VÍDEO del monólogo de Carlos Alsina en Más de uno 27/07/2018
En la semana en que todo el mundo habló del avión de Castellón, Pedro Sánchez toma tierra y pasa página de la polémica.
Bueno, falsa y artificial según y para quien. Para ser falsa, se la ha tomado el gobierno muy a pecho. Carmen Calvo mediante.
El presidente trata de liquidarla —la polémica— cambiando la estrategia. La primera fue justificar el uso del avión porque a Castellón había ido a reunirse con la alcaldesa y el presidente autonómico. Lo de la agenda institucional. Que luego tuvo prórroga con el concierto de The Killers.
La primera estrategia no sólo fue fallida sino que empeoró el problema, Carmen Calvo mediante. La nueva es ésta, mucho más inteligente: el presidente es presidente del gobierno todo el día y son los responsables de seguridad los que deciden cómo se desplaza.
O sea, que no esperen ver a Sánchez viajando en AVE. Vaya a donde vaya, y sea oficial o particular el motivo de su viaje, irá en avión o en helicóptero. Medios aéreos. En parapente. Y se acabó la discusión. En adelante, no hará falta —por tanto— ni inventarse reuniones políticas irrelevantes ni que la vicepresidenta nos ilustre sobre las agendas nocturno-culturales. Y en adelante, no escucharemos a un dirigente socialista criticando cómo viaja o deja de viajar un cargo público del Partido Popular. Si es por seguridad y es lo que se ha hecho siempre, sea. Sánchez seguirá usando el Falcon para lo que vea.
El cambio de discurso de un gobierno que va matizando cada día lo que dijo el día anterior lo hizo anoche el presidente Sánchez en la Moncloa, en su primera rueda de prensa en tierra española, bienvenida sea. Ayer respondió cuatro preguntas. Seguro que, en breve, dará la oportunidad a los periodistas para que le hagan cuarenta.
Tiene el discurso ya hecho el gobierno para el posible naufragio de su plan económico en el Congreso y el Senado. Este mediodía debaten los diputados la propuesta que les hizo llegar el Ejecutivo (técnicamente se llama acuerdo de estabilidad presupuestaria pero dentro lleva los objetivos de déficit y las líneas maestras de los presupuestos del próximo año) y está por ver qué vota no sólo el PDeCAT, con Puigdemont camino de Bruselas y teledirigiendo en ruta el grado de presión que le quiere meter a Sánchez, sino lo que vota el socio preferente del gobierno, Unidos Podemos, a quien le parece que este gobierno quiere gastar muy poco.
El que no está conmigo está contra el bienestar de los españoles. Ya está escrito el estribillo, para entonarlo desde hoy todas las veces que haga falta.
Lo de esta mañana va a dar la medida del margen que tiene Sánchez para contentar a los grupos que le llevaron a él a la Moncloa. Podemos le exige que meta más dinero público en la caldera —sacándoselo a los contribuyentes, sino de dónde— y el PDeCAT le aprieta para que reconozca que deben ser los catalanes, y sólo los catalanes, los que decidan dónde empieza y dónde termina España. Incluso si el Congreso le aprobara a Sánchez su hoja de ruta económica, en el Senado le está esperando Pablo Casado para jugar con él al frontón. Tú me envías las cuentas, yo te las devuelvo. Tú me las envías de nuevo, yo te las devuelvo otra vez. Y así, siempre.