Montero rectifica
A la espera de que Donald Trump ponga hoy el huevo —el mega huevo proteccionista de los aranceles con los que viene amenazando, y mareando, al resto del mundo desde hace dos meses—, celebremos que en España se haya obrado el milagro de que una dirigente política, que a la vez que gobierna el país lidera la oposición en Andalucía (y prácticamente vive ya en Sevilla), haya pedido disculpas por decir una insensatez. María Jesús Montero. Le preguntaron anoche si pudo equivocarse cuando dijo que era una vergüenza que la presunción de inocencia esté por delante del testimonio de quien acusa.
Si mis palabras no fueron las correctas. Bueno, no es que no fueran correctas, es que fueron una aberración. No hace falta ser jurista para saberlo. Bien está que rectifique, aunque sea con tanto condicional previo y después de haber imputado al PP haberla tergiversado. Habrá quien diga, y no le faltará razón, que cuando tardas tres días en corregir lo dicho y sólo cuando se ha hecho evidente que le has creado un problema al gobierno del que eres número dos y has sido reprobada por la judicatura y la abogacía la rectificación puede sonar poco sincera, pero es rectificación al fin y al cabo y como tal debe ser recibida. Y aplaudida.
Bien está que rectifique, aunque sea con tanto condicional previo y después de haber imputado al PP haberla tergiversado
Lo siguiente sería disculparse con las juezas del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña a las que hizo pasar poco menos que por personas insensibles ante el sufrimiento de la víctima, ignorantes de la perspectiva de género y sometidas a la voluntad de los poderosos y famosos. Sin ánimo de empañar su paso atrás, recuérdese que la tesis completa de María Jesús Montero fue ésta: famosos que, por el hecho de serlo, poderosos y con dinero, se pueden permitir un abogado tan listo que, al parecer, embauca a las cándidas juezas de un Tribunal Superior de Justicia. Quiero decir que el desdén no fue sólo a la presunción de inocencia, fue al trabajo de una jueza de apellido Vivas, ponente de la sentencia, tan comprometida, al menos, como la ministra en la erradicación de la violencia machista y con tanto currículum, al menos, como ella en la lucha por la igualdad y la perspectiva de género. Qué fácil es pensar que las demás son peores que tú.
Recuérdese que la tesis completa de María Jesús Montero fue ésta: famosos que, por el hecho de serlo, poderosos y con dinero, se pueden permitir un abogado tan listo que, al parecer, embauca a las cándidas juezas de un Tribunal Superior de Justicia
Rectificando y todo, persevera Montero en confundir lo que dice la sentencia y lo que no dice. Admite que no es jurista —alguna sospecha ya teníamos—, pero invoca la jurisprudencia del Supremo nada menos para concluir con esta sentencia.
Sí, naturalmente que es incompatible. Los juicios tratan precisamente de eso. De si prevalece la presunción o decae ante las pruebas de culpa. Por eso la presunción de inocencia se levanta en aquellos casos en que el tribunal entiende que el testimonio de la víctima prueba que la agresión sexual se produjo (mayoría de casos juzgados). Y por eso este tribunal sostiene que la presunción de inocencia permanece, en este caso, porque el testimonio de la víctima no le parece suficientemente fiable como para anular esa presunción. Es lo que tienen las causas judiciales, que llegado el momento de emitir sentencia hay que decantarse.
Es lo que tienen las causas judiciales, que llegado el momento de emitir sentencia hay que decantarse
Para este tribunal la elección estaba entre condenar al acusado, teniendo dudas sobre la solidez de la prueba, o exonerarle a riesgo de dejar sin castigo un delito. Cuando se dice que el nuestro es un sistema garantista se trata, precisamente, de esto. En caso de duda, entre condenar injustamente a un posible inocente o absolver injustamente a un posible culpable, el sistema garantista escoge lo segundo. Porque entiende que meter en prisión a alguien que a lo mejor es inocente es más duro que dejar en la calle a alguien que a lo mejor es culpable. Aunque pueda parecer lo contrario escuchando a algunos gobernantes, sucede que los jueces y las juezas suelen tener más dudas que estos políticos tan seguros siempre de quién merece condena, quién absolución, quién indulto y quién, amnistía. Se ha convertido en un lugar común decir que las sentencias pueden criticarse —sólo faltaba— pero la crítica, para que tenga alguna utilidad, debe empezar por asumir lo que la sentencia dice. No lo que a cada uno de nosotros le gustaría que hubiera dicho.
Entiende que meter en prisión a alguien que a lo mejor es inocente es más duro que dejar en la calle a alguien que a lo mejor es culpable
Antes de que la vicepresidenta uno se disculpara y tratara de poner fin a la tormenta, habían sucedido dos cosas. Una, que los vocales del Poder Judicial habían aprobado, por unanimidad, una declaración en la que le explicaban a la ministra en qué consiste esto de la presunción de inocencia pero teniendo la generosidad de no mencionarla por su nombre. Y dos, que sus colegas de gabinete Alegría y Marlaska chapotearon como pudieron en la polémica en el empeño, tan propio de este gobierno, de decirle a los demás lo que tienen que hacer en lugar de mirarse un poco al espejo. Empezó la ministra Alegría versionando lo que dijo Montero el sábado y atribuyéndolo al desconcierto.
Tan propio de este gobierno, de decirle a los demás lo que tienen que hacer en lugar de mirarse un poco al espejo
Un ciudadano corriente puede sentir desconcierto y decir lo primero que se le ocurra. Una ministra, no. Porque a los ministros se les presuponen nociones básicas (aunque sean muy muy básicas) de cómo funciona la Justicia. Como ha recordado el CGPJ en su comunicado, que un tribunal superior corrija la sentencia de una Audiencia Provincial es el pan nuestro de cada día. Sorpresa: justo por eso existen los recursos. Para que una instancia superior (con juezas con más galones) revise lo que interpretó la inferior. Más sorpresas: es posible que el Supremo corrija también esta sentencia de ahora. De nuevo, se llama sistema de garantías. Menos desconcertarse las ministras y más hacer, ¿cómo es?, pedagogía.
Grande Marlaska, que en una vida anterior fue juez y en otra aún más anterior vocal del Poder Judicial, se permitió, sobrepasado de paternalismo, aleccionar a las juezas del Tribunal Superior de Cataluña para que expliquen mejor sus resoluciones.
Se llama sistema de garantías. Menos desconcertarse las ministras y más hacer, ¿cómo es?, pedagogía
La jueza Vivas explica muy bien su sentencia (precisamente por lo bien que lo explica es por lo que se puede discrepar racionalmente de su criterio). El ministro Marlaska, sin embargo, que como juez pudo haber explicado ayer mismo los fundamentos jurídicos de esa sentencia, no lo hizo. Pudo habérselos explicado a los periodistas allí presentes, a la portavoz desconcertada y a la vicepresidenta mitinera. Y no lo hizo. Respeto a las resoluciones judiciales. Para evitar toda esta polémica habría bastado con que el gobierno se hubiera abstenido el viernes y el sábado de agarrar la sentencia absolutoria como munición mitinera. Y que María Jesús Montero hubiera renunciado a presentarse ante su amado público como adalid desencadenada de la justicia frente a estas juezas miopes, defectuosas y retrógradas.
