opinión

Monólogo de Alsina: "No es tiempo de confusión ni de portavoces en prácticas, el gobierno ha de informar con precisión"

Diario de la pandemia. 18 de marzo. Ya queda un día menos para dejar todo esto atrás.

Carlos Alsina

Madrid |

· Me escribe Ana Delgado, que es maestra. 'Sí que es verdad', me dice, 'que la crisis nos está cambiando. Mis alumnos de primero de primaria ya no quieren ser futbolistas. De mayores lo que quieren ser es científicos, para matar el virus'. No tengo nada en contra de los niños futbolistas, pero la idea de una legión de críos jugando on line, en la Play, a fabricar vacunas me fascina. Gracias, Ana.

· Me chiva Jesús, que es médico, el lema que tienen en el hospital donde él trabaja. 'Ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos'. Me gusta y me lo apunto como lema del programa: 'el mejor de nosotros somos todos nosotros juntos'.

· Ya he perdido la cuenta de los profesionales y los sectores que merecen darse por aludidos (como aplaudidos) cada vez que nos dan las ocho de la tarde. Ahora veo a un militar desinfectando y me sale aplaudirle. Veo un camión, y lo mismo. Me hago a la idea de que el camionero que lo lleva ha echado la madrugada conduciendo para que esté la mercancía a primera hora en la estantería de mi supermercado. Ojalá tuviéramos camiones llenos de mascarillas, batas plastificadas y respiradores. Ojalá lleguen pronto los envíos que ayer nos anunció el encargado de negocios de la embajada. Que habla español como si hubiera nacido en Salamanca y le pone al final de cada frase un 'ajá' que he decidido que me inspira confianza.

· Ayer conté que una cría de cuatro años se agarró un disgusto tremendo el lunes porque a sus padres les dio por bañarla poco antes de las ocho de la tarde, y con el despiste de si te seco o no te seco se les pasó la hora y cuando terminaron ya se había pasado lo del aplauso. Me ha asegurado el padre que programó la alarma del móvil para no despistarse nunca más. Y que ayer, a las ocho, estaban todos aplaudiendo. Sobre todo, la diminuta. Que se ha ganado un plato de guisantes (es que es lo que más le gusta).

· Marta me ha dicho que ya tiene un caso próximo de coronavirus en su versión más grave. El padre de un amigo está en la UCI. La madre en casa, contagiada. Él hijo acude al hospital (sólo una visita por paciente) sabiendo que todo lo que cabe ya es despedirse.

· Estos días pienso mucho (yo creo que pensamos todos) en la soledad y la compañía. La soledad en casa, de mayores que están más o menos sanos –-pero se saben mayores— y la soledad de los hospitalizados. Aislados, para prevenir contagios, sin familia alrededor que los toque, los conforte, les tome de la mano.

· Las víctimas de la epidemia son víctimas invisibles. En la tele vemos a los que están con síntomas leves y cuentan su evolución grabándose vídeos o haciendo hilos en twitter. 'Me subió la fiebre, me asalta la tos, me voy recuperando'. Vemos médicos y enfermeros que transmiten su experiencia en los ratos de descanso. Pero no vemos los hospitales por dentro. No hay cámaras. Ni hacen falta. En los tiempos en que todo se filma, y se transmite, tiempos de móviles con diecisiete cámaras incorporadas, la discreción del personal hospitalario está siendo absoluta. Preservando a los enfermos y preservándonos a nosotros de la parte más dura.

· La soledad de los invisibles. Cristina, que es medico del hospital de La Princesa, ha tenido una idea. Cartas de ánimo. Cartas anónimas que escribamos los que estamos fuera para animar a los enfermos que en aislamiento --mayores la mayoría de ellos-- padecen, además del coronavirus, la ansiedad. Su idea es que cada día, el médico que visita al paciente (y que sólo pasa una vez al día) le entregue la carta de un desconocido que, aunque sea a distancia, le pueda alentar. Tengo que preguntarle a Cristina dónde hay que enviar las cartas. Y si valen cartas leídas, la compañía de la voz, escritas y leídas, por ejemplo, por oyentes anónimos de este programa.

· El lunes escribí en el diario que echaba de menos la voz del Rey en una emergencia nacional como ésta. Me extrañó leer ayer que la Zarzuela no veía necesario que el Rey dijera nada. "Le corresponde al poder ejecutivo gestionar la crisis", me reprochó un compañero. Sí, claro. Necesario no es que el Rey hable, ni ahora ni en Nochebuena, pero nuestro día de a día de España en alarma está lleno de cosas innecesarias que hace la gente corriente con afán de ayudar, alentar, apoyar al que está al lado.

· Esta noche hará por fin el Rey un discurso. Sobre el coronavirus. Y ya que se pone, animémosle, sobre la corona. Sobre el Rey de antes, que es su padre. Sobre las razones del repudio. Sobre el intento de chantaje de que él mismo, Felipe, fue objeto presuntamente por los abogados de Corinna. Da igual que el motivo del discurso sea la crisis general en la que estamos. Nadie podría entender (bueno, nadie, yo no entendería) que la Zarzuela haga comunicados y cuando el Rey, que la Zarzuela, tiene una cámara delante se hiciera el loco. Si él escogió contar todo esto el domingo, él tiene la obligación de exponer, de viva voz, qué cree (o sabe) que hizo su padre para merecer la condena.

· Tengo la impresión de que no es buena idea que salgan cada día altos cargos de cuatro ministerios a dar una rueda de prensa. No dudo de que son muy eficaces cada uno en lo suyo, pero experiencia en comunicar lo que hacen, exceptuando al doctor Simón, no tiene ninguno. Temo que se nota demasiado. El general Villaroya insistió ayer en que las Fuerzas Armadas se siguen desplegando. Ya están en 28 ciudades. Y siguen sin estar ni en Bilbao ni en Barcelona. Allí hay, como en Madrid, estaciones de tren y lugares donde la gente se aglomera. Pero también hay, a diferencia de Madrid, gobiernos nacionalistas que consideran al Ejército un instrumento de Madrid, ajeno a ellos.

· Torra quiere parar toda la actividad en Cataluña y suspender los transportes. Él lo llama cerrar Cataluña. Confinamiento sin excepciones. A lo mejor tiene razón, Oriol Mitjá, el médico de infecciosas, está en la tesis de que nos estamos quedando cortos. Pero oigo a Torra decir que le importan un rábano las banderas y las fronteras...

...y por más esfuerzo que hago no me lo creo.

· Me preocupa que hayan aflorado tan pronto tensiones entre un gobierno autonómico, el andaluz, y el gobierno de España por el tema mascarillas. Las 150.000 fabricadas por una empresa de Jaén que tenían como destino hospitales andaluces hasta que el ministerio de Sanidad decretó que fueran para Madrid. Fue injusto que el alto cargo de la Guardia Civil dijera que se le habían requisado las mascarillas a esa empresa. Sonó a que las tenían escondidas para especular con ellas, y ahora se ha visto que de eso, nada. Requisar es un verbo que induce sospecha. Y no es tiempo de confusión ni de portavoces en prácticas. El gobierno ha de informar con precisión y dejar los discursos y las valoraciones para otros.

· Anoto en el diario una pregunta tonta: si en lugar de pelearnos por las mascarillas que no tenemos, no podría convocarse a las empresas que las fabrican en España y preguntarles qué necesitan para fabricar ya el doble, o el triple, o las que hagan falta. Preguntárselo y dárselo.

· Me fijé en que el presidente, en su rueda de prensa de los 200.000 millones, dijo otra vez que 'el virus no distingue ideologías'.

Sigo sin entender qué sentido tiene decir todos los días lo de la ideología. Me pregunto si en los demás países se considera necesario aclarar que un virus, como una enfermerdad, como una inundación, como un terremoto, no va preguntándole a la gente a quién vota para decidir si le asalta o le exonera.

· Creo que sería bueno que, en un acto de compromiso patriótico, los community managers de partidos políticos se aplicaran a sí mismos un suspensión de actividades completa. Que se la corten. La fibra. A sí mismos. Que dejen de embarrar el terreno tuitero. Muchos siguen actuando como si no estuviéramos todos en estado de emergencia. Como si todo fuera como antes de la crisis, cuando cualquier decisión que tomara un partido era ridiculizado por los otros. Como si no estuvieran tomando todos los gobiernos, el central y los otros, medidas excepcionales que en otro tiempo resultarían insólitas.

· Si Ayuso cuenta con Telepizza y Rodilla para distribuir la comida de las becas de comedor y el ministerio de Sanidad le pone pegas, sale la cuenta del PSOE a celebrar con proal ministro (con profusión de emoticones) porque no hay derecho a que se quiera alimentar niños a base de pizza y sandwiches. Pero luego el ministerio recula, los menús son variados y se queda el tuitero del PSOE con la pizza al aire. No es tiempo de pistuiteros de gatillo fácil. Es tiempo de contar hasta once mil (11.209) antes de soltarle una pedrada a quien te cae regular.

· Entiendo que, en esto, también nos cuesta cambiar las rutinas. Aún recuerdo la sesión parlamentaria (¿qué hace, un mes?) en la que medio hemiciclo intentaba convencernos al otro de que el otro medio quería matar gente porque sí, con la eutanasia, o hacer sufrir a la gente porque sí, retrasándola. No sé si le pasa a usted, pero yo al acordarme de estas cosas siento como un bochorno ajeno. O incluso propio.

· Leo un tuit de Alberto García Salido, pediatra, novelista y colaborador de nuestro programa. Se duele de que los políticos sigan publicitando los test que se les hacen a ellos mientras los sanitarios tienen que seguir esperando. Y le sale el homenaje a Cuerda: 'Aún no no hemos enterado', escribe, 'de quién es ahora contingente y quién, necesario'.

· Es pensar en José Luis Cuerda y acordarme de las ingles. El profesor de escuela que hoy pondría el examen sobre la importancia geográfica de las ingles (y la teoría general del estado y las ingles) desde un colegio vacío y para que respondan las preguntas los alumnos desde su casa. La última vez que sonó en este programa ese pasaje de 'Amanece que no es poco' fue para ilustrar lo del pin parental. En aquellos tiempos, tan lejanos, en que echábamos el día debatiendo sobre las cosas de Vox y si el gobierno le aplicaría el 155 a López Miras. 'Dadnos santos del cielo una visión global bastante aproximada.

· En Wuhan, donde empezó todo, sólo ha habido un contagio nuevo en las últimas 24 horas. Uno solo. Por primera vez en muchos meses el número de infectados que hay hoy en aquel país baja de nueve mil. Anuncia el régimen chino que ha desarrollado una vacuna eficaz contra el coronavirus que en breve se empezará a probar en seres humanos. No hay garantías aún de que sea efectiva, pero es lo último que quería apuntar esta mañana en el diario antes de que suene (sé que lo estás esperando, incluso deseando) este himno que te invito a entonar sin pudor alguno. No te voy a decir que salgas a la ventana pero no te cortes si te escuchan tus vecinos. Es el momento comunión de cada mañana. Ya suena, en la cadena de Onda Cero, el Facciamo finta che.

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