Monólogo de Alsina: "¿Moviliza más el derecho a decidir que la batalla contra el terrorismo? La respuesta es sí"
Iniciando esta última semana del mes de agosto. Con tormentas a la vista, esta tarde en casi toda España. Con agua de lluvia en Madrid, Castilla la Mancha, Andalucía. Que empieza a venir bien al cabo de un verano tan seco, y con temperaturas tan altas, como éste que hemos tenido.
Agotando ya las vacaciones (casi todos) y poniendo en marcha, pasito a pasito, la nueva temporada radiofónica.
Y de regreso de Barcelona, donde diez días después recibió su familia la peor de las noticias.
Diez días estuvo hospitalizada, con los médicos y las enfermeras haciendo lo imposible por salvarla, una mujer alemana que fue atropellada en la Rambla.
Todo lo que sabemos de ella es su edad, 51 años, y su nacionalidad.
Y el número, claro. El número que hace de personas asesinadas. Ella es la número dieciséis.
Dieciséis asesinados. La mayoría de ellos turistas.
En recuerdo de ellos han brotado en la Rambla los altares de los que les hemos hablado estos días y que ahora irán siendo levantados.
Y en homenaje a ellos se hizo, o eso se suponía, la manifestación del sábado en Barcelona. Repudio del yihadismo, homenaje a los asesinados.
A quien organizó la manifestación, sin embargo, se le pasó por alto mencionar sus nombres. Habría sido una manera sencilla de tenerlos presentes, o más presentes, en ese acto que pudieron seguir por la radio y la televisión compatriotas suyos en sus países de origen.
La manifestación fue menos numerosa de lo que se esperaba, no hay por qué ocultarlo.
Medio millón son muchísimas personas. Una multitud. Pero no fue la mayor de la manifestaciones que se ha vivido en la ciudad, como erróneamente algunos anticiparon. Se quedó bastante lejos de serlo. Nada que ver con lo de Ernest Lluch, comentaban algunos veteranos antes de que empezara. Nada que ver con las movilizaciones soberanistas de estos últimos años.
¿Moviliza menos la batalla contra el terrorismo que la reivindicación del derecho a decidir? Respuesta: sí. Eso es lo que hemos visto y tampoco hay por qué ocultarlo. ¿Moviliza menos la unidad que el conflicto? Respuesta: sí. Cabe poca duda a ese respecto.
Ya están ustedes al tanto de que para algunos manifestantes (bastantes) muy visibles y muy ruidosos ésta fue, en realidad, una manifestación contra el Gobierno y contra el Rey. En cuya lista de pecados capitales incluyen ahora el tráfico de armas y la complicidad con el yihadismo. Con la coartada de denunciar la venta de armas a Arabia Saudí lo que en verdad querían hacer —e hicieron— fue poner como un trapo a Felipe de Borbón convertido por obra y gracia de los pancartistas en traficante de armas.
La majadería máxima (o en plural, porque las majaderías se reproducen más que los conejos) que se extendió como eslogan contagioso entre los consumidores de argumentarios basura y pancarta rápida. Letreros que decían: "Felipe, la paz no se hace vendiendo armas". Portado uno de ellos por un tipo que detesta las armas pero se muere de gusto cada vez que abraza a Arnaldo Otegi (Minoves se llama el tipo, fue asesor de Esquerra Republicana).
Las armas, fíjense, no son la antítesis, lo contrario, de la paz.
Revelemos un secreto inconfesable a los pacifistas de todo a cien. Los Mossos abatieron a los terroristas usando armas. Las que alguien cargado de razón adquiere para que puedan usarlas en el combate contra quienes quieren matarnos. No venda usted armas pero no deje de comprarlas.
Revelemos otro secreto. Las armas empleadas por el comando de Ripoll eran cuchillos comprados en un chino, acetona de la droguería, clavos de la ferretería y bombonas de butano. Arabia Saudí lo que nos compra son barcos a los astilleros de Cádiz, como sabe el alcalde Kichi.
El problema de las armas no es venderlas, sino a quién se las vendes y para qué las usa.
El régimen de Arabia Saudí es, en conjunto, bastante despreciable. Autoritario, machista, enemigo de la libertad. Empata en algunos de sus peores aspectos con su peor enemigo, que es Irán. Y ambos estados libran un pulso por el control de Oriente Medio y por la propaganda fuera de sus fronteras: ahí están las dos televisiones que emiten en España: HispanTV, la iraní, y CordobaTV, la saudí.
Lo que pasa es que aquí se está usando a Arabia Saudí y su familia dictatorial como calzador para arremeter contra el Gobierno y contra el Estado. Como calzador y como recurso facilón para explicar el yihadismo: ¿por qué nos atropellan en la Rambla? Por culpa de Arabia Saudí. Ya tenemos un villano al que quemar en la hoguera de la simpleza rápiza. Y si el villano es amigo del Estado español, villanía contagiosa. Ya tenemos contra quien hacer una manifestación, no vaya a parecer que el tal Younes, o el imán de Ripoll, o el mismísimo Al Bagdadi son más responsables del atropellamiento que el Rey de España.
El rollo de siempre: nos merecemos lo que nos pasa porque siempre es culpa nuestra. Siempre ha de ser consecuencia de algo odioso que hemos hecho nosotros antes. Bueno, nosotros no, sociedad admirable y bondadosa. Sino el Gobierno. El 11-M nos pasó por meternos en la guerra de Iraq. Lo de la Rambla nos ha pasado por vender armas. Vuestras guerras, nuestros muertos, decía la CUP, apropiándose de muertos que nunca fueron suyos e indignada, se ve, por el tremendo delito que cometemos combatiendo militarmente a Estado Islámico en Iraq. Vuestras guerras, nuestros muertos. Cuando Cataluña sea una la república independiente de la paz dejará de ser objetivo terrorista, éste es el mensaje. Nos ha pasado por culpa de la España que vende armas. Qué pueden hacer los pobrecitos terroristas sino matarnos inspirados por Arabia Saudí, sabiendo la cantidad de armas que les vendemos.
La derrota del terrorismo es la normalidad, dice Puigdemont. La normalidad de un país en alerta 4.
Para el presidente catalán normalidad significa, lo sabemos, seguir adelante con el proceso de insumisión a las leyes españolas. En una entrevista con ElNacional ha dicho que el primero de octubre pondrá las urnas y que la normalidad consiste en que nadie le diga a los Mossos d'Esquadra que las retiren.
Normalidad, para él, es que vaya la gente a votar sobre la independencia, confía en que gane el sí y ya se ve negociando con el Estado español una transición hacia la emancipación total que él quiere que sea corta.
De manera que, concluido el duelo por los atentados y archivada la manifestación que dejó claro lo que había, regresa el timonel a la sala de máquinas para rematar su operación inconstitucional. Eso sí, sin concretar aún ni cuándo aprobará el Parlamento la falsa ley con la que justificar un referéndum ni cuándo contará dónde tiene guardadas, o escondidas, las seis mil urnas.
Rajoy ya tiene la respuesta al deseo que expresó ayer su mensaje de ayer en Pontevedra.