Monólogo de Alsina: "Iglesias prometió unidad y humildad, justo de lo que ha demostrado carecer Podemos en Vistalegre II"
En este Día Mundial de la Radio, que deseo que celebren todos ustedes escuchándola. Escuchándola mucho y celebrando la diversidad que felizmente nos adorna. La variedad de emisoras, de programas, de locutores, de estilos, de intenciones, igual un poco menos de variedad de géneros, se lo admito, pero variedad también de canales para que la palabra y la música llegue hasta ustedes. La palabra, que viaja hasta donde usted se encuentra para que pueda escucharla casi a la vez que yo la estoy pronunciando. La palabra y la música. Ésa era la esencia del invento hace cien años y ésa sigue siendo hoy su esencia.
Aquí estamos, una mañana más, contándoles historias.
Y recibiendo hoy el saludo de colegas radiofonistas de otras radios como ésta nuestra que se están sumando a la fiesta.
Desde Colombia, ahora. País donde la radio vive un momento vibrante de aceptación y de influencia.
En Colombia madrugan más que aquí los programas informativos de la mañana. En esto no hay por qué seguiros, compañeros. Con empezar a la seis es más que suficiente.
¿Qué será, será, de Iñigo Errejón? Ya pasó CristoAlegre, ya ganó de largo Pablo Iglesias, ya quedó claro que en Podemos no hay número dos —-el uno es Pablo y el dos también es Pablo, que a veces se encarna en Echenique pero sigue siendo Pablo— y el siguiente capítulo empieza a escribirse ahora. Una vez derrotado el errejonismo se trata de impedir que vuelva a levantar cabeza. Que deje de ser una amenaza. Despojando al líder de la revuelta de toda influencia, guardándole en un desván para que, a base de no ser visto, se vaya olvidando el personal de su existencia.
Tic tac tic tac para el desahucio político del perdedor. La derrota de Errejón es la victoria de Irene Montero, probable nueva portavoz parlamentaria e integrante, con Echenique, Iglesias y, sin cargo orgánico, Monedero, del núcleo duro del secretario general. Los partidarios de dedicarle menos horas al parlamento y más a la movilización en la calle. Los que aplaudieron la alianza con Izquierda Unida y se revolvieron contra el evangelio de la transversalidad que predicaban el ex amigo del líder y su es novia: siempre los nombran en pareja: Íñigo y Tania.
Había más pablistas que errejonistas y le ha funcionado al sector oficial la acusación de deslealtad contra el sector crítico. A juzgar por los silbidos (algunos) que tuvo que encajar Errejón, ha cuajado la idea de que era él, y no Pablo, y no los Pablos, y no Monedero, quien estaba dividiendo el partido. O dividiéndolo más, porque dividido hay pocas dudas de que lo ha estado.
Cuando la militancia de un partido se pasa el congreso coreando unidad, unidad; cuando los dos contendientes se suman al coro gritando también ellos unidad, unidad; cuando el secretario de organización, encargado de proclamar los resultados, canta él mismo unidad unidad mientras nombra a los integrantes del comité federal —-digo del consejo ciudadano—; cuando todo eso pasa es que, de unidad, nada. La unidad es lo que va a seguir faltando porque la gresca ha sido demasiado agria. Y porque los abrazos que ayer se dieron pablistas y errejonistas eran como las lágrimas, de cocodrilo. Donde el cocodrilo es Pablo, con su rasputín Monedero, y el niño del río es Íñigo. Ínigo, y Tania, y Sergio, y todos.
Errejón lo intentó y perdió. Su propuesta de ampliar la base electoral de Podemos moderando su condición de partido izquierdista y su discurso de los de arriba y los de abajo ha fracasado. ¿Que será, será, de Íñigo ahora?
Pablo prometió unidad y humildad. Justo las dos propiedades de las que demostrado carecer Podemos en su congreso.
Iglesias pidiendo y prometiendo unidad mientras le reprochaba al PP que hubiera hecho un congreso a la búlgara. No hay líder político en España que no le envidie hoy a Rajoy el estado de mansedumbre en que se desenvuelve su partido. Quién tuviera una unidad como ésa. No le habría disgustado a Pablo salir elegido con el 95 % de los votos. Porque para eso se presenta.
Rajoy se ha confirmado a sí mismo como candidato en las próximas generales —-otra vez—. Su condición de presidente del partido lleva aparejada su condición de candidato. Y no ha dado señal alguna de que esté en su ánimo jubilarse con esta legislatura.
Cospedal gana aunque sea perdiendo. Incluso aquellos que han hecho cuanto ha estado en su mano para disuadirle de renovarle el cargo a Cospedal han aplaudido con fervor su decisión de mantenerla. Bueno, de mantenerla de aquella manera. Cuando te reafirman en el puesto y te añaden un cargo al organigrama que antes no estaba, es que te han limado tu poder. Iremos viendo, semana a semana, en qué y cuánto.
Es la segunda vez que Rajoy agarra la lima. La primera fue en 2015, tras aquellas elecciones autonómicas catastróficas que vivió el PP. Rajoy sembró de vicesecretarios generales el perímetro de la secretaria general. Ahora le pone a Maíllo de coordinador, por debajo en la jerarquía pero con necesidad de pactar lo que se haga. Mantiene el sillón, pero le ha quitado las ruedas.
Perimetrada y todo, gana Cospedal el pulso que libró con la vicepresidenta del gobierno por la continuidad como número dos del partido. Sigue habiendo una número dos en el gobierno —que perdió la visibilidad que le procuraba su condición de portavoz de ese gobierno— y sigue habiendo una número dos del partido que ahora tiene que delegar en el escudero Maíllo.
Visto en perspectiva, Rajoy mantiene a raya a las posibles aspirantes a sucederle algún día. La estrategia mariana: los delfines en potencia que naden lo que quieran pero que procuren no saltar muy alto. Al que salta, se le recorta la aleta.
Movimientos internos los seguirá habiendo, pero el PP se confirma como el partido que, entretanto conserve el gobierno de España, está blindado contra la discrepancia interna. Lo que haga el admirado líder presidente siempre será lo correcto. Así está escrito en el adn del partido.
Si Podemos fue el partido del amor y dejó de serlo, el PP es el partido del amén y va a seguir siéndolo.