Decía Salvador llla durante la campaña que el modelo de gobierno que quería para Cataluña era el que tiene España: del PSOE y Podemos. No sería por la paz que transmite el matrimonio a palos de Sánchez e Iglesias.
‘Esto no puede seguir así’, le decían fuentes del gobierno (de los gobiernos) al diario El País. ‘El PSOE estalla por Iglesias’, titulaba ayer La Razón. ¿Y en qué consiste que el PSOE estalle? Pues en que dicen los socialistas que ‘el vicepresidente usa el gobierno para pagarse la guardería, la niñera y el chalet’. Hemos pasado, como se ve, de la rivalidad política a la cosa personal. Podemos contra Carmen Calvo por sabotear a Irene Montero, y contra Margarita Robles por defender a la corona, y contra Calviño por su ortodoxia presupuestaria, y contra Escrivá por las pensiones, contra Ábalos por el alquiler, contra Campo por el Poder Judicial y contra González Laya por el Sáhara. Y todos ellos contra Iglesias por encizañar, por filtrar y por no gestionar. Éste es el principal reproche que le hacen al vicepresidente: su escasa afición a trabajar, o dicho de otro modo, que todo el tiempo que no dedica a generar discordia lo emplea en holgazanear. Acusación a todas luces injusta porque ver series de televisión en casa no puede considerarse holganza sino formación.
Cuentan las crónicas que esta semana Sánchez e Iglesias quedarán ellos dos solos para intentar recomponer su relación de pareja. Que si sólo les afectara a ellos no pasaría de ser carne de Lecturas o de Semana: agravios y reproches de dos que nunca se quisieron. Pero que como son el presidente de nuestro gobierno (el único que hay, señora) y su vicepresidente, ocurre que el desgobierno que transmiten no ayuda a generar confianza. Máxime si la discordia debilita la reputación exterior de la democracia española.
Va a ser interesante ver cómo arreglan lo suyo Sánchez e Iglesias justo cuando se da por hecho que con quien ya se ha puesto de acuerdo el primero es con Pablo Casado para el tradicional cambio de cromos en el Consejo General del Poder Judicial. Como nos viene contando Juan de Dios Colmenero, es inminente el anuncio de este otro casamiento, al que Iglesias no estaría invitado.
Hace dos lunes le pregunté aquí a Pablo Casado por la renovación del Consejo del Poder Judicial, pendiente desde hace más de dos años.
Traducido: en cuanto Sánchez le haga saber a Iglesias que no le toca, en el reparto, elegir a un solo vocal el pacto está hecho. Hace dos años acuérdese, ya tenían repartidos el PSOE y el PP los veinte vocales del Consejo. Incluso llegaron a anunciar a quien elegirían esos vocales como presidente: Manuel Marchena. El acuerdo descarriló porque se filtró un sms de Cosidó y Marchena se borró de la operación. Dos años después lo que habría querido Podemos es que se cambiaran las reglas para que la mayoría gubernamental pudiera repartirse doce de los veinte vocales del Consejo: cuatro para el PSOE, tres para Podemos, un par de ellos para Esquerra, otro para Bildu, algo así. El pasteleo de siempre, pero entre los socios de gobierno.
Naufragó el empeño morado. El ministro de Justicia hizo prevalecer su criterio, las reglas no se cambian y el acuerdo se alcanza con quien se alcanzó siempre, el Partido Popular. Más en concreto, con Enrique López. Ahora los grupos parlamentarios del PP y el PSOE fingirán que el acuerdo lo han alcanzado ellos (aunque sólo sea porque la ley establece que a los vocales los elige el Parlamento, ¿verdad?) y añadirán que también han pactado un nuevo Defensor del Pueblo (calienta, Gabilondo, que sales) y una nueva dirección para Radio Televisión Española. La pregunta es: ¿y Podemos qué dice de todo esto? O preguntado de otro modo: ¿cómo lleva Podemos que Sánchez lo esté convirtiendo en un florero?
Tardó en decirlo, pero lo dijo. El viernes pasado. Pedro Sánchez.
Con lo rápido que es para escribir un tuit cuando alguien gana una competición, o cuando alguien fallece, y los tres días de incidentes que se le fueron antes de proclamar esto. Y los diez días que dejó pasar antes de proclamar la plenitud de la democracia española.
Y así es cómo, con el vicepresidente del gobierno de España predicando que el pobrecito Puigdemont es un exiliado que se ha jodido la vida por sus ideas –-es decir, que se ha tenido que expatriar para poder seguir siendo independentista— el Parlamento europeo tiene que decidir si levanta la inmunidad parlamentaria al personaje. Mañana se produce la primera decisión, en la comisión correspondiente del Parlamento, y si el resultado es favorable a la petición (y contrario al falso exiliado) pasará el asunto al pleno para que se vote. Que luego la justicia belga entregue, o no, al compadre de Iglesias es otro cantar, pero que al menos quede claro que la justicia española no le reclama por nada relativo a su labor como eurodiputado sí sería interesante. Más que nada porque la historia es al revés: no es a un eurodiputado a quien se quiere juzgar en España, es al ex gobernante catalán que lideró una sedición y que para salir impune de sus actos se fugó a Bruselas y concurrió después a las elecciones europeas para dotarse de una protección a posteriori Los eurodiputados lo son en representación del país por el que han sido elegidos, y no parece que Puigdemont haya tenido nunca intención de representar a España y a los cuarenta y siete millones de españoles. Después de todo trató de hurtar a cuarenta de ellos su derecho a decidir sobre dónde empieza y termina España.
Ahora que Sánchez ya ha dicho que la violencia callejera nunca está justificada...sólo falta que antes de sentarse a hablar con Iglesias de lo suyo le exija lo mismo que le exigió a Torra en 2019 para cogerle el teléfono: que condenara con claridad los sucesos violentos. Y Torra decía: que ya he condenado. ‘¡No lo bastante!’ Condene de verdad o es sospechoso de inducir a los que pegan fuego. El vicepresidente de Sánchez, tan dado como él (o más) a publicar tuits sobre asuntos de actualidad, no ha creído necesario extenderse sobre esto de los disturbios callejeros. Igual porque la anomalía es tener una tienda de deportes, o de carcasas de móviles en Barcelona, y que una panda de chorizos encapuchados te la saqueen al grito de libertad para Pablo Hasel con total impunidad y para vender luego lo robado y hacer caja.
Ayer dijo Salvador Illa que quien no defiende a la policía está inhabilitado para gobernar.
Pero se refería a Junts per Cataluña, no a Podemos.