OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "ERC sólo investirá a Puigdemont si éste vuelve y se hace carne mortal"

A veinticuatro horas, sólo veinticuatro, de que llegue a España la tripleta monárquica que rige los destinos de Oriente. Cada vez queda menos para que empiece la visita de oficial de los Reyes Magos. Todas las instituciones del Estado participan en el despliegue diplomático que mañana, durante todo el día, tendrá a los Reyes ocupados en dejarse ver por la ciudadanía menuda antes de ponerse, cuando caiga la noche, a la tarea agotadora de repartir millones de regalos casa por casa.

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Madrid |

La operación llegada ya está en marcha y aunque serán los alcaldes —-y alcaldesas— quienes pasen más tiempo en compañía de los Magos, está previsto que, de forma muy discreta, el Rey Felipe reciba en el Palacio Real a sus colegas. Como es tradicional, los cuatro monarcas analizarán el momento que vive la institución en todo el mundo —la monarquía— e intercambiarán impresiones sobre los efectos positivos que, siempre que esté bien utilizada, tiene la magia. No se descarta que a este encuentro privado asista Leonor, la joven heredera.

Ésta será la cita más importante de mañana —y de la semana— e iremos dándoles todos los detalles, señores oyentes pequeños, a lo largo de la jornada.

Para hoy, la cita es otra y bastante menos regia.

Sin reyes, sin ceremonias de bienvenida y sin regalos.

Aunque con comitiva. Pequeña, en comparación con otros tiempos, con integrantes de segunda fila, pero comitiva al fin y al cabo. Escenario, el Tribunal Supremo. Allí se plantará esta mañana Rufián, con cuatro o cinco de sus colegas de partido —todos menos conocidos que él— para apoyar a su líder, el señor Junqueras. Es decir, para poder colocar a los medios de comunicación allí presentes —en su derecho están— el conocido argumentario sobre la persecución política, la represión y los carceleros, esta salmodia en la que Rufián se siente más a gusto que si le preguntan, por ejemplo, por la revuelta iraní, el tomate de Almería o el I+D+I. Rufián, como el resto de los diputados, tiene un mes de enero bastante relajado porque el Congreso funciona a medio gas hasta que llegue febrero. No lo llamen vacaciones, porque los diputados se enfurruñan, pero digamos que tiempo libre tienen para aburrir. Y si eres Rufián, que tampoco es que en tu partido te carguen de trabajo, pues más. Te da el día para manifestarse siete u ocho veces.

A las diez de la mañana comienza la vista de apelación en el Supremo. ¿Esto de la vista qué es? Pues que se reúnen tres jueces para examinar los argumentos del señor Junqueras y ver si cambian, o mantienen, la decisión que tomó el juez que lleva su caso, Pablo Llarena. Como el investigado Junqueras no comparte el criterio del juez para mantenerle en prisión provisional, la ley le ampara para recurrirlo. Su abogado expondrá hoy las razones, la fiscalía expondrá las suyas y los jueces de la Sala decidirán qué se hace con Junqueras.

Esta vez el líder de Esquerra, y diputado autonómico electo, ha pedido estar presente, indicio de que tiene intención de ser él mismo quien trate de persuadir al tribunal de que, habiendo sido ya elegido, el riesgo de que se fugue es inexistente. Éste va a ser, con toda lógica, el argumento principal de la defensa: si el señor Junqueras se ha presentado a las elecciones para ser diputado y lo ha conseguido, cómo va a planear darse a la fuga. El argumento está bien elegido. Aunque, como siempre, tenga en su contra al inefable Puigdemont: la peripecia puigdemoníaca. Él también se presentó a las elecciones, él también ha sido elegido diputado, no sólo eso sino que aspira a ser presidente de nuevo y, sin embargo, persiste en su condición de prófugo. Que te elijan diputado no te quita las ganas de fugarte, al menos en el caso de Puigdemont, que en rigor si algo ha demostrado es que no se parece en nada a Junqueras.

¿Hay posibilidades de que el líder de Esquerra recupere la libertad de movimientos? Sí, es posible. ¿Es probable? Ni la menor idea. El pronóstico más repetido en la prensa es que va a ser que no, pero tratándose del Supremo ya saben que es mejor no hacer quinielas.

Por si acaso, el abogado ya ha dicho que intentará que al menos se le permita a Junqueras ser trasladado a una cárcel catalana. Lo cual no alivia su situación personal pero sí la de su familia (que tendría que viajar menos) y la de los dirigentes de su partido, que andan en pleno juego de tronos con la corte de Puigdemont para ver quién le acaba madrugando al otro la presidencia.

Esquerra está en lo que está: votarán a favor de Puigdemont si éste se persona en el Parlamento. Si no se persona, pues no. Que es la manera de decir que si el fantasma de Flandes quiere volver a ser presidente, ha de abandonar el fantasmeo y hacerse carne entre los demás mortales. Y resignarse a ser detenido, claro que sí, y encarcelado preventivamente, claro que sí, exactamente igual que hizo Junqueras. Y como Esquerra está convencida de que el fantasma tiene decidido no volver a pisar Cataluña salvo que le archiven antes la causa, pues la carambola está a la vista: en ausencia de president destituido al que restituir, que ocupe su sillón el vicepresident destituido y hagámosle presidente. Aunque esté imputado, aunque de momento esté en prisión y aunque a la larga pueda acabar siendo juzgado y condenado por rebelión.

La investidura, en todo caso, es para dentro de dos meses. Lo inmediato, como explicó ayer aquí Inés Arrimadas, es la constitución del Parlamento —el día 17— y la elección de la presidencia de la cámara. O dicho en otros términos, la decisión de quiénes son, de verdad, los diputados de Esquerra y del PDeCAT, qué pasa con los cuatro fugados que acompañan a Puigdemont en sus vacaciones belgas. Porque a los que están presos aquí, Junqueras, Forn, Jordi Sánchez, les autorizaría el tribunal a acudir al Parlamento a prometer el escaño y votar, pero los que están en el extranjero si quieren ejercer de diputados no tienen otra que regresar a España. Incluido el que aspira a telegobernar Cataluña, tele Carles Puigdemont. Él podrá seguir estirando el cuento de la presidencia en el exilio, pero a los otros cuatro les va a tocar dejar el escaño al siguiente porque los números van muy apretados. Además de expatriados por voluntad propia, se convertirán en parados. Bailarle el agua a Puigdemont no cuenta como trabajo.