Monólogo de Alsina: "Ahora nos darán la Torra con dos Generalidades a la vez: la autonómica y la del exilio"
España es un país admirable. La tierra de las oportunidades. Un día no eres nadie y al día siguiente te han hecho presidente autonómico.
Vivimos rodeados de personas a las que apenas conocemos. Ese señor con el que te cruzas cada mañana al salir de casa. Cuyo nombre ignoras. Con el que intercambias, como mucho, un ‘buenos días, buenos días’. Pones la tele por la noche y dices: ‘coño’, con perdón, ‘si al que van a elegir presidente es el señor éste de gafas’. La próxima vez que te lo cruces nada de ‘buenos días, buenos días’, ‘señor president y molt honorable’, por lo menos.
Un país admirable, España.
En la misma semana hemos descubierto a dos líderes: Ángel Garrido en Madrid. Y Joaquim Torra en Cataluña. ¿Joaquim qué? ¿Aun no se lo ha aprendido usted? ¿Acaso se perdió el capítulo de anoche del serial?
Con esta escena empezó el episodio de anoche. El presidente de Puigdelandia dirigiéndose al personal desde su residencia de Berlín a través de youtube. El decorado, muy sobrio. Una ventana. Y ya. A Alemania no se ha llevado las banderas. Si en lugar de Puigdemont el discurso lo hubiera dado el dedo de Puigdemont habría quedado todo más coherente. Hola, soy el dedo que convierte a diputados cualesquiera en candidatos a presidentes. El dedazo berlinés. Que es a la vez dedazo y butifarra, dedo peineta a Esquerra Republicana: éste es el que yo quiero y vosotros, soldaditos. me lo vais a hacer president..
La prueba de que el personaje empieza a estar muy visto es que, de todo lo que dijo, diez minutazos de solemnidades puigdemoníacas, lo único que ha interesado a alguien son estos cinco segundos.
El nombre del nuevo. Después de semanas y semanas dando la turra, Puigdemont ha coronando a uno que se llama Torra. Vaya familiarizándose usted con el nombre: Joaquim Torra, Quim para los amigos. Cuando, desde hoy y en adelante, nos escuche decir Quim Torra acuérdese: no es un piloto de motos, no es un actor, no es un monologuista de éxito en Cataluña. Es…el nuevo actor escogido por el monologuista Puigdemont para pilotar el gobierno autonómico. La Generalitat autonómica, porque —háganse a la idea también— el independentismo de inspiración puigdemónica va a darnos la turra ahora con la existencia de dos generalidades: la autonómica y, atención, la del exilio. De las dos legitimidades a las dos generalidades. La máquina de fabricar estribillos sigue funcionando a toda máquina.
En el capítulo de anoche aún no llegó a actuar el nuevo. Pero los más fieles del serial saben que ya salió en uno de los capítulos anteriores. Rebobinemos.
Veinticuatro de marzo. Pleno de investidura fracasado del testaferro anterior que intentó Puigdemont. Jordi Turull, se llamaba. Aquel capítulo terminó con la ovación de los diputados independentistas a las familias de los reclusos preventivos. Quien pidió la ovación desde la tribuna fue el diputado Joaquim Torra.
Lo que dijo allí entonces da una pista clara de por dónde irá su discurso de investidura. Por ejemplo, que España va a por ellos y que el Estado es un monstruo.
O por ejemplo, que lejos de aceptar el marco legal e intentar la independencia dentro de él, lo que hay que hacer es conjurarse para persistir en la desobediencia.
Aquel día sólo los cronistas parlamentarios habituados a ir todos los días al Parlament eran capaces de decir algo sobre la biografía de este diputado. Para el resto de la población, en Cataluña y fuera de Cataluña, este ciudadano es un perfecto desconogut. Por eso el serial de anoche debería haber acabado con un pequeño suplemento: Introducing Quim Torra. Presentamos al centésimo trigésimo primer presidente de la Generalitat de Cataluña si empezamos a contar los presidentes, como hace el independentismo, desde el obispo Berenguer del siglo XIV, es decir, de cuando no había ni presidentes ni Generalitat ni nada parecido.
Quim Torra, nombre corto de Joaquim Torra Pla, nació en Blanes, provincia puigdemómica de Girona, un 28 de diciembre de 1962, día de los Santos Inocentes de cuando de verdad mandaba todavía Franco. Siendo niño mostró gran curiosidad por los peligros que encierra la vida y ninguna por las esencias de la identidad de Cataluña. Fruto de esta aptitud para convencer a los demás de que la vida es riesgo inició, en su juventud, una provechosa carrera en el sector del seguro. En esta imagen de archivo vemos al joven Torra Pla firmando su primer contrato con Winthertur, empresa no precisamente catalana pero sí suiza, tierra de promisión del secreto bancario y, con el tiempo, también de Anna Gabriel.
La carrera del joven Torra Pla fue provechosa. Cuando Pujol abominaba del independentismo y se dejaba contentar por Felipe con transferencias y presupuesto, Torra se dedicaba a los seguros. Cuando Pujol se ofrecía como hombre español del año y se dejaba contentar por Aznar con porcentajes de IRPF y liquidación de gobernadores civiles, Torra seguía a lo suyo. Cuando Zapatero llegó al gobierno prometiendo cualquier estatuto de autonomía, el que fuera, Torra aún ganaba dinero en su despacho Winthertur en Zurich.
En un giro providencial del destino, Torra fue despedido. Aquello fue una señal. El momento de volver a la tierra. Con el riñón cubierto por la indemnización de ejecutivo y con la pulsión incipiente del activismo. Cataluña le llamaba para incorporarle a su causa. En esta otra imagen de archivo vemos al ya-muy-adulto Torra Pla dejándose bautizar por el abad de Montserrat como nuevo miembro de la grey independentista. El recién llegado asume con entusiasmo su tarea evangelizadora. Aquí le vemos escribiendo su primer libro, sobre Cataluña en la historia. Y aquí el segundo, sobre la historia en Cataluña. El éxito se le resiste entre los lectores, pero no menos que en el ámbito judicial, en el que el nuevo guerrillero se estrena presentando una denuncia en el Tribunal Europeo contra el Constitución español por corregir algunos artículos del nuevo Estatuto.
La denuncia cosecha un bochornoso fracaso, pero su actitud heroica, llama la atención de Artur Mas, el astuto. Llevado de su astucia, Mas promociona a Torra Pla y le abre puertas en el fabuloso (y provechoso) aparato que está construyendo a mayor gloria de sí mismo y, también, del independentismo. La meteórica carrera indepe del escritor activista le lleva a la Asamblea Nacional Catalana, a Omnium Cultural, a pronunciar discursos sobre el genocidio cultural que España cometió con la lengua catalana y, por fin, a twitter, donde el guerrero se destaca con comentarios despectivos y/o insultantes a España y los españoles. Los españoles son intolerantes, opresivos, expoliadores, carecen de vergüenza y, lo peor de todo, son muy pijos.
Cualquier ciudadano que hubiera dicho esas cosas de los catalanes jamás habría podido integrar una lista electoral en ningún sitio, pero Cataluña es diferente porque allí la Españofobia se premia con los primeros puestos de la lista. Torra Pla resultó agraciado con el número once. Otra señal. En once se celebra la Diada, once fueron los apóstoles de Cristo si quitamos a Judas. Puigdemont quería gente no controlada por el PDeCAT para su candidatura personalísima. El de los tuits fue uno de sus fichajes. Poco sonados porque a Torra Pla sólo se le conocía en ámbitos muy restingidos. Tan restringidos como su pensamiento político, que hasta ahora se reduce a ensalzar a Maciá, a Companys, incluso a Cambó, a detestar lo español y a los españoles y hablar de la República Catalana como si fuera real, y no ficticia. Dos cualidades suficientes para que Puigdemont, con su dedazo berlinés, haya premiado al antiguo vendedor de seguros con el cargo de representante o delegado de Berlín en Barcelona. Donde antes había un Puigdemont, ahora tenemos dos.