OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Portugal es muestra de que gobernar una crisis no es motivo de derrota electoral"

No será la noticia de la que más hable nadie esta mañana, pero es un pedazo de noticia. La prueba, además, de que las cosas que van a mejor también merecen un titular de vez en cuando.

ondacero.es

Madrid | 05.10.2015 08:06

Hace tres años, novecientos millones de personas disponían de menos de un euro con setenta céntimos al día para vivir en los países más pobres de este mundo. Hoy son setecientos millones. Una enormidad, pero que va decreciendo, reduciéndose, año tras año. En la estimación que hace el Banco Mundial de la pobreza extrema en el mundo, por primera vez está por debajo del diez por ciento de la población mundial.

No es verdad que el mundo esté cada vez peor. No es verdad que nunca haya habido tanta miseria, ni tantas guerras como ahora. Bien al contrario, el mundo va siendo menos violento y con menos personas hambrientas a medida que su historia avanza. Gracias al desarrollo económico y gracias a que la violencia, las guerras, los refugiados, las matanzas, las hambrunas y las epidemias cuentan cada vez con más personas que las repudian, las combaten y ponen cuanto está de su parte para erradicarlas.

Sigue habiendo guerras —-y bombas que destruyen hospitales de Medicos sin fronteras— sigue habiendo estados donde la violencia es asfixiante y sigue habiendo setecientos millones de personas padeciendo pobreza extrema, pero cualquier comparación de este mundo nuestro de hoy con el de hace cien, doscientos, trescientos años es favorable al presente. No será la noticia de la que más hable nadie esta mañana, pero es una noticia. Y además, es buena.

Tampoco es verdad que todos los gobiernos que gestionan recesiones económicas las pasan canutas cuando llegan las urnas. Portugal es la prueba más reciente de que no hay regla —-grabada en piedra— que diga que quien gobierna durante una crisis —-quien ajusta, quien aprieta— esté llamado a perder. El gobierno conservador de Portugal ha ganado de largo las elecciones generales de ayer. Después de cuatro años de austeridad, de aplicación estricta del recetario de la troika, Pasos Coelho gana de nuevo, aun perdiendo apoyo. 37 % del voto para la coalición de centro derecha por el 32 % del Partido Socialista. Los conservadores se preparan para gobernar en minoría buscando acuerdos con los socialistas.

Una derecha que gana, pero sin mayoría absoluta, y un Partido Socialista que queda segundo y tiene que decidir si intenta gobernar pese a haber perdido. Quién sabe si no será algo parecido a esto lo que suceda en España el próximo diciembre. En Portugal, los socialistas descartan aliarse con grupos que tiene a su izquierda (la Syriza portuguesa y los comunistas de siempre) para intentar evitar que gobierne la derecha. Se abre camino una alianza parlamentaria de conservadores y socialistas.

Gobernar la crisis siempre fue coartada de los partidos que encajaban malos resultados en las urnas. La ha sido del PSOE y el PP en las convocatorias electorales que ha habido de 2011 a 2015. “Hemos aplicado politicas impopulares, de ajustes necesarios pero mal comprendidos, y eso nos ha pasado factura. Pobres de nosotros, con lo bien que lo hicimos y lo poco que nos lo han reconocido”.

Merkel ya probó que se puede gobernar en situación de crisis y seguir ganando. Cameron ha alcanzado la mayoría absoluta después de meter mucha tijera. Passos Coelho ha ganado de largo habiendo aplicado el memorándum.

Cabe pensar que lo que el electorado castiga no es la austeridad en sí misma, o los ajustes, sino la gestión que hace el gobierno, hasta qué punto están justificadas sus decisiones, cómo las toma y cómo las explica. “La ruta social”, le llaman en la dirección del PP —la nueva dirección de Moragas y los cuatro mosqueteros, con Cospedal ausente—-. La “ruta social” o cómo conectar con colectivos que hoy le son adversos tomando la iniciativa de llamarlos y reunirse con ellos. “Volver a conectar con la sociedad”, dicen, sabedores de que un esfuerzo de reconexión que llega cuatro años después de empezar a gobernar el país y a menos de tres meses del examen definitivo para seguir gobernándolo habrá de interpretarse, inevitablemente, como una operación interesada que busca no tanto comprender a esa sociedad en algunos sectores esquivas como persuadirla —cubriéndola de flores y promesas, o incentivos—- de hasta qué punto el gobierno la tiene presente.

Reconectar echando mano de conceptos que estuvieron cuatro años ausentes del discurso gubernamental. Como desigualdad, como precariedad, como pobreza.