EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: Cada vez que se publica el informe PISA, España se sume en la desolación

Les voy a decir una cosa.

Tiene once años, ha empezado a escribir una novela, es capaz de explicar con todo tipo de detalles cómo se generó el universo y tiene teorías propias que le llevan a discrepar, educadamente, de Stephen Hawking.

ondacero.es

Madrid | 01.04.2014 20:11

Sus padres están orgullosísimos de él porque en la última prueba que le hicieron para medirle el cociente intelectual obtuvo 162 puntos, dos más que Einstein. El inteligentísimo chaval se llama Mihail, es hijo de padres rumanos y vive en Dover, Reino Unido, Ésta es la parte decepcionante de la noticia, que el prodigio de criatura ni es español ni ha participado en el examen PISA, una pena porque seguro que nos habría subido la media.

Como cada vez que se publica este informe sobre aptitudes de los estudiantes, el PISA, España se sume en la desolación. Hoy también, y encima se presentó el informe, estreno mundial, precisamente en España, sal en la herida. Un día más te preguntas cómo es posible que siempre salgamos en el pelotón de cola, quién fuera japonés, singapurense o surcoreano para sacar pecho en días como éste. Los asiáticos, que van por delante en todo: da igual lo que se les mida, con perdón: matemáticas, ciencias, comprensión lectora, ellos siempre los primeros, nosotros siempre de la mitad para abajo.

Nuestra última esperanza era esta otra prueba cuyos resultados aún no habían salido: la resolución de problemas de la vida real, como dicen las crónicas, no a qué velocidad debe ir un camión que sale de Yecla a las cinco y cinco de la madrugada para cruzarse al mediodía en Madrid con un motorista que circula por la radial 3, que es de pago (todo el mundo sabe que no existe ese motorista, por eso la autopista ha quebrado). No problemas de estos que vienen en los libros texto, sino cuestiones cotidianas: cómo se maneja el mando a distancia del aire acondicionado del hotel, cómo gastar lo menos posible amueblando una habitación, cómo ir de Yecla a Madrid por el trayecto más corto. Obviamente no valen respuestas como “llamando a recepción para que me expliquen lo del mando, comprando en Ikea o usando el Viamichelin.com, que te hace todas las rutas posibles en un abrir y cerrar de ojos”.

Los problemas tenían que resolverlos los chavales de quince años, “inteligencia práctica” le llaman a esto los anglosajones (en realidad es la aplicación de conocimientos adquiridos en la escuela a situaciones prácticas). Los americanos, por ejemplo, presumen de que sus adolescentes estarán flojitos en geografía europea, pero resolviendo problemas cotidianos son unos hachas. Somos pragmáticos, dicen, y le quitan importancia a estar casi sesenta puntos por detrás de los estudiantes de Singapur, que encima les dan mil vueltas en ciencias y en lectura. Aquí tenemos también un poco esa idea, ¿no?, que en estudios no somos los reyes del mambo pero en salir de los apuros que se nos van presentando cada día, somos gente despierta, qué arte. Igual es por eso que este informe de hoy nos ha herido más el amor propio: si en matemáticas, lectura y ciencia salíamos mal, en la resolución de problemas cotidianos salimos aún peor.

Chavales de quince años, ¿cómo es posible?, vosotros que estáis a la última en consolas y en smartphones, que os enseñan una tableta y antes de abrirla ya hundir en la miseria a los mayores porque entendéis todas las aplicaciones sin que nadie os explique nada, chavales de la generación digital que nacistéis con un mp3 bajo el brazo, ¿sois conscientes de lo que nos ha dolido leer hoy que tenéis problemas para entender un termostato, que no alcanzáis a entender cómo funciona la aspiradora (¡valiente excusa para no limpiar nunca vuestro cuarto!) Por no hablar del mp3, todo el día con los auriculares puestos y resulta que no estáis escuchando nada porque no sabéis ni encenderlo.

En realidad, esto que PISA llama “resolver problemas cotidianos” no es nada más que aplicar lo que el estudiante sabe de matemáticas, ciencias y comprensión lectora relacionando unos conocimientos con otros. Si salimos normalitos tirando a flojos (“mediocres” era otra forma de llamarlo) en los exámenes anteriores, lo previsible es que saliéramos flojitos también en este. Lo significativo, viéndolo así, es que salimos peor de lo previsible, es decir, que además de flojear en matemáticas, ciencias y lectura, aún se flojea más al relacionar esos conocimientos para obtener respuestas.

Duele, sí, pero como siempre que sale este informe, habrá que enfriar esta tentación tan nuestra de fustigarnos por lo torpes que somos en cualquier materia que se nos plantee: esta juventud, ¿verdad?, tanto decir que es la generación mejor formada y mira lo que pasa cuando llega PISA, que bochorno, porque se ha perdido la disciplina, el esfuerzo, el estudio. Estas cosas que se escuchan cada vez que nos cae encima el chaparrón PISA.  Hay que relativizar los resultados porque, de hecho, son relativos, es una clasificación, unránking de países, desde el que mejor puntuación saca, 562 puntos, al que peor, 399.

Ésta es la horquilla, de 399 a 562. España obtiene 477, parte baja de la tabla, por detrás de nuestros vecinos Portugal y Francia, y de Alemania, y del Reino Unido y de Italia, mejor no hacemos la media de la Unión Europea porque aún sería más doloroso. La media de los países de la OCDE es de 500 puntos; la nuestra, 477. Los escépticos con PISA siempre explican que influye mucho, en el resultado que un país, obtiene, la motivación de los estudiantes que participan en la prueba. Es decir, que si el chaval sabe que no se juega nada, igual se relaja, ¿verdad?, y acaba por no saber ni cómo funciona el mp3 que lleva en su mochila. Y dicen también que el problema de PISA es que ofrece tanta información basada en criterios tan diversos, que al final sirve poco para lo que, en teoría, se persigue, que es encontrar las claves (las teclas) que hacen que un sistema educativo forme mejor a sus estudiantes para que éstos sean capaces de resolver problemas. Porque luego los chavales crecen, ganan unas elecciones, gobiernan, tienen que resolver problemas muy complejos y pasa lo que pasa.

PISA da para lo que da. Y en el caso de España, da para que nos llevemos un disgusto cada vez que sale. Pero que no cunda la alarma porque estos malos resultados pronto serán historia. Hoy lo ha vuelto a explicar Gomendio, la viceministra de Educación que se deja ver más que Wert, el ministro: todos nuestros problemas educativos tienen solución y se llaman: nueva ley educativa, su ley educativa, que ya cuenta con todas las bendiciones del Congreso y que pasa por ser de lo más importante que ha hecho en estos dos años el gobierno, aunque el presidente apenas le haya dedicado un par de frases al asunto.

La ley es nuestro antibiótico de amplio espectro. Gracias a ella no sólo aprenderán más los estudiantes, viva, sino que también se manejarán mejor con los dispositivos electrónicos. Ole y ole. Lo que no resuelva una ley no lo resuelve nadie. Qué mejor coartada que PISA para sacar pecho y prometer días de vino y rosas.