Monólogo de Alsina: "El Gobierno armó el Frankenstein político de Bankia y luego le buscó alimento"
Si Mafo acaba siendo responsable, qué pasa con los otros mafos. Los altos cargos de la administración de 2011 que idearon, impulsaron y bendijeron aquella formidable operación financiera que iba a ser la salida a bolsa de Bankia.
Ésta es la historia de una riada judicial que ha ido alcanzando torres cada vez más altas. La historia de una operación patriótica que terminó en presunta estafa. O que ya lo era, estafa, antes de que la disfrazaran de operación patriótica —-el tribunal,en su momento, dirá—.
Es una historia no muy larga; no muy compleja, no muy antigua. Y tiene como protagnista, entre otros, a un hombre llamado Mafo.
Mafo es el nombre de guerra de Miguel Angel Fernández Ordóndez. Que pasó de secretario de Estado de Zapatero a gobernador del Banco de España. Un cargo independiente pero que Zapatero, y Solbes, se tomaron siempre como cargo de confianza. El gobernador era uno de los hombres del presidente. Una suerte de ministro para la supervisión bancaria.
Aquellos eran los tiempos —qué tiempos, oiga— en que el optimismo antropológico llevaba al presidente a sacar pecho porque nuestro sistema bancario era una roca. Lo pregonaba por ahí fuera y lo pregonaba también dentro. Resistiríamos mejor que nadie el embate de la crisis financiera americana porque nuestras entidades financieras eran un modelo de supervisón y de solvencia. Sarkozy, el emperador francés, iba a refundar el capitalismo y nos había prestado una silla de tijera en el G-20 para pedirnos consejo. Oiga, qué tiempos. Cabe la duda de si Zapatero se creía todo aquello que tan alegremente decía o nos la estaba colando cada vez que repetía la salmodia.
El sistema bancario español, con esas criaturas extrañas llamadas Cajas de Ahorro —propiedad, en teoría, de sus impositores y mangoneadas, en la práctica, por los partidos, las patronales y los sindicatos—, el sistema era una gloria bendita que tenía al mundo mundial maravillado. Hasta que la burbuja se fue al garete y la mayoría de las cajas, entrampadas con el inmobiliario, empezaron a irse también ellas al carajo.
Y entonces el gobierno anunció que no era para tanto y que tenía la solución perfecta para tapar todas las vías de agua. El gobierno en sintonía son su ministro para la banca, el gobernador Fernández Ordóñez, Mafo. Empezó la labor celestina de casamientos inducidos: tú te medio fusionas con éste, tú te compras a este otro. Menos cajas y más fuertes, nos dijeron. Y como buque insignia de aquella benéfica reforma financiera, el frankenstein de Caja Madrid con Bancaja y otras tres o cuatro cajitas angustiadas: fusión fría lo llamaron. Eran unos hachas poniendo nombres-despiste a las cosas. Poniendo nombres y poniendo políticos a gestionarlas. El capitán Schettino era Rodrigo Rato, aupado a la presidencia de Caja Madrid por el partido que la controlaba, o sea, el PP de Rajoy. Y…con la unanimidad (u-na-ni-mi-dad) del PSOE de ZP y los sindicatos de Méndez-Toxo.
El gobierno, con su fiel gobernador Mafo y la aquiescencia del PP, armó primero el monstruo y luego se puso a buscarle alimento. Hacía falta dinero para que el frankenstein caminara. Hacía falta recolectar dinero. Y ahí surgió la ambiciosa, la irresistible, la benéfica salida a bolsa. Como decía la publicidad del momento, cualquier hijo de vecino tenía, de pronto, la oportunidad de hacerse banquero.
Estaba naciendo el mayor banco de nuestro país. Bankia animó a los pequeños inversores a comprar sus títulos y el gobierno se ocupó de meter presión a los bancos (los de verdad) y a las grandes compañías para que acudieran a la oferta. Y Rato tocó la campana en la plaza de la Lealtad. Y un año después el Estado le estaba enchufando un manguerazo de dinero público al monstruo porque se estaba asfixiando.
La salida de Bankia a bolsa fue una operación política. El ministro De Guindos lo sostuvo así en una respuesta parlamentaria al grupo socialista hace dos años. El gobierno alentó la salida a bolsa y los reguladores, Banco de España y CNMV, le hicieron el trabajo. La Audiencia Nacional, en su auto de ayer modificando el criterio del juez Andreu, admite los indicios de responsabilidad de esos órganos supervisores. El Banco de España, dicen los jueces, impulsó aquella salida a bolsa. La impulsó a sabiendas de que las cuentas no estaban bien hechas. La impulsó aun teniendo el aviso de los inspectores de que el franskenstein se desmoronaba. La impulsó aunque Fernandez Ordóñez, Mafo, sostuviera en su día que él se limitó a no obstaculizarla.
La impulsó. Aunque Zapatero dijera hace un año que no ha habido gobierno menos intervencionista que el suyo. Bankia, llegó a decir el ex presidente, salió a bolsa porque quiso.
Porque le dio la gana.
Quién sabía de los números reales y quién, aun conociéndolos, alentó una presunta estafa a los inversores.
Si Mafo acaba siendo, también él, responsable penal —el tribunal dirá—, Mafo y, por extensión, el sacrosanto Banco de España, qué pasa con los demás patrocinadores.
El gobernador, sobre el papel, es independiente y no debe ni disciplina ni obediencia jerárquica al gobierno. Por eso los colegas que tenía Mafo en aquel gobierno deben de estar celebrando que así sea. El cortafuegos de las responsabilidades en cadena.
Ésta es la historia de la riada judicial que cada vez alcanza torres más altos. Proceso al sistema. La operación patriótica para apuntalar un frankenstein con el dinero de los inversores. Que acabó en apuntalamiento con el dinero de todos.
Ésta es la historia —-es de justicia decirlo— de la Bankia anterior, la del equipo que fue defenestrado en la primavera 2012 y al que sucedió Goirigolzarri con la misión de cambiar los criterios políticos por los profesionales y poner en orden la casa. Que hoy sigue siendo mayoritariamente nuestra, del Estado, y a la que quedan muchos miles de millones de euros que devolver de aquel plan desesperado de reflotamiento.