EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina

Les voy a decir una cosa.

Que dice la prima de la prima que ahora ya, como si no existiera. Que de los familiares incómodos uno sólo se acuerda cuando dan problemas. Y ahora que la prima está más baja que el prestigio de Durán i Lleida, a ver quién se acuerda de ella. “Fuera de la familia”, dijo hoy la vicepresidenta. Ay, la “prima”.

ondacero.es

Madrid | 09.06.2014 20:13

Ha sido lugar común todos estos años hacer broma con la polisemia de la palabra, ¿no?, la prima que es hija de nuestro tío y la prima que es sobreprecio que, en comparación con los bonos del Estado alemán, nos reclaman los inversores para comprarnos deuda pública. Desde que cambió su nombre largo, y clásico, “diferencial con el bono alemán”, por su versión corta y familiar, “la prima”, y asumió para sí el rol de “termómetro de la desconfianza que generamos fuera”, se convirtió en personaje central del drama financiero que amenazó con privar a España de financiación privada en los mercados.

¿Cómo está hoy la prima?, se preguntaban los españoles unos a otros hace sólo un par de años, enganchados todos a la montaña rusa, “pon la radio, por la radio a ver qué está haciendo la prima”. “La prima es mi marcapasos”, dijo una vez Zapatero (que, por otra parte, dijo tantas cosas), “si baja voy bien, si sube tengo problemas”. No sabía él bien, cuando lo dijo, la cantidad de problemas que aún estaba por tener.

El día que pronunció aquella frase (marzo 2011) había gran preocupación en España porque la prima había superado los doscientos puntos. ¡Doscientos! Un año y medio después, gobernando ya Rajoy y con la crisis del euro repuntando, superó los seiscientos y puso el marcapasos del nuevo presidente en modo vértigo.

Hoy, junio de 2014, la prima anda en los 125 y la vicepresidenta Sáenz de Santamaría ha podido hacer broma sobre el poco caso que le hacemos a este indicador cuando, en lugar de no parar de subir, no para de bajar. Razón tiene: la prima creciente encuentra siempre más eco que la prima menguante. En los medios y en el Parlamento, donde no se recuerda una sola mención del grupo popular a la prima cuando ésta cero (verano de 2006, gobernando Zapatero) pero abundan las alusiones cuando se pasó de 200. Si la prima mide “desconfianza”, ésta, en efecto, se encuentra en mínimos. El yuyu a la deuda pública española pasó y hoy se nos vuelve a ver como inversión segura.

La prima, al final, mide una diferencia de rentabilidad exigidas, entre Alemania y nosotros. El interés que pagamos por el bono a diez años es el dato objetivo, sin comparar con los demás estados emisores. Y el bono anda estos días en el 2,6 de rentabilidad, muy por debajo de aquel cinco y pico que llegó a alcanzar cuando se nos llevaba la marea y a la par, hoy, con el bono norteamericano. Dices: algo va bien entonces, nos financiamos, como Estado, más barato. Pues sí, pero como en la cosa ésta de la economía y las finanzas nunca nos dejan estar tranquilos del todo, ha salido un señor que se llama Myles Bradshaw, vicepresidente de Pimco (el mayor comprador de bonos del mundo) y le ha dicho a Suanzes en una entrevista en El Mundo que tampoco nos conviene que la prima caiga del todo, que si se pone, por ejemplo, en cincuenta puntos, a ellos ya no les interesa. Cuando no es por exceso es por defecto.

El inversor lo que concilia son dos variables: seguridad y rentabilidad. Prima disparada es inversión muy poco fiable, pero a la vez, un chollo de rentabilidad si al final te la pagan. Prima en mínimos es una seguridad a prueba de bombas pero, a la vez, rentabilidad muy baja. Dices: bueno, si no la compran estos de Pimco ya encontraremos otros que nos la compre. A ver, que el objetivo declarado por el gobierno, al menos cuando llegó al poder hace dos años y medio, era ir reduciendo el endeudamiento para no cargar a las próximas generaciones -pobres próximas generaciones, ahora ya tampoco nadie habla de ellas- con el lastre de seguir pagando los compromisos que adquirimos nosotros. Se trataba de reducir el interés que pagamos por los bonos -éste es el objetivo conseguido- pero también reducir el dinero prestado que necesitamos para seguir funcionando, que ahí es donde el objetivo está aún por conseguir porque hemos batido records de lo contrario: deuda en relación con PIB,  ciento por ciento.

“Dificultades sigue habiendo”, dice el gobierno, “pero la perspectiva es favorable”. Lo dice el gobierno y, por extensión, lo viene diciendo el rey en los discursos que pronuncia, sobre todo en el extranjero. Los discursos del jefe del Estado, salvo el de Nochebuena, han de guardar sintonía con el gobierno de la Nación, que es quien ejerce el poder ejecutivo y a quien controla, al menos sobre el papel, el Parlamento.

En media hora comienza en el palacio real la cena en honor de Enrique Peña Nieto y habrá discurso del rey y del presidente de la República…república federal, que es la forma de gobierno de los Estados Unidos Mexicanos. Las encuestas que se han publicado este fin de semana en España confirman todas -todo lo que puede confirmar una encuesta- que tienen razón aquellos republicanos de los hablamos la semana pasada, éstos que verdaderamente creen que el régimen republicano es más de nuestro tiempo que el monárquico, por muy parlamentario que éste sea, y que deseando para España la república temen que alguien le haga caso a Cayo Lara y se termine convocando un referéndum. Porque si el referéndum se celebra mañana -encuestas en mano- Felipe ganade calle y la república cae derrotada. Por muchos años.

A juzgar por los sondeos, Felipe tiene más talla, a ojos de la mayoría, que todos los líderes políticos puestos, como castellers, el uno encima del otro. El referéndum, en un país tan dado a ponerle cara a todo, sería entre Felipe como jefe de Estado o cualquiera de los nombres más conocidos del ámbito político (Rajoy, Susana, Rosa Díez, Cayo Lara, Pablo Iglesias) como presidente de la República. Y en ese pulso imaginario, un príncipe, si está limpio y no se ha metido en muchos charcos, hoy por hoy en España lleva las de ganar. De ahí que haya tanto republicano de derechas y de izquierdas que esté cruzando los dedos no se le vaya a ocurrir al rey Felipe llamar él mismo a las urnas. Y que también cruzan los dedos para que surja algún dirigente político relevante que abogue por la república como forma de gobierno sin beber los vientos, a la vez, por regímenes que se dicen republicanos pero a la manera de las repúblicas populares y las dinastías dictatoriales, como el castrista.

Mal servicio se le hace a la república democrática como modelo de Estado si quien la publicita como quintaesencia de la libertad elige, al mismo tiempo, como referente de progreso democrático un régimen de partido único en el que aparato, ejército y gobierno están encarnados por una misma persona, o por dos, dictador emérito y hermanísimo al cargo. Un régimen, en fin, donde el derecho a decidir sobre cualquier cosa brilla por su ausencia desde hace décadas.