Rajoy, disfrutando con la camiseta que le regalaron, el número quince, su nombre a la espalda y el patrocinio de la Caixa. La Caixa de Fainé que una semana antes de las urnas se ha decidido a pronunciarse en contra de la independencia catalana.
La última vez que estuvo Artur Mas por aquí, Palacio de la Moncloa, creo que fue en el mes de julio de 2014. Antes de la consulta de cartón. Antes de reventar Convergencia i Unió. Antes de alumbrar esta candidatura independentista de siglas camufladas con la que el nuevo matrimonio de conveniencia que forman Esquerra y Convergencia aspiran a alcanzar la mayoría absoluta del parlamento autonómico. Y que, según las encuestas (a sólo cinco días de las urnas), en efecto está en condiciones de conseguir.
La última vez que estuvo Artur Mas aquí casi nadie creía que seguiría adelante con su consulta ilegal; casi nadie se tomaba en serio que Convergencia—la Convergencia conservadora y burguesa— pudiera convertirse de un día para otro en una formación independentista que le copia el discurso no ya a Esquerra, sino a la CUP. Y casi nadie creía que acabarían llegando unas elecciones autonómicas, antes de las generales, en las que el único programa electoral de la candidatura gubernamental catalana sería el proceso hacia la independencia. No se esfuerce en llamarlas plebiscitarias, le dijo el gobierno central repetidamente a Artur Mas, porque serán unas autonómicas corrientes. Pero llegados a esta última semana de carrera, habrá que reconocerle al rey Artur que ha logrado que esa interpretación cale, la de que estamos ante un a favor o en contra de la independencia. Sólo así se explican los pronunciamientos que a diario están haciendo empresarios, banqueros y jefes de estado y de gobierno. Sólo así se explica que el responsable de la Seguridad Social advierta hoy de las devastadoras consecuencias que, para las pensiones, tendría la independencia. Y esa es la paradoja a la que estamos asistiendo estos días: que incluso el gobierno de la nación airea los efectos de algo que, según él, es imposible que se produzca.
Si el independentismo ha logrado que arraigue su planteamiento de estas urnas, los no independentistas —-con el papel esencial del gobierno central—- han conseguido que el debate gire en torno a las contraindicaciones de seguir hacia la independencia. El día que no responde a Obama responde a Luis María Linde, pero le está tocando a Artur Mas responder cada día a un posible, y negativo, efecto secundario. Tampoco está muy claro si esto disuade independentistas o todo lo contrario, pero la iniciativa del debate la está llevando, por persona interpuesta, el gobierno de España.
Todo el carbón a la caldera. Si Moncloa moviliza a los suyos, Artur Mas saca una carta nueva de la baraja: insumisión en el pago de la deuda. Si Cataluña se desentiende de la parte de la deuda pública de España que le toca, quiebra financieramente España.
La Unión Europea se rinde ante Hungría. El reparto de refugiados por los países comunitarios será voluntario. El gobierno que no quiera refugiados no tendrá que acogerlos. Una semana después de la reunión fracasada del pasado martes, vuelven a verse los ministros de Interior con la encomienda de sus gobiernos respectivos de alumbrar un acuerdo. Hungría se ha cerrado en banda no tanto por el número de los que le tocan como por el hecho de que, con la norma actual, es el primer país que pisa el refugiado el que debe hacerse cargo de su asilo. Y en el caso de los miles de personas que hoy están en Hungría ese primer país europeo por el que pasaron se llama Grecia. Pasado mañana terminarán de peinar el acuerdo los jefes de Estado y de gobierno, que encontrarán, probablemente, tiempo para abordar el origen de la crisis, la guerra civil en Siria que cumple cuatro años y medio y sobre la que hoy propone el ministro francés de Exteriores un gobierno de unidad nacional integrado por la oposición moderada —-habrá que identificar quién encarna en Siria la oposición moderada—- y por miembros del régimen actual: no Al Assad, dice Fabius, pero sí algunos de los suyos. Menciona el precedente de Sadam Hussein en Iraq: el desmantelamiento del sistema condujo al caos, algo hay que mantener en pie, aunque sea heredado de la familia represora. Y porque sólo tragando con eso podrá incluirse a Rusia e Irán en esta ecuación tan delicada.