Monólogo de Alsina: "El tour de la Guardia Civil por Madrid convierte al tramabús en una mera atracción turística"
A punto de terminar la campaña electoral de las presidenciales en Francia, primera vuelta, el sobresalto. Anoche en los Campos Elíseos. Un policía muerto, otro herido, un tiroteo.
Una campaña en la que el futuro de Europa (Francia dentro o fuera), la corrupción, el auge de los extremos y el desmoronamiento del socialismo han sido los asuntos principales, muy por delante de la inmigración y del yihadismo.
Los candidatos a la presidencia desfilaron anoche por la televisión pública, a quince minutos por cabeza, para persuadir a los votantes.
Las encuestas de este último día mantienen que hay cuatro candidatos con opciones de ganar este domingo, aunque ninguno de ellos con porcentaje suficiente como para que no haga falta la segunda vuelta. Salvo sorpresa, dos de estos cuatro —Le Pen, populismo de extrema derecha, Mélenchon, populismo de extrema izquierda, Fillon, derecha tradicional y Macron, centro izquierda de nuevo cuño— se disputarán el trono el próximo siete de mayo. Y a decir de las encuestas, quien menos posibilidades tiene de acabar presidiendo Francia aunque ganara pasado mañana es la señora Le Pen. Cuidado: son sondeos.
Operación Lezo. El tour que se está dando la Guardia Civil por Madrid, de oficina en oficina, de sede empresarial en sede empresarial, convierten el autobluf de Podemos en un mera atracción turística. Son los agentes de la Guardia Civil, en sus furgones, los que investigan tramas, y en su caso, ponen a disposición de un juez a sus presuntos integrantes.
Registradas ayer las sedes de OHL, Indra y PriceWaterhouse. En busca de indicios de pagos bajo cuerda, o a Ignacio González directamente o al PP de Madrid, a cambio de trato de favor en adjudicaciones y contratos públicos.
Sin nuevas detenciones pero a la espera de que González y su mano derecha para Latinoamérica, Edmundo Rodríguez Sobrino, sean trasladados hoy desde el calabozo de Tres Cantos hasta el despacho del juez Eloy Velasco. Allí prestarán su primera declaración, con sus abogados, antes de saber dónde pasarán el fin de semana: salvo sorpresa, encarcelados ya en prisión preventiva. La fiscalía anticorrupción pedirá cárcel sin fianza y sólo se planteará admitir ésta última en caso de que colaboren activamente en la investigación.
El registro en la compañía Indra, por cierto, ha hecho hacer el ridículo a un par de dirigentes políticos: Alberto Garzón y Ramón Espinar. Que leen Indra y exclaman: ahí va, la empresa que cuenta los votos en las elecciones. Alerta, España, Garzón y Espinar (parlamentarios ambos) retozando en la charca de alimentar las sospechas sobre pucherazos electorales y otras hierbas.
A ver, amigos. Indra, entre otros servicios, ofrece éste de ofrecer, en las jornadas electorales, los avances de resultados que difunde el gobierno de turno y reproducimos los medios. Pero ni Indra ni empresa alguna cuenta los votos de los ciudadanos. Se ve que ni Garzón ni Espinar han formado parte nunca de una mesa electoral. Ni se han molestado nunca en saber quién lee las papeletas que les convierten a ellos, por ejemplo, en diputados.
¿Hay diputados que no saben cómo se cuentan los votos que les hacen a ellos mismos diputados? Opción una, los hay. Legisladores que ignoran las leyes. Opción dos, no los hay, pero disfrutan confundiendo a la gente. Los votos de las urnas los cuenta la mesa electoral. Con su presidente, sus vocales y los supervisores de los partidos garantizando que el recuento se haga como debe. Y el escrutinio lo hace tres días después la Junta electoral correspondiente, con los documentos que aportan las mesas electoral y, de nuevo, con los apoderados de los partidos (incluidos los de Podemos) de cuerpo presente. Los apoderados, sí. Indra, no.
¿Y entonces Indra qué hace? Indra pone la logistica informática para que se puedan recibir en la misma noche electoral los resultados provisionales de cada mesa y poder hacer el avance de cómo queda el parlamento correspondiente. Si intentara falsificar esos datos, la manipulación quedaría al descubierto en unas pocas horas y con pruebas documentales demoledoras. O sea, que no. No hay pucherazos.
Y que sean los legisladores los que enfanguen con la milonga ésta da la medida de la seriedad con que se toman su trabajo. La posverdad y los hechos alternativos, que diría Trump. O cómo confundir a la sociedad sembrando de fakes los tuits que lanzas.
Esperanza Aguirre se declara conmocionada por la detención de Ignacio González. No le parece descabellado, a la vista de lo que se va sabiendo, que sea culpable de corrupción aunque tampoco cierra la puerta a su inocencia. Pero este instante en que ayer se rompía ante los periodistas —hay quien dice que son lágrimas de cocodrilo, una actriz interpretando, yo no lo creo— este instante refleja lo muy consciente que es Aguirre de que lo que va a quedar para la historia de su etapa como principal figura política madrileña es el encarcelamiento de sus dos lugartenientes en el gobierno y en el partido por prácticas corruptas y cuentas en Suiza. El aguirrismo que aspiró a representar el liberalismo thacheriano a la española, desmoronado en una suerte de tangentópolis madrileña.
El mismo día que Aguirre testificó con normalidad, y sin escandalizarse, en el juicio de la Gürtel, se escuchó por primera vez a Rajoy comentar su propia citación como testigo en ese mismo juicio. Esta decisión del tribunal que a la dirección del PP le parece incomprensible y equivocada, al hombre que encabeza esa misma dirección le parece que es lo más normal del mundo.
El recurrente reparto de papeles. Rajoy declara que irá encantado a testificar mientras sus subordinados en el PP tiran los pies por alto y se desgañitan contra la citación. Qué contraste, premeditado, entre el iré encantado de Rajoy ayer y este "no tiene nada que aportar" que nos decía aquí Maíllo el martes.