OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Volantazo a la derecha en Alemania"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre la salud del papa Francisco sobre los resultados de las elecciones en Alemania y sobre la guerra de Ucrania.

Carlos Alsina

Madrid |

El décimo primer día que pasa el Papa en el hospital, y pendientes los católicos de todo el mundo -no sólo ellos- del parte médico que va actualizando el equipo médico (habitual). En los próximos minutos informará de cómo ha ido la noche. El último de ayer, tras el susto del sábado por la crisis respiratoria, mantiene que la situación de Francisco es crítica, sin que se hayan producido nuevos problemas respiratorios pero con primeros episodios de insuficiencia renal. Con todo, pudo dictar ayer un mensaje para las redes sociales agradeciendo las muestras de afecto que le llegan y la dedicación de los médicos.

Giro de Alemania a la derecha

Si está atento a los medios -que éste siempre ha sido un Papa pendiente de la actualidad- sabrá que dos cuestiones mandan en la crónica de este día. Primero, el giro de Alemania a la derecha. Muy a la derecha.

No tanto porque las elecciones generales las haya ganado con claridad la CDU -el PP de allí, para entendernos- como porque uno de cada cinco votantes ha escogido a la extrema derecha. Resultado récord para este partido llamado Alternativa para Alemania que hace siete años se estrenó con el trece por ciento del voto (tercera posición), en el 21 cayó al 10% y la quinta plaza (se interpretó que la ultraderecha remitía y la izquierda resurgía en Alemania y que ahora, al cabo de tres años de gobierno de izquierda, salta al 20% del voto y la segunda plaza.

Alemania gira muy a la derecha y se hunde el Partido Socialista, o (allí) Socialdemócrata. Del 26% al 16%. Olaf Fiasco Scholz, recibido por sus correligionarios europeos hace tres años como revulsivo de las izquierdas, deja un país en crisis económica aguda y con la ultraderecha en máximos.

Su futuro -hay poca duda- pasa por irse a su casa y dejar sitio al siguiente. Es probable que ni siquiera sea él quien negocie con el próximo primer ministro, Friederich Merz, las condiciones del pacto que haya posible un gobierno estable en el Parlamento y en el que no moje la extrema derecha. En el debate post electoral -otra interesante tradición alemana-, el ganador Merz le dijo en este tono a la señora ultra Weidel que no esperen su llamada.

Sánchez se va quedando aún más solo como gobernante de izquierdas en Europa

El presidente Sánchez, que en 2021 celebró como propia la victoria del Partido Socialdemócrata, pasa de puntillas esta vez por el naufragio -qué remedio-, se va quedando aún más sólo como gobernante de izquierdas en Europa y aprovecha el naufragio de la izquierda en Alemania para celebrar cuán moderada le parece la derecha. La de allí, se entiende.

Porque el PP alemán no quiere saber nada de la ultraderecha mientras que el de aquí -para Sánchez todo desemboca en la competición española- está tutelado por Abascal. Salmo responsorial al que el presidente está abonado lo mismo cuando Mañueco pacta con Vox que ahora que Vox rompió todos los gobiernos de coalición porque veía al PP entregado a la política migratoria del PSOE.

Sánchez no analiza la política ni alemana ni europea, la utiliza para que siempre acabe dándole en la cabeza a Feijóo. Hoy, por ejemplo, no escucharemos un análisis del PSOE sobre por qué gobernando la izquierda se ha puesto la ultraderecha en el 20% del voto en Alemania -en el 14% aquí, dicen los sondeos-, lo que escucharemos es un canto al veto que el PP alemán tiene puesto a Vox, digo a Alternativa para Alemania. Que es verdad que se lo tiene puesto, más o menos, pero porque cuenta con el Partido Socialista para poder mantener a los ultras a dos velas.

Quien impide que la ultraderecha toque poder es aquel que, sabiendo que los números no le dan para formar gobierno de izquierda, se ofrece a quien sí los tiene para evitar, precisamente, que negocie nada con la extrema derecha. Justo lo que Sánchez nunca ha permitido que sucediera en España. Siempre le interesó más explotar electoralmente los pactos del PP con Vox que ofrecerse para evitar que esos pactos se produjeran.

Tres años de la guerra en Ucrania

Hace hoy tres años, este programa empezó con el sonido en directo que nos llegaba de Kiev y la voz de Xavi Colás.

En directo nos sorprendió la primera sirena que alertó a los habitantes de la capital para que buscaran refugio. Putin había iniciado dos horas antes la invasión militar de Ucrania. Los misiles volaban ya desde territorio ruso hacia las principales ciudades del país agredido.

La mañana siguiente se temía que fuera cuestión de horas la toma de la capital y la caída de todas las instituciones ucranianas. Había sido atacado el edificio de la televisión, una caravana de blindados había cruzado la frontera con Bielorrusia (el camino más corto) y los primeros soldados rusos habían sido vistos a apenas nueve kilómetros del centro de Kiev. Y Xavi Colás seguía informando.

Tres años después tres años de agresión, de civiles y militares muertos, de refugiados expatriados, de ciudades destruidas, la Casa Blanca es la Casa Trump y el gobierno de los Estados Unidos culpa a Ucrania de haber conducido a Putin a invadirla, blanquea el expansionismo del caudillo ruso, blanquea (de hecho) su modo de ejercer el poder, exterminando a la oposición, y extiende la alfombra roja a Putin para que escoja qué parte de Ucrania le apetece que sea, en adelante, rusa.

Tres años después, es Trump quien hace pandilla con Putin para destruir a Zelenski y acabar con las instituciones ucranianas.

Zelenski, más por refutar a Trump cuando le tacha de dictador que porque tenga verdadera voluntad de apartarse, alegó ayer que él está dispuesto a renunciar si, a cambio, Ucrania es bienvenida en la OTAN.

No es amago de retirada, más bien es resarcirse de la maniobra que Trump ha puesto en marcha contra él. Sostenido ya, más que apoyado, por la Unión Europea, hoy recibirá la visita, oportuna, de los dos cargos más altos de la Unión, la señora Von der Leyen, del PP, y el señor Costa, del Partido Socialista. Las dos formaciones políticas más representativas de Europa y las dos que con idéntica determinación vienen respaldando a Zelenski y al pueblo de Ucrania desde hace tres años. Ambos partidos, y sus dos versiones españolas, el PP y el PSOE, comparten diagnóstico y política para Ucrania, aunque el PSOE y el PP, aquí, se empeñen en que parezca lo contrario. Hoy mismo, el presidente Sánchez estará en Kiev para reafirmar el apoyo español a la soberanía e integridad territorial de Ucrania y el PP, que podía haberse limitado a celebrar esa presencia en la medida en que refleja su propia postura, trata de caricaturizarla y vaciarla de contenido recurriendo a este argumentario de quinta. Adelante Bendodo.

Bendodo en lugar de a un presidente ve un maniquí. Hoy FeijÓO ha convocado a Trillo, Cospedal, Ana Palacio, Margallo y algunos analistas para estudiar el asunto ucraniano y esto de Trump. Que no se diga que el PP no tiene política internacional, y ex ministros, sobre todo, muchos ex ministros. Y sobre todo, que no se diga que es una pose porque a Feijoo, a diferencia de Sánchez, sí que le preocupa la guerra de verdad. Y así, todo.

Santiago Abascal, ese estadista, líder del PTPE, Partido Trumpista Putinista Español, antes Vox, se lo pasó en grande este fin de semana en la cumbre trumpista de Washington, donde Steve Bannon levantó el brazo e hizo el saludo nazi, qué simpático. Va a ser interesante saber si Abascal, trumputinito, saludará a partir de ahora así a sus devotos, como discípulo que él mismo es de Bannon.

El presidente Sánchez, que acierta yendo hoy a Kiev y acierta señalando la comunión entre Abascal y Donald Trump (a quien ya no nombra), se equivoca tirando de brochazo para colgarle al PP la etiqueta anacrónica, y gratuita, de colaboracionista por haberse entendido con Vox en algunas autonomías.

Nunca se ha distinguido el presidente por su afición al estudio de la Historia, o por sus lecturas, más allá de tres o cuatro referencias que le han metido en algún discurso sobre la Segunda República Española a mayor gloria de Largo Caballero. Los colaboracionistas de hoy son aquellos que culpan a Ucrania y a la OTAN de los abusos de Rusia y predican el entreguismo a Putin camuflado en un pacifismo beatífico. Y si Sánchez busca colaboracionistas de ésos, igual no hace falta que busque fuera de su propio gobierno de coalición.

PP y PSOE comparten diagnóstico sobre Ucrania

Los dos partidos nacionales que comparten diagnóstico y posición sobre Ucrania -y sobre Putin y sobre el plan de Trump para blanquear a Putin- se llaman PSOE y PP. Si el presidente quiere sonar creíble en su apelación al europeísmo, debería empezar por ensalzar aquello que hizo posible, y ha traído hasta hoy, el proyecto europeo: que es el entendimiento, la concertación, entre las dos grandes familias políticas del continente: conservadores y socialistas. Europeísta sería convocar hoy mismo a Feijoo para acordar una posición común ante la cumbre europea de la próxima semana, sobre la política de Defensa y sobre el presupuesto militar. Señalar a Feijoo como colaboracionista no es ejercer el europeísmo, es usarlo como coartada para sus ambiciones domésticas.

Monólogo de Alsina: "Volantazo a la derecha en Alemania"