OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Ni Puigdemont ni Torra quieren gobernar Cataluña sino alimentar la ficción de la república fantasma"

Al rey le llegará el papel. Mañana. Y el rey lo firmará. El nombramiento de este Joaquim Torra Pla como presidente de la Generalitat.

ondacero.es

Madrid |

Roger Torrent, presidente del Parlamento catalán, pedirá audiencia al rey para informarle de palabra. Y el rey verá si le recibe o le deja esperando, como a Carme Forcadell. Lo de dar audiencia es optativo. Lo de nombrar a Torra no lo es. El rey se tendrá que tragar el sapo de nombrar a alguien cuyo único objetivo es romper la monarquía parlamentaria.

Al peón de Puigdemont que hoy va a ser investido presidente —peón, activista y radical son descripciones con las que Torra se siente cómodo—, le va a disgustar que se le recuerde, pero quien nombra al president no es el Parlamento catalán, es el jefe del Estado. "Vengo en nombrar presidente a Torra, elegido por el Parlamento", dirá el real decreto que el miércoles publique el BOE. Firmado por Felipe Rey a instancias del presidente del gobierno. Esto de ver Borbón y Rajoy en su decreto de nombramiento hace que a Torra se le empañen las gafas. De pura indignación. Porque a él quien le ha elegido, como todo el mundo, sabe no es ni el Rey ni el presidente, es su amigo el del Berlín. El doctor Puigdemont, su creador. Es Puigdemont, encomendándose a la virgen de Montserrat, quien se ha creado un avatar para gobernar Cataluña desde Alemania. Un avatar amarillo.

Bueno, no, ni Puigdemont ni su avatar quieren gobernar Cataluña. Lo que quieren —bien claro lo dijo Torra en su mítin de investidura el sábado—, lo que quieren es mantener y aumentar la tensión entre catalanes y utilizar la administración autonómica (fabuloso aparato de poder) para alimentar la ficción de la república fantasma, tener contenta a la mitad de los catalanes y desdeñar como si sólo fuera un obstáculo, un engorro, un grano, a la otra mitad. El monaguillo de Puigdemont no quiere gobernar, quiere manejar los resortes del poder (y el presupuesto) para atizar el enfrentamiento y achicar el espacio de los catalanes que no desean ni ruptura, ni embestida, ni independencia.

El monaguillo intentó comprometer al Rey el sábado citando palabras suyas de cuando era Príncipe, hace treinta años.

El Principe habló entonces de las urnas, del Estatuto y de la Constitución. Es decir, de lo que sigue hablando treinta años después: la voluntad popular dentro del marco jurídico, no violentándolo. No es el rey quien ha cambiado de postura. Es Joaquim Torra y quienes como él repudiaban hace treinta años los intentos de cambiar las reglas de juego por las bravas y hoy no sólo los celebran sino que emplean las instituciones catalanas para forzar el cambio que la voluntad popular, la de todos los españoles, no desea.

Retorcer las frases que otros dijeron. Distorsionar de manera ventajista la historia en la única especialidad conocida de QuimDeMont, el nuevo faro que iluminará desde mañana la plaza de Sant Jaume.

La CUP ha sentido el vértigo de aparecer como culpable de que el 155 continúe. Le han perdonado la vida a Joaquim Torra y le dejan que empiece a gobernar a ver cómo lo hace.

Rajoy, salvadas las distancias, está en lo mismo, en esperar a ver qué es lo que hace.

Por sus actos le conoceremos y en consecuencia actuaremos.

La CUP le meterá presión al avatar de Puigdemont —avatar amarillo— para que se tire de cabeza al barranco del enfrentamiento total y Rajoy le estará vigilando con el dedo sobre la tecla del 155. Ya se ha intervenido una vez la autonomía catalana y no se ha hundido el mundo, si quim-de-mont incumple sus obligaciones constitucionales o pone en riesgo el interés general de los españoles, siempre se puede apretar de nuevo la tecla y volver a intervenirla.

Torra prometió el sábado justo eso: incumplir sus obligaciones constitucionales y actuar contra los intereses generales de los españoles. Lo que él llama radicalidad. De esto es de lo que presume el sempipresident. De radical. Así que es de esperar que cada vez que llame radical a Rivera o a Rajoy lo estará diciendo como elogio. Toda esa radicalidad que él ve como mérito en él —se mira al espejo y dice: guau, qué radical que soy, cómo me gusto— la verá también como mérito en los demás. ¿O no? Cuando Rajoy le diga: la autodeterminación no se puede negociar, ¿saldrá de la Moncloa reconociendo al presidente su radicalidad en la defensa de la Constitución? ¿O saldrá quejándose de que le han dicho que no, esta España intransigente, atrasada y expoliadora?

A golpe de encuesta se escribe la crónica política de España. Quédese usted con la que más le guste: la del CIS de la semana pasada, que ponía al PP primero seguido de Ciudadanos y el PSOE, o la de Metroscopia de hoy en El País, que pone a Ciudadanos en la primera plaza y a Podemos en la segunda. Las dos marcas de la nueva política estarían por delante, por primera vez, de los dos partidos tradicionales.

En El País siguen dando alas a Ciudadanos y le atribuyen casi el 30 % del voto. Podemos estaría diez puntos por detrás, cerca del 20 %. Para el PP y el PSOE la encuesta aporta un 19 % por ciento. Es un sondeo indigesto, sobre todo, para el PSOE y para su actual dirección, la de Pedro Sánchez, que tampoco es que espere recibir alegrías leyendo El País, pero que, a la luz de esta encuesta, habría sufrido ya el sorpasso, el adelantamiento de Podemos. Justo aquello de lo que Sánchez hasta ahora podía poder presumir: de que Pablo Iglesias no le había arrebatado al PSOE votos suficientes como para ponerse por delante. Según Metroscopia, ya lo está. Según Metroscopia, hay un partido disparado, Ciudadanos, otro que poco a poco gana posiciones, Podemos, y dos que se van marchitando, los dos grandes, el PP y el PSOE.

Es verdad que no hay elecciones a la vista y eso afecta al dibujo que ofrecen las encuestas. Y sobre eso, la oportunidad de liquidar ya la legislatura e ir a elecciones, le preguntan también a los encuestados. La abrumadora mayoría de los votantes de Podemos y el PSOE quiere que la legislatura se acabe ya. La mayoría de los del PP quiere que siga. ¿Y Ciudadanos? ¿Dónde están los votantes de Rivera, por seguir apuntalando a Rajoy o por dejarle caer y acelerar las urnas? Pues división de opiniones, a imagen y semejanza de los dirigentes del partido. 48 % a favor de convocar ya, 50 % a favor de aguantar hasta 2020. Bien es verdad que el 86 % de los españoles opina que, con elecciones antes o después, el tiempo de Rajoy se ha terminado.

Podemos tiene un problema en Zaragoza por Nueva York.

Pasión por Nueva York.

La que sintió el secretario general del partido, Guillermo Lázaro. Contrató con una agencia un viaje a Estados Unidos, vuelo de ida, cuatro noches en Nueva York, dos en Washington, vuelo de vuelta, para él y para su pareja, la secretaria de organización María José Calderón (no es Madrid el único lugar en el que los cargos orgánicos se emparejan). El viaje les resultó muy grato y sobre todo, les resultó muy barato. Porque no se lo pagaron ellos. Se lo cargaron a la cuenta del grupo municipal de Zaragoza en Común, la marca morada en la capital maña. Dos mil ochocientos euros que llegaron a oídos de la dirección regional el pasado abril. Que tomó dos decisiones:

• Destituir a Lázaro como secretario regional.

• Camuflar la destitución contándole al personal que dimitía por razones personales. Es decir, ocultar que se había pagado un viaje a Nueva York con dinero del grupo municipal.

Lázaro dejó de ser secretario general de Podemos en Zaragoza, pero no ha dejado de ser coordinador municipal de Zaragoza en Común. Porque dice su grupo que fue un error de la agencia que ya se subsanó. Se equivocó de cuenta al hacer el cargo y él ya lo reembolsó. Y que si no han contado nada en estos meses es porque tampoco creen que el asunto tenga más relevancia. Podemos le ha quitado de secretario general pero en Zaragoza en Común no le ven relevancia. En Nueva York, tampoco.