OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Al predicador Trump le interesa hacer creer que él sabe cómo llevar la seguridad"

Trump en el 60 minutos. A lo Trump. Danto titulares. Con la brocha gorda. Nada domina mejor el presidente electo que soltar una frase reclamo. El fogonazo que nos dejará a los medios turulatos y nos llevará a hacer precisamente lo que él espera: abrir las crónicas con letras enormes. Frases como "Trumppromete deportar a tres millones de inmigrantes". Luces de neón. La trumpetería declarativa.

ondacero.es

Madrid | 14.11.2016 07:58

Luego ya si rascas un poco compruebas que no se sabe qué está prometiendo en realidad este hombre. El objetivo lo consigue —mano dura, el extranjero a su casa, el muro, la valla, la impermeabilización de la frontera—, pero igual lo primero que hay que preguntarse es quiénes son ésos a los que pretender deportar —deportrump— y si no estarán siendo ya deportados, en realidad, desde hace décadas.

El patrullero fronterizo Trump calcula que serán"dos millones o quizá tres". Obsérvese la precisión de los datos que maneja.

Dos que a lo mejor son tres. Podía haber dicho seis, o 1,6. El número da igual porque diga lo que diga parecerá una enormidad de gente: todos en fila esperando a que les den la patada de regreso a casa. Objetivo conseguido.

Pero fíjense que Trump especifica que sólo deportará a quienes hayan cometido delitos. Y deben de ser delitos graves, porque él habla de miembros de bandas y traficantes de droga.

No menciona entre los delitos las violaciones migratorias, la entrada ilegal en el país, el no tener papeles. De hacerlo tendría que subir el número de deportaciones a once millones, que es el número de inmigrantes indocumentados que hoy se calcula. Y eso, que sí lo dijo en campaña (iba a crear una fuerza de deportación) ya no lo ha dicho ahora.

Lo que el sheriff Trump está diciendo, con la vehemencia con la que lo dice casi todo, es que los extranjeros que hayan cometido delitos graves serán expulsados. O no exactamente: que los extranjeros muy delincuentes que tienen los papeles en regla serán encarcelados; y los que no los tienen, expulsados.

Esta es la cosa: al delincuente sin papeles, se le deporta. Al delincuente con papeles, se le mete en la cárcel.

¿Cómo de rompedor, inédito, novedoso y revolucionario es esto que anuncia el sumo sacerdote del populismo nacionalista?

Miren, que un extranjero con papeles que comete un delito sea encarcelado en Estados Unidos muy novedoso no es. Aquel es un país con una de las poblaciones carcelarias más nutridas del planeta. Dos millones y medio de reclusos. La mayoría, nacidos en Estados Unidos. Hay decenas de miles de inmigrantes entre rejas.

Y que un extranjero sin papeles que delinque sea deportado es el pan nuestro de cada día. Son causa de deportación el allanamiento, el robo, el desorden público. Aunque los primeros en ser deportados son quienes ha cometido delitos graves: asesinato, violación, tráfico de drogas, violencia doméstica. Los gang members y drug dealers que dice Trump-as.Cada año son expulsadas de los EEUU 250.000 personas. En todo el mandato de Obama han sido deportados dos millones y medio de extranjeros. Ningún presidente había deportado tanto.

Ahora vuelvan a escuchar lo que ayer dijo el presidente electo a ver qué les parece.

Naturalmente, no es la primera vez que un líder populista descubre que aquello que él reclama como si estuviera descubriendo el océano lleva años haciéndose aunque él, en su infinita ignorancia, no se hubiera enterado.

La otra hipótesis es más inquietante, claro. El predicador Trump sabe que ya se condena y se deporta a los delincuentes que carecen de papeles, y que se mete en prisión a quienes tienen la residencia estadounidense. Pero le interesa fingir que no es así, para hacer creer a quien le escucha que él saber cómo llevar seguridad a su vida; y, también, para coger el arado e ir preparando el terreno para otras posibles deportaciones. No ya de delincuentes, bandidos, traficantes, sino de extranjeros por el mero hecho de serlos.

Lo grave no es que Trump-as quiera encarcelar o deportar delincuentes —todas las naciones lo hacemos—, lo grave es que esta respuesta suya venga a continuación de la otra que dio anoche: sobre el control fronterizo y el muro de la frontera con México. Primero habla del muro y, después, de limpiar Estados Unidos de asesinos, mafiosos y traficantes. Éste es el vínculo que él, calculadamente, no llega expresar pero que inocula a sus seguidores: el extranjero como fuente de inseguridad. Como amenaza. Como riesgo.

Y es en ese discurso en el que cuenta con el aplauso en Europa de Marine Le Pen. Entregada al fervor trampero y celebrando que, según ella, la victoria de este señor haya demostrado que es posible lo que parecía imposible.

"La victoria del pueblo contra las élites".

En realidad, y como sabe la señora Le Pen, lo único que ha hecho imposible que ella presida hasta hora Francia es que no ha obtenido más votos que los otros aspirantes. En 2012 ella sacó seis millones y medio por casi diez de Sarkozy y más de diez millones deHollande. Por eso el presidente es Hollande, no porque al pueblo se le privara de ningún derecho ni porque así lo decidieran las élites. Le Pen no preside (todavía) Francia por la misma razón por la que ganó las elecciones europeas: porque el pueblo, la ciudadanía, la gente, así lo ha decidido.