Muchos años después tuvo que reconocer que aquella fue una de las mayores pifias de su carrera: dar por cumplidos los objetivos cuando los hechos acabaron demostrando que estaban muy lejos aún de ser cumplidos. Desde entonces los gobernantes de todo el mundo procuran no utilizar la expresión “misión cumplida”. Para los aspirantes a gobernar parece que la enseñanza no sirve. “Hemos cumplido”, les dijo ayer Pedro Sánchez a sus parlamentarios antes incluso de empezar el debate con los otros grupos sobre su investidura.
Dio por hecho, asumió el candidato, que no va a ser investido pero quiso celebrar con sus diputados el magro logro de haber demostrado que se puede trabajar por el cambio aun teniendo sólo noventa diputados y de haber desbloqueado la situación política. Le parece a Sánchez un objetivo cumplido que desde hoy estemos ya en la cuenta atrás hacia unas nuevas elecciones si no prospera ninguna investidura.
La suya no va a prosperar. Y si, por una carambola inexplicable, el sentido del voto de alguna de sus señorías hubiera dependido del fuste, el empuje, la altura política o retórica del discurso del aspirante, no habría conseguido un solo voto más el candidato Sánchez. No consiguió hacer vibrar en ningún momento ni siquiera a su grupo. Los demás no le hicieron la más mínima concesión —-ni siquiera Ciudadanos, que le negó el aplauso pese a ser su programa de gobierno y su candidato—- y en la tribuna de invitados se vio ignorar cuanto Sánchez decía a la pareja Méndez-Toxo, más interesados en que se les viera que en escuchar con atención lo que allí se hablaba.
El llamamiento a la mezcla y el condimento no obtuvo respuesta de ninguno de los otros grupos. A excepción de Ciudadanos, que se quedó descolocado cuando Sánchez se saltó el párrafo en el que se comprometía a eliminar las diputaciones —no te hagas el olvidadizo, Pedro— a excepcion de Ciudadanos y de su propio grupo socialista, el Parlamento no mostró, escuchado el discurso, intención alguna de hacer presidente al secretario general del PSOE. Estuvo ácido el portavoz parlamentario de Podemos, Iñigo Errejon, convirtiendo al aspirante en concursante de programa antiguo.
Y estuvo amargo el portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando, que lleva semanas diciendo que esto de Sánchez es un sainete y que ayer se sintió reforzado en sus opiniones.
Dentro de dos horas arranca la segunda jornada de esta primera sesión de investidura, con la intervención del presidente del gobierno en funciones, Mariano Rajoy, el hombre cuyo desalojo de la Moncloa une en un mismo deseo a todos los grupos de la cámara menos el suyo: en el deseo de descabalgarle coinciden, en quién debe sucederle y con qué programa de gobierno discrepan. A estas horas Pedro Sánchez ya sabrá lo que dice de él la prensa.