de Morton, dolencia que afecta al metatarso y entre cuyas causas se encuentra utilizar zapatos de tacón alto. Urge que se permita a la reina destaconarse. A estas alturas se ha ganado a pulso la corona: pisa firme aunque sea descalza.
En los legendarios corrillos de palacio es donde se supone que los líderes políticos dicen la verdad a los periodistas
En los legendarios corrillos de palacio es donde se supone que los líderes políticos dicen la verdad a los periodistas porque nadie les está grabando. Bendita sea nuestra ingenuidad. Todo lo que sale de la boca de un dirigente en corrillos como estos es para que se sepa. Todo es, por tanto, interesado. El señor Núñez Feijoo hizo saber ayer que le ha requerido a Sánchez un compromiso por escrito de que secundará la reforma de la ley del poder judicial una vez se haya renovado el Consejo que hay ahora. No es poca cosa: revela que el líder del PP aún le da valor a la firma de Sánchez en un papel, puede que sea el único militante del PP que lo haga.
El presidente comunicó a los periodistas que la reforma del sistema no está sobre la mesa. Hubo periodistas que entendieron que en ningún caso se producirá. Y hubo periodistas que entendieron que no puede ser una condición para pactar ya los nombres. Dijo Feijoo: es que estamos dando la imagen de un intercambio de cromos. Por supuesto. No es una imagen. Es un intercambio de cromos que no terminan de rematar. Porque a los cromos del Poder Judicial se han unido los cromos del Tribunal Constitucional. Claro que esto va de cromos. No es renovar por renovar, es renovar sentando en el sillón a según quiénes. De la lista de jueces enviada por el Consejo los partidos discriminan quiénes son los afines, quiénes los de enfrente. Y en la otra lista, que es la que hacen ellos ---los juristas no necesariamente jueces--- estarán los nombres de siempre. Sólo si el día que consumen su pacto y se difundan los nombres nos vemos todos incapaces de etiquetar las afinidades políticas de cada uno de los veinte podrá afirmarse que algo ha cambiado en los criterios para escoger vocales. Ese día no ha llegado. Y es probable que nunca llegue.
Sánchez acude al Congreso dentro de una hora, pero no a hablar de esto. Es conocido que el Congreso es precisamente el lugar donde los grupos parlamentarios deberían estar buscando una salida al estropicio judicial, pero es conocido también que la Moncloa se ha apropiado indebidamente de esa competencia con la complicidad de la ministra para la Presidencia del Congreso, Meritxell Batet. Acude hoy el presidente a perorar sobre el último Consejo Europeo y las medidas para paliar la estanflación hacia la que nos encaminamos. Se espera homilía de las largas.