OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El momento heroico y dramático de la CUP rompiendo las fotos del Rey, figurará en los libros de historia"

Ya habrá escuchado usted que la ministra Báñez, que vela por nosotros y nuestras familias, se ha propuesto que la jornada laboral termine a las seis de la tarde. En general. Que termine a las seis, empezando a qué hora, se estará preguntando usted. Cuántas horas, en qué condiciones, con qué salario. Es probable que esto vaya por delante de todo lo demás.

ondacero.es

Madrid | 13.12.2016 08:00

En rigor, esto de las seis de la tarde no es una idea de la ministra. En rigor, la ministra es de las últimas en sumarse a esta iniciativa. Ha tenido el gobierno cuatro años de mayoría absoluta y no parece que esto de los horarios le preocupara en exceso.

Lo del pacto de Estado por la Conciliación aparece en la página 22 del pacto que firmó Rajoy con Albert Rivera para asegurarse el apoyo de Ciudadanos a su investidura. Aparece el pacto de Estado y aparecen todas sus derivadas: adelantar una hora nuestro huso horario (que anochezca más tarde), terminar la jornada con carácter general a las seis de la tarde, fomentar una mayor variedad de turnos para que el trabajador pueda acogerse al que mejor le venga, facilitar que el que pueda trabaje sin moverse de casa, y promover las escuelas infantiles, y la bolsa de horas para asuntos propios y dos huevos duros.

Todo está ya pactado, como declaración de intenciones. Que, de momento, no va más allá. Voluntarista, dicen los escépticos. Porque todo está en función de que la actividad de cada empresa, previo acuerdo del empresario y los trabajadores, pueda mantenerse cambiando hábitos sin que la compañía, ni el trabajador, se resienta. Por más que la ministra Báñez se pusiera ayer el traje rojo del ho, ho, ho, con el saco de regalos para el nuevo año, ni está asegurado que nada de todo esto prospere ni, en caso de que prospere, será consecuencia de decretos gubernamentales.

La CUP, en Cataluña, prometió una revolución y todo lo que ha hecho es apuntalar al gobierno siamés de Puigdemont y Junqueras y su política económica convencional y capitalista. Mucho discurso rompedor y antisistema, pero lo único que se han animado a romper sus arrojados diputados (o diputadas) son unos folios en los que imprimieron una fotografía del rey. Como si estuvieran dándole la puntilla a la democracia parlamentaria rasgaron lentamente las fotos delante de las cámaras: qué momento heroico, épico, dramático que figurará en los libros de historia como el germen de la república independiente de tu casa.

Los cuperos rompiendo fotos para solidarizarse (pero desde lejos) con las tres personas detenidas por quemar fotografías del rey. Y los del Junts pel sí con el morro torcido porque una cosa es que ataquen al rey y a la España de la que es jefe de Estado —que esto a Junts pel sí le excita sobremanera— y otra que les ataquen a ellos, al gobierno catalán por proceder a detener a los prende-fotos cumpliendo la orden de la Audiencia Nacional. Dónde se ha visto que un gobierno independentista de verdad atienda a lo que le dice un tribunal español, qué forma es ésta de rendirse.

En la Moncloa ven una mínima fisura, un tímido encontronazo, entre la CUP y el gobierno al que aún sostiene y vuelven a creer en el divorcio definitivo. Caerá como fruta madura el procés, cuántas veces no lo soñaron ya antes.

La delegada del marianismo para la cuestión catalana, Soraya Sáenz de Santamaría, en su labor de darle la vuelta a la estrategia de todos los años anteriores, empieza a decir ahora que fue un error recoger firmas contra el Estatut y que habría sido mejor ponerse de acuerdo con los socialistas. Quién nos ha visto y quién nos ve. El PSOE del año 2006 estaba por aquel Estatut que pactò Zapatero con Artur Mas. Y el PP, aunque el tiempo haya distorsionado aquella historia, no recogía firmas para tumbar el estatut, sino para instar al gobierno a convocar un referéndum en el que todos los españoles pudieran opinar sobre ese texto.

Los críticos del sorayismo, que los hay, dicen que sólo hay que dar tiempo a la vicepresidenta para escucharle lamentar que el Constitucional corrigiera el Estatut que habían votado los catalanes. Hay cambio de tono y de discurso en el gobierno central sin que se atisbe cambio alguno en la posición de los independentistas.

Se va a hacer larga la telenovela de Podemos. Abigail. Dos hombres y un partido.

Iglesias y Errejón no se cansan de decir que esto no es un duelo entre ellos dos y no se cansan de actuar como si lo fuera. Si Iglesias publicó ayer una carta dirigida a Errejón para persuadirle de que levante el pie del enfrentamiento interno, Errejón le respondió con una encíclica en Facebook: que ser leal es decir la verdad, que nos debemos un debate sobre ideas, que hay que desandar el camino de la verticalidad en el partido y el conmigo o contra mí. Que hay que abrir el partido en lugar de encastillarlo.

Y ahí siguen. Esta cosa extraña de que los amigos, compañeros, hermanos, recurran a los medios para decirse cosas. La nueva política, a la antigua: publicando cartas en los diarios que uno finge que está destinada al compañero de partido cuando, en realidad, va destinada al resto de la Humanidad, para que tenga constancia de dónde estamos cada uno. De aquí al congreso de febrero les da tiempo a enviarse treinta o cuarenta cartas más. El epistolario del líder condescendiente y el compañero sublevado. Amigos mientras lo sean y rivales desde hace tiempo. Con Echenique en el papel de ama de llaves.