Hoy todos somos el comisario Reynders. Didier Reynders, belga, sesenta y cuatro años, ex ministro de Finanzas, de Asuntos Exteriores y de Defensa. Liberal, para más señas. Y comisario de Justicia de este grupo de países diversos, y con sistemas judiciales no muy armonizados, que llamamos Unión Europea.
Hoy todos somos Reynders. Y no sólo porque le haya sorprendido en Kiev la nueva embestida de Vladimiro I con su lluvia de misiles. Refugiado en el sótano de su hotel tal como miles de habitantes de la capital de Ucrania se refugiaban en los sótanos de sus casas o de edificios cercanos.
Los españoles somos Reynders porque el Gobierno y el PP nos han colocado a todos la misma mercancía averiada que antes le colocaron a él. Cuando vino el hombre, con el caso azul, en misión pacificadora. Con las bromas que se hicieron sobre este comisario hace dos semanas. También en este programa. ¡O sobre todo en este programa! Admitámoslo, hoy que todos somos Reynders. Vino el comisario a interesarse por lo del CGPJ, echó un rato con el ministro Bolaños, echó otro rato con González Pons, y salió el hombre convencido de que el Gobierno y el PP estaban claramente comprometidos para renovar el Consejo muy muy pronto. Las bromas que hubo de soportar el comisario. Sobre todo, lo admitimos, en este programa. Que en qué mundo vivía, que en qué idioma le habían hablado, que de dónde se sacaba que fuera a haber un acuerdo si ni siquiera había podido sentar en la misma mesa a González Pons y a Bolaños.
Estimado comisario, ahora ya lo entendemos todo
Estimado comisario, ahora ya lo entendemos todo. No es que usted sea un alma cándida, un pichón que se deja enredar por el lenguaje de madera de sus colegas los políticos patrios. Es que a usted le debieron de hacer el mismo número de ilusionismo con que fuimos obsequiados todos ayer. ¿Escenario? El Palacio de la Moncloa. ¿Saben aquel que diu que se juntan Sánchez y Feijóo, echan un rato largo a solas, sobreviven ambos al trago, llaman a sus alfiles Bolaños y Pons, echan otro rato largo, y al cabo de tres horas charlando anuncian a la opinión pública, como quien acaba de ver pasar un cometa iluminando el cielo, que van a hacer un último intento para ponerse de acuerdo en cómo renovar el Consejo? ¿Saben aquel que diu que después de seis meses mareando la perdiz sale un ministro a prometer que ahora ya sí, ahora se comprometen a negociar en serio?
Con todo el afecto que tengo, de verdad, a los dos interlocutores, escucharles ayer produjo un enorme embarazo.
¿Perdón? ¿Cómo que última oportunidad? su obligación no es intentarlo, es resolverlo
¿Perdón? ¿Cómo que última oportunidad? ¿Qué es eso de un último intento? Último, ¿por qué? En esto no hay últimos intentos. Hay una crisis institucional que ustedes mismos dicen que es gravísima. Son ustedes quienes se han arrogado, ignorando al resto del Parlamento, la misión de pactar la elección del CGPJ y el Tribunal Constitucional. Luego tendrán que seguir ocupándose de ello hasta que consigan resolver el estropicio. Porque su obligación no es intentarlo, es resolverlo.
Ahora ya, en serio, dijo el ministro de la Presidencia. ¿En serio? ¿Hasta ahora que han estado, de fogueo? Cuatro años con la renovación pendiente del Consejo. Bueno, Feijóo dice que él acaba de llegar, que lo de antes, con Pablo Casado, tendrá que explicarlo Casado. Lo que usted quiera. Cuatro años con la renovación pendiente. A la que ahora se suma la renovación del Constitucional. Y a la que ahora se suma la espantada del señor Lesmes. Sánchez y Feijoo llevaban ciento sesenta y siete días, decía El País, sin verse mano a mano (el debate en el Senado no cuenta). Ayer dimite Lesmes, se reúnen sin necesidad ni de preparativos ni de cuadrar agendas ---sí, se puede, que diría Podemos--- y constatan ambos que la crisis es grave. De eso se trataba, entonces, de que no parezca que el Poder Judicial se desmorona mientras ellos tocan la lira. Al contrario, que se vea que son ellos quienes se dejan la piel ---esto lo diría Yolanda Díaz--- para solucionar el problema.
El problema es que, ahora ya en serio, último intento, ayer no solucionaron aún nada. La noticia, dijo Pons, es que el Gobierno no nos ningunea. La noticia, dijo Bolaños, es que tenemos voluntad de una solución rápida. Ya, pero ¿qué ha cambiado en la posición de cada uno? Porque durante meses, y meses, y meses, cada cual ha ido cavándose una trinchera para obligarse a no salir de ella. El PP, con su larga lista de condiciones cambiantes: ahora, que si no nos vale el juez De Prada, ahora que si no puede participar Podemos, ahora que si hay que cambiar la forma de elegir vocales, ahora que si hay que negociar a la vez el Constitucional, ahora que si, ahora que si para acabar siempre en que no. El Gobierno, con la negativa a tocar una sola coma de la ley que regula cómo se elige al Consejo, que si la soberanía nacional, que si el Poder Judicial emana del pueblo, que si qué sabrá el comisario de lo que nos conviene hacer en España, que si mejor maniatamos al Consejo para que no pueda hacer nombramientos. Cuando te cavas la trinchera, a ver cómo sales de ella sin ondear la bandera blanca de quien acepta, rindiendo la plaza, que ha perdido la batalla.
¿Qué ha cambiado para que, ahora en serio, último intento, digan ustedes que el acuerdo es posible? le preguntaron ayer los periodistas a Pons y Bolaños. Y ninguno alcanzó a explicar no sólo que haya cambiado algo, sino que estén por la labor de cambiarlo. Lo más cerca que estuvimos de escuchar algo nuevo fue este momento raro en que le preguntaron al ministro si el gobierno estaba abierto a aceptar una reforma del sistema de elección de vocales para el futuro y no se revolvió harto de que le preguntemos siempre lo mismo.
Más que una fisura en la posición del gobierno pareció que el ministro evitaba empañar la operación último intento. Que no parezca que esto de hoy es más de lo mismo. Que no parezca que esta vez tampoco va en serio.
El Congreso, presidente, no es una extensión de su huerto
Ahora lo entendemos todo, comisario Reynders. A usted le dijeron esto mismo y concluyó que el compromiso de ambas partes es sincero. No le arriendo la ganancia, comisario. La noticia, en rigor, es que sigue sin haber acuerdo. Ni renovación del Consejo. Ni elección de magistrados del Constitucional. Ni reforma del sistema. Ni presidente del Poder Judicial.
Y abandonada, además, toda esperanza de que la presidenta del Congreso dé alguna vez la batalla para devolver al Parlamento el papel que le ha sido usurpado por el Gobierno y por el PP. Esto ya es predicar en el desierto, pero la elección de vocales y las reformas legales son competencia del Parlamento. Estos asuntos se tratan, o se negocian, en la Carrera de San Jerónimo, no en la Moncloa. El Congreso, presidente, no es una extensión de su huerto.