OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Ofender cotiza al alza"

Hay días isla. En los que la actualidad discurre por asuntos que tienen poco que ver con los de ayer y con los de mañana. Este jueves 18 de febrero va a ser uno de esos días. La actualidad va a bascular entre una entrada ruidosa y a pecho descubierto (a pechos, en realidad), y una salida también ruidosa y de enorme efecto.

ondacero.es

Madrid | 18.02.2016 08:00

Entre lo que ocurrió aquel día de 2011 en que Rita Maestre entró por las bravas (no sola, sino en compañía de otras) en la capilla de la Complutense al grito de “contra el Vaticano, poder clitoriano” o “sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios”el grado de ingenio de los ripios estaba a la altura de una intervención parlamentaria de Carles Puigdemont, pongamos— y lo que pueda suceder el día que los británicos acudan a las urnas a votar si se quedan o se van de la Unión Europea. David Cameron, gobernante conservador de la Gran Bretaña al que quiso ver Rajoy como la prueba de que se puede gobernar en crisis y obtener mayoría absoluta, tiene prometido que el año que viene preguntará a sus ciudadanos qué quieren hacer —si me queréis, quedarse—. Hoy busca que sus colegas europeos le acepten unas cuantas demandas para poder persuadir con más soltura a los británicos de que voten por la permanencia en lugar de por el Bréxit, la salida. Cuando no es por una cosa es por otra, cuando no es Grecia es Reino Unido, pero esta Unión Europea siempre parece en riesgo de desmembrarse.

Mientras estén los jefes de gobierno europeos camino de su primera cumbre del año, todo indica que los medios de comunicación en España estaremos más atentos a lo otro, lo de Maestre. Rita, Rita, a juicio por la escenita. Entre que hay un vídeo del incidente que pueden reproducir en bucle las televisiones, que el suceso se presta a hablar con profusión de tetas y de ovarios, que la acusada es de Podemos, que quiere convertirla Podemos en una suerte de mártir de la causa y que acude como testigo el hermano de Iñigo Errejón que resulta que es aún más pequeño—- el caso lo tiene todo para tenernos entretenidos.

No tendría mayor eco mediático de no ser esta señora Maestre la portavoz hoy del gobierno municipal de Madrid, el equipo de Manuela Carmena. (Que a Carmena le pasa lo que a la Unión Europea, cuando no es por una cosa es por otra, pero siempre parece en riesgo de desmembración política). Pero como lo es y como la fiscalía pide un año de prisión para ella, hay eco y hay posibles consecuencias políticas.

El arzobispo de Madrid, señor Osoro, ha roto en principal defensor de la acusada por segunda vez. Ya dijo en junio que había que quitarle hierro a lo ocurrido y ha repetido ahora que a cierta edad, todas las personas hacemos cosas indebidas. Rita le pidió verse para pedir perdón —no tengo nada en contra de su religión, monseñor— y, por su parte, perdonada queda. Ve con dios, hija mía, y no peques de nuevo.

El juez, claro, no entiende de pecados sino de delitos. Y hay un delito en nuestro código penal que se llama “contra los sentimientos religiosos y la libertad de conciencia”. Y que dice que es delito, no gamberrada, interrumpir con tumulto un acto religioso o deshonrar algo que los creyentes consideran sagrado dentro de un templo. Es un debate interesante, desde luego, si este delito debería seguir estando en el código penal, pero el juez no está para ese debate, sino para determinar si los hechos encajan con el tipo delictivo. Y es un debate interesante si debe haber, o no, capilla en la Complutense siendo una institución pública de un estado laico, pero tampoco es eso lo que se ventila en el juicio. Porque uno puede defender la eliminación de esa capilla sin entrar a voces en ella con el ánimo de ofender las creencias de quienes allí se encuentran. Como puede un defender el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo sin necesidad de montar en el ayuntamiento en Barcelona un numerito grosero en el que se versiona el padrenuestro para bendecir, con perdón, el coño de la Virgen.

Existe el código penal y existe jueces para interpretarlo y hacerlo cumplir. Pero antes de eso existe también la educación, los principios en que uno basa su conducta y la idea real que tiene de la convivencia. Incluso no siendo delito, o no debiendo serlo, quien entra a gritos en una iglesia a reírse de las creencias de quienes están allí lo único que revela es su afán por ofender. Por molestar al que cree u opina distinto al pegavoces. Este afán por faltar, por despreciar, por insultar, que tiene poco que ver con la tolerancia, la convivencia y todas esas palabras con que luego se llenan la boca. Esta idea de que los demás —los que profesan otras creencias o tienen otras ideologías— son ignorantes, o miserables, o mamarrachos, mientras que yo siempre soy el listo, o la lista. Ese terreno tan fértil en el que, curiosamente, coinciden activistas y comentaristas de izquierdas y de derechas. Que acusan al prójimo de faltar al respeto a los demás mientras cultivan el estilo faltón, insultón, la incitación a despreciar al otro. Da una rentabilidad formidable en términos de proselitismo político y de beligerancia mediática. Ofender cotiza al alza. Debe de ser porque usted, el público, se indigna con razón cuando es usted el ofendido pero celebra, festeja, aplaude, que se ofenda al otro. Debe de ser. Eso dicen los gurúes políticos y mediáticos: que el nosotros contra ellos, con caudillos en ambos bandos, es lo que hoy garantiza el éxito. Esto que escribía el otro día Victor Lapuente: “Pon el foco en aquello que fractura la sociedad en dos y erígete en líder de uno de los bandos. Los políticos exitosos son pastores en asuntos menores y borregos en los asuntos de calado”. Vale para los políticos y vale para otros líderes sociales. No es por el código penal, es por seguir alimentando la tensión.

Por eso algunos comentaristas muy católicos querrían excomulgar al arzobispo Osoro, por manso, por comprensivo, por predicar el perdón de las ofensas para que nuestras ofensas sean también perdonadas. Qué se habrá creído este obispo, qué Evangelio habrá leído, qué sabrá él del humanismo cristiano.