Después de presentar muchos más avales de los que nadie pensaba, el destronado Pedro amanece como superratón, revitalizado y mineralizado. Susana, obligada a echar mano de su vis dramática, se finge abrumada por el clamor de militantes que la avalan porque "de corazón", dice, de corazón no se lo esperaba. En realidad, queridos corazones, lo que no se esperaba el susanismo es que los pedristas fueran tantos. Y tan dispuestos a hacerse ver, a retratarse con orgullo en el ejército del candidato que se supone que va a perder. Siempre fue más fácil, en España, firmarle un pagaré a quien va derecho al poder que prestarle un peine a quien va camino del matadero. Pero a Pedro hay 57.000 afiliados que lo ven ganador. Y cuanta más cara de ganador se le ponga a este hombre —-manque al final pierda— más cara de acelga se le va a ir poniendo a los coroneles susanistas. Al triunfo de su reina han confiado ellos su propia supervivencia. Han ganado el amistoso de ayer pero no han sentenciado al adversario. No han logrado quebrarle el alma al pedrismo —crujir a Pedro—. Espartaco se les ha ido vivo. Un cierto temblor de piernas por si fueran los avales de ella los que fueran engañosos. Los de ella y no los de él. Porque a él lo celebran quienes le van a votar con el entusiasmo de quien han descubierto en el árbol caído de la chupa ceñida una estrella del rock, el líder estudiantil de una revuelta contra el claustro de profesores. Mientras que a ella la apoyan sus avalistas con un estilo más sobrio. No entusiasma, admiten, pero es lo mejor que tenemos. Por territorios, el tanteo va de más a menos. Andalucía es el paraíso susanista. Tres de cada cuatro militantes la avalan a ella. En Castilla La Mancha la diferencia mengua: de cada nueve avales, cinco Susana, cuatro Pedro. Madrid se acerca al empate: gana ella por la mínima. Pedro se perfila imbatible en la comunidad valenciana (gana por ocho a cinco), arrolla en Cataluña (6-1) y humilla en Euskadi (mil firmas para él, 96 para ella en territorio Patxi). Galicia es pedrisca, como la Asturias de Javier Fernández, como Cantabria y como Castilla y León. Los reinos del norte son sanchistas. El sur es susanista y el PSOE plurinacional puede acabar en PSOE pluripartidista, o sea, un pluri-PSOE, el ejército de Pancho Villa. El fiscal anticorrupción más conocido que ha tenido España, Manuel Moix, ha salvado su primera eliminatoria. Tres fiscales del Consejo Fiscal, los tres que se declaran progresistas, le pidieron ayer a su jefe, Maza, la cabeza en una bandeja del Bautista. Se salvó el profeta y se quedó Salomé con las ganas. Maza declinó cargarse a Moix —él lo nombró hace dos meses— y la mayoría del Consejo Fiscal, la cúpula de la fiscalía, dió su respaldo al jefe cuestionado. En lo que aún no se sale con la suya Manuel Moix es en el relevo de los fiscales que dirigen la investigación del caso del 3% convergente, Grinda y Bermejo. El motivo que alega Moix (lo escuchamos de su boca ayer aquí) es que hay fiscales anticorrupción en Cataluña que pueden ocuparse mejor del tema. El commander in chief de la fiscalía, que es Maza, pide tiempo para darle una vuelta al asunto y elude así respaldar a su subordinado. Que ayer aquí, y sabiendo que esto podía pasar, ya avanzó que no se iba a sentir desautorizado. Los fiscales del 3% seguirán, por ahora, con el caso aunque habrán de afrontar la denuncia que ha presentado contra ellos uno de los imputados en el caso. El Consejo Fiscal no atendió ayer la petición de amparo que habían formulado los dos fiscales. Resolvió la papeleta el consejo haciendo una declaración de trámite en la que explica lo importante que es el trabajo que hacen todos los fiscales anti corrupción pero evitando tomar partido sobre si la denuncia por coacciones está, o no, justificada. Moix tampoco se pronunció sobre el crédito que le merece la acusación contra estos fiscales, pero sí dijo que esto de andar pidiendo amparo porque a uno le denuncien no lo había visto nunca. El pulso entre el jefe de anticorrupción y algunos de los fiscales de su departamento es indisimulado y, por momentos, agrio. En el ojo del huracán quien aparece es el jefe, pero precisamente porque es el jefe quienes tienen las de perder son los subordinados. Puigdemont se ha comprado unas urnas.De las buenas, de metacrilato. Nada que ver con la baratija aquella que utilizó Artur Mas para su consulta de 2014, las cajas de cartón que más que para votar le sirvieron para ir preparando la mudanza.