Temporada de exámenes. Bachilleres de Cantabria, Murcia, La Rioja y Madrid son los primeros en pasar el trago. En pie todos ellos ya a esta hora ---seguro que sí--- para llegar despejados al campus y llevando consigo todo lo que necesitan para demostrar allí lo que saben.
Abren camino los estudiantes del Bachillerato de Ciencias con los exámenes de Literatura e Historia de España. En vilo los examinandos y en vilo sus padres y sus madres. Y sus profesores del instituto, que a su manera, también se examinan.
Llegó el fin de curso futbolero. Premio de consolación para el Madrid, quedar segundo por delante del Atleti. La Real estará en Champions, como el Sevilla, y el Valladolid estará en segunda, como el Español y el Elche. Y con el fin de curso ha llegado el final de la etapa madridista de Benzemá: el adiós de un clásico. Luego nos contará Edu García.
Fin de curso político
Y llega el fin de curso político. Solapado éste con el comienzo del nuevo curso autonómico y municipal. La semana que viene se constituirán los ayuntamientos y tomarán el bastón los nuevos alcaldes y alcaldesas surgidos del vuelco político de hace dos domingos.
Y a partir de la semana que viene se irán constituyendo los nuevos Parlamentos autonómicos, primera prueba para los pactos que van a requerir los aspirantes a presidentes que no han tenido mayoría absoluta: los Mazón, los Azcón, las Prohens, las Sáenz de Buruaga, las Guardiola. Y las Chivite, claro, que es del PSOE pero tiene amarrada la coalición con Geroa Bai y Podemos siempre que Otegi no le arruine los planes.
Comienzo de etapa municipal y autonómica y campaña en marcha para las elecciones generales. El examen final de julio. El día del juicio final. Que llegará con los estudiantes de vacaciones y sin cálculo aún conocido de cuántos de ellos que podrían votar por primera vez pasarán de hacerlo precisamente por la fecha elegida. Porque estarán haciendo el interrail. En qué hora, debe de estar pensando Sánchez. A ver si van a estar conociendo Ámsterdam justo cuando él confiaba en que le votaran a él por tenerles tan presentes en sus oraciones. Claro que según las encuestas los nuevos jóvenes votantes son más de derechas que de izquierdas. Que igual por eso les ha puesto Sánchez las elecciones a final de julio, para que ni se asomen por los colegios electorales.
El sábado estuvo la vicepresidenta-en-campaña Nadia Calviño en la feria del libro. E hizo unas declaraciones a Televisión Española, con esta costumbre tan de Calviño que es que el periodista le pregunta y ella, al responder, en lugar de mirarle a él mira a cámara, como fuera un tik tok o un Instagram, que no han tenido el eco merecido. Primero, por esta defensa personal de su jefe que revela hasta qué punto es consciente de que, en general, cae muy antipático.
Ay, si el pueblo conociera al Pedro verdadero, qué diferente sería todo, eh, ministra. Segundo, porque confiesa como si tal cosa Calviño, número dos del gobierno de España, que ella estaba tan a por uvas de que Sánchez iba a adelantar las elecciones como usted y como yo. Con la diferencia de que ella estuvo hablando con Sánchez el domingo y el lunes.
Pues menos mal. Es un caso claro de telepatía. Él anunció justo lo que ella pensaba que debía anunciar. Pero atención al asunto: ¡habló con el presidente el lunes! Cuando él ya había decidido el adelanto de madrugada, con sus dos escuderos y ¿con quién más, presidente?
ahora toca olvidarse de aquello de dar aire a Yo Yolanda como segunda marca y pedir que toda la izquierda vote al PSOE. Y le sale esto
Eso, con su conciencia. Ha decidido convocar. Habla con su vicepresidenta primera el lunes por la mañana, ¡y no se lo cuenta! A ver si es Calviño quien no se ha enterado aún de como es el verdadero Sánchez. Naturalmente, la vicepresidenta-en-campaña interpreta los signos que emiten los hombres del presidente ---todo hombres--- y concluye que ahora toca olvidarse de aquello de dar aire a Yo Yolanda como segunda marca y pedir que toda la izquierda vote al PSOE. Y le sale esto.
A Podemos lo da por extinguido ---mañana tendrá enfrente en el Consejo de Ministros a Irene Montero y a Ione Belarra y pensará que son Nicole Kidman en Los Otros, ay si ellas supieran que ya están enterradas---, pero es que a Yolanda la retrata como un estorbo para la izquierda. O aún peor, una esperanza para las derechas. Votar a Yolanda es votar a Abascal. Que lo sepa la vicepresidenta segunda: ha pasado de ser la aliada natural, y necesaria, para reeditar el gobierno de coalición a ser la aliada encubierta de Vox para que ese gobierno no salga.
Hay que entender que los hombres del presidente dan tantos bandazos a sus tácticas electoreras que las ministras ya no saben qué es lo que toca. A ver, tampoco es que a Calviño vaya a costarle mucho a estas alturas desear la peor suerte electoral del mundo a Yolanda Díaz. Las han tenido tiesas toda la legislatura.
El que ya se da por finiquitado es Alberto Garzón. En un arrebato de realismo se ha quitado de en medio él a sabiendas de lo caro que está colocarse en un buen puesto en las futuras listas de Sumar Podemos o Podemos Sumar. Mucho mejor irse uno que esperar a que lo inviten a dejar paso al siguiente. Confirmó su decisión el ministro ayer ante lo que queda de Izquierda Unida y con esa pasión que pone Garzòn a los textos que lee. Esa pasión tan de notario a última hora del día, deseando cerrar ya la oficina.
Pues nada, a seguir trabajando. De tomarse unos botellines con Iglesias hace siete años a dar por amortizado a Iglesias y reducir a Podemos a un satélite más de la constelación que ha de girar ahora en torno a Yolanda.
Estamos en la cuenta atrás para el casamiento, nada feliz, de Díaz con Iglesias
Estamos en la cuenta atrás para el casamiento, nada feliz, de Díaz con Iglesias. El viernes termina el plazo para formalizar coaliciones electorales. Yolanda y Pablo. La pareja que una vez pareció feliz ---lo pareció--- y cuya historia empezó a torcerse el día que ella empezó a ejercer la vicepresidencia que él le había dejado en herencia y él se tomó muy a mal, reconvertido en propagandista sonoro, que se le emancipara. Y se terminó de torcer cuando el solo sí es sí naufragó con Irene Montero dentro y Yolanda se puso de perfil en lugar cerrar filas contra los jueces que no sabían aplicar aquella ley extraordinaria. Es verdad que, cuando llegó la hora de votar, Yolanda votó que la ley se quedara como estaba porque no veía motivo para tener que corregirla. Sobre aquello se ha esforzado en correr un tupido velo.
Temporada de exámenes. Las encuestas sostienen que, en el mejor de los casos, Yolanda conseguiría empatar al Pablo Iglesias de 2019, treinta y cinco escaños. Nada que ver con el Podemos de 2016, aquel que superó los setenta y trató de tú a tú al PSOE. Ahora los socialistas aspiran a la absorción total. Y a llevarse por delante, quién nos ha visto y quién nos ve, a Yolanda Díaz.