Monólogo de Alsina: "La desobediencia de Torra con los lazos, camuflada ahora entre flores, ya se produjo y está aún sin castigar"
El riesgo de pasarse de astuto y creerte tan listo como para seguir con el choteo es que el personal acabe choteándose de ti.
Decíamos ayer que el virus de la astucia que inoculó Artur Mas sigue causando estragos en el actual presidente autonómico de Cataluña. A gobernar no le dedica ni un minuto, pero a urdir trucos, tretas y trampas para fingir que hace una cosa cuando está haciendo otra le dedica todas las horas del día. Joaquim Torra. Mili tiene en el juego éste del trilerismo porque él formaba parte de la cohorte puigdemoníaca cuando la preparación del primero de octubre. Y porqueayer se supo que fue visto en la nave aquella de Tarragona en la que escondía la Generalitat las papeletas y las actas para las mesas.
El estribillo que cantaba la muchachada independentista, ¿se acuerdan?, ¿dónde están las papeletas?, con recochineo, porque el Estado no conseguía encontrarlas. Hasta que las encontró en Tarragona. Por allí andaba Torra. Y entonces instruyeron a los votantes para que imprimieran la papeleta en casa y se la llevaran puesta al colegio. La operación pero qué requetelistos somos.
En el capítulo de hoy de truco o trato, el hijo de Puigdemont se prepara para un nuevo numerito de ilusionismo. Temiendo que la Junta Electoral se ponga seria y que la fiscalía acabe abriéndole un procedimiento, Torra va a comerse sus palabras de la semana pasada y tragará con la retirada de los lazos amarillos y las banderas independentistas. Se ha buscado la cutre coartada del Defensor del Pueblo catalán, Ribó, que ahora resulta que hace informes sin que nadie se los pida y a una velocidad supersónica. El viernes ya tenía el Defensor su dictamen sobre los lazos amarillos. Impresionante. Porque la señora Artadi contó que se lo habían pedido el martes. Entérese de una vez la ciencia: quien ha logrado el hito de viajar hacia atrás en el tiempo no son los físicos rusos, son los independentistas catalanes. El martes pide Torra un informe y el viernes anterior ya lo tiene. Este hombre es un coloso. Y el Defensor del Pueblo un colaborador necesario.
La cuestión, como ya sabrán, es que el Defensor —que a diferencia de la Junta Electoral es catalán, o sea, nostre, como dice Artadi— ha concluido que mientras no hay unas elecciones a la vista no pasa nada por colgar de la fachada de un edificio oficial lo que más le guste al que manda: lo mismo un lazo amarillo que una pancarta, una bandera estelada, la bufanda del Barça, una foto tamaño póster de Shakira o un mechón de pelo de Puigdemont. Lo que tú veas, porque para eso tienes la mayoría. Ahora, si hay elecciones a la vista, entonces queda feo y es mejor mantener la fachada limpia. El criterio es bastante discutible, claro. No porque tenga todo el sentido que si el edificio es de todos la fachada no deba usarse como escaparate de una parte, sino porque el resto del año no le parece mal al Defensor que se cuelguen ahí cosas. Dices: ¿sólo si son independentistas o de las otras también? ¿Una pancarta en el Palau que diga ‘155 perpetuo y Torra a prisión’ le parecería bien, por aquello de la libertad de expresión, o ese tipo de pancartas tampoco.
Total, que Torra ha decidido que le va a hacer caso al señor Ribó —no a la Junta Electoral, tranquil, Rufián, tranquil, no le llames cobarde— pero sustituyendo los lazos amarillos por alguna otra cosa. Aquí el caso es seguir con el choteo. Está mirando a ver si en lugar de lazos pone unas macetas de geranios (amarillos, por supuesto), guirnaldas (amarillas), pegatinas de DHL, post-its, tapas de yogur de limón o las tapas de aquellas guías de teléfonos comerciales, ¿cómo se llamaban?, eso, las páginas amarillas. También podría pintar de amarillo todo el barrio gótico de Barcelona o cualquier otra sandez campanuda.
Cuando uno se pasa de listo se arriesga a quedar como todo lo contrario. El mejor editorial sobre este asunto lo publica El Mundo… Today. Se lo leo:
“Torra colocará lazos de color amarillo anaranjado para reivindicar el regreso inmediato de los lazos amarillos injustamente apartados de la política. Primero conseguiremos que vuelvan los lazos de antes, ha dicho, luego nos ocuparemos de los presos y después, ya, de la República. Los queremos en casa, us volem a casa. ¿A quienes? A los lazos amarillos. En el Parlament, hay varios escaños con lazos anaranjados para evidenciar el hueco dejado por los lazos amarillos que a su vez ocupaban el sitio de los políticos procesados. Respecto de las banderas, Torra ha decidido que la bandera independentista pasa a ser la bandera catalana normal y la bandera catalana normal pasa a ser la independentista, por lo que no ve problema alguno en retirar la bandera normal, que ahora es la estelada, y sustituirla por la bandera independentista, que ahora es la que antes era normal”.
Todo en orden en el universo independentista. Que el trilerismo de este señor no le haga a usted perder de vista los hechos. El presidente autonómico desobedeció una instrucción de la Junta Electoral y se jactó de hacerlo. Torra, a la Junta Electoral, le hizo la butifarra. Ténganlo presente la Junta cuando esta tarde se reúna porque la desobediencia, camuflada ahora entre flores de colores, ya se produjo y está aún sin castigar.
Por cierto, con lo vehemente que es siempre la CUP en la denuncia de la persecución que, según ella, sufre la libertad de opinión en Cataluña —nos quieren callar, no nos dejan opinar, todas esas gaitas— y qué poco tardó ayer en pedir que se reprendiera a Inés Arrimadas por haberse referido a los dirigentes independentistas como ‘gallitos’. Ésto es lo que dijo Arrimadas…y esto es lo que dijo María Sirvent, de la CUP.
No se puede permitir una expresión como ésa en el Parlament. Llamar fascistas a los constitucionalistas sí. Pero llamar gallito a Torra, oiga, eso es intolerable.