Monólogo de Alsina: "¿Se habría impedido el atentado de haber tomado más en serio el aviso? Probablemente no"
Les confieso una cosa. Yo fui el primer sorprendido ayer, a esta hora, cuando el director de El Periódico de Cataluña nos dijo que al documento éste del aviso de atentado en La Rambla le había cambiado la tipografía antes de publicarlo. Y que no era ni el original ni una captura fotográfica. Fui el primer sorprendido porque, de la lectura de la información, no se desprendía nada parecido a eso. Y porque si llevas un documento en primera página, y la noticia es el propio documento, se entiende que es el papel oficial. Ése es su valor.
Si lo que estás publicando es una recreación, entonces empieza por explicárselo a quien te lee. Porque si no, te lo estás poniendo difícil a ti mismo y estás dando munición a quien pretende cuestionar no ya la veracidad de ese papel, sino el hecho del que se informa. Es decir, que existiera en el mes de mayo un aviso de la inteligencia estadounidense sobre posibles atentados en Las Ramblas del que tuvo noticia la dirección de los Mossos d'Esquadra.
Aviso, ya no cabe duda, sí que hubo. Existió una comunicación oficial del Centro Antiterrorista estadounidense que llegó a conocimiento del gobierno catalán. No directamente a los Mossos, dijo ayer el comisario Trapero, sino al gobierno autonómico. Interesante que esa aclaración la haga él. Se supone que el gobierno del señor Puigdemont comparte este tipo de avisos con el señor Trapero, pero ayer no quedó muy claro.
Bueno, si desde el primer minuto el consejero Forn y el comisario Trapero hubieran admitido este dato (el aviso) con naturalidad en lugar de escudarse en que no les llegó directamente de la CIA, hoy no existiría la polémica.
Pongamos, por tanto, lo que sabemos en orden. El aviso existió.
Cinco preguntas pertinentes:
1ª. ¿Era un aviso muy fundado, muy específico, muy concreto, muy sólido? Respuesta: no. En la propia comunicación se decía que las sospechas estaban poco contrastadas.
2ª. ¿Se le dio valor a ese aviso, lo bastante como para temer que era inminente un atentado? Respuesta: no. No se consideró relevante. Ojo, el consejero Forn se apresuró a decir ayer que pidieron opinión al Estado (entiéndase, a los responsables de la administración central) y que éste tampoco creyó que fuera importante. Cuando le conviene, bien que invoca el señor Forn al Estado para que la responsabilidad (de existir alguna) sea compartida.
3ª. ¿Fue el único aviso de esas características recibido este año? Respuesta: seguro que no. Debe de haber alertas con cierta frecuencia sobre ataques en ciudades europeas y lugares turísticos. A posteriori, es verdad, lo fácil es pensar que estaba ahí la advertencia, como si fuera un letrero rojo en medio de un mapa, y que nadie lo quiso ver. Pero en el día a día discriminar entre unas sospechas y otras no debe de ser tan fácil.
4ª. ¿Se habría impedido el atentado de haberse tomado más en serio el aviso? Respuesta: nunca lo sabremos. Probablemente no porque el objetivo inicial era volar la Sagrada Familia. Pero tampoco nadie está diciendo que se habría impedido el atentado de haber atendido el aviso. Lo que se está diciendo es que hubo aviso aunque el gobierno catalán lo negara. ¿Podrían haber puesto bolardos en la Rambla? Pues sí. Pero con aviso o sin aviso. Los bolardos en lugares transitados se valoraron en las capitales europeas a raíz del puente de Londres.
5ª y última. ¿Contar que existió ese aviso hubo es denigrar a los Mossos d'Esquadra? Pues oiga, no parece. Empaña más la imagen de los Mossos intentar ocultar que existió esa comunicación como si fuera la prueba de una negligencia inconfesable que debe permanecer enterrada. Dado que no lo es, prueba de negligencia, admítase lo que hubo.
¿Qué sabemos ahora, tras la comparecencia del consejero de Interior y el comisario ayer?
Que los Mossos tenían la misma información que la policía y la guardia civil. Y que la valoración de la solvencia de ese aviso se hizo entre todos, en la mesa de evaluación del riesgo terrorista en la que están todos los cuerpos policiales. También los Mossos. Luego no cabe decir que la policía autonómica catalana careciera de información relevante que otros sí tenían. Ni cabe sugerir que el atentado se podría haber impedido de haber contado los Mossos con competencias que ahora tienen otros.
Y eso es interesante porque, le guste o no al gobierno catalán, el primero que, preguntado por el atentado, sacó a relucir la reivindicación de que los mossos estén en Europol fue el presidente Puigdemont. Y seguro que él, cuando lo hizo, tampoco pretendía sugerir que de haber estado en Europol no habría habido atentado, pero hubo quien interpretó que era justo eso lo que estaba diciendo.
¿Y qué seguimos sin saber, en medio de este tormentón sobre quién sabía qué y a quién se lo dijo?
Pues seguimos sin saber qué tendría que haber pasado para que al explotarle al comando terrorista una de las bombas que fabricaba en Alcanar hubiera surgido la sospecha —ahí sí— de que estos tíos estaban preparando algo gordo.
La CIA seguramente avisa de muchas cosas que a veces pasan y a veces no. Pero diez tíos reclutados por un imán con antecedentes se pasaron varios meses acumulando bombonas de butano, y acetona, y clavos, en un chalet que no era suyo, a trescientos kilómetros de su casa. Y el día que les explotó en las manos una de las bombas que fabricaban se atribuya el suceso a un asunto de drogas sin que llegara a saltar ninguna alarma y ningún aviso. Aquí, en Cataluña, España, no en la CIA. Ahí sí está claro que algo debemos revisar y podremos mejorar.
Y sobre el comisario Trapero, responsable operativo, que no político, de los Mossos, una reflexión: hace bien, como jefe que es, en confirmar o desmentir las informaciones que los medios difunden. Los hechos son los hechos. Pero hace mal en añadir de su cosecha ataques, arremetidas, contra el director de un periódico cuyo trabajo no le gusta. Una cosa es confirmar o desmentir informaciones y otra hacer juicios de intenciones sobre el periodista que las firma. Y Trapero cruzó ayer esa línea. Varias veces.
Quién te dicta lo que tienes que escribir. Si quiere sugerir algo, que lo diga. Si tiene prenguntas, que venga aquí y se las aclaramos.
Esto no es una pelea de gallos. Ni un concurso de soberbia, comisario.
La imagen que se forjó de hombre templado y dotado para informar sobriamente a la opinión pública se resintió ayer.
Que alguien publique una información que le incomoda no significa que esté teledirigido, ni que sea un vendido, ni que escriba al dictado. Los juicios de intenciones no forman parte de su trabajo como jefe policial. Ni vienen al caso.
Todo el mundo tranquilo porque Cristóbal Montoro —ese hombre— garantiza que el gobierno catalán no está gastando un solo euro en la cosa ésta del referéndum.
El señor Montoro se ha erigido en garante de que no se gaste un solo euro público en la ruptura de España. Si al final su amigo Junqueras acaba financiando con dinero público el referéndum habrá que pedirle cuentas también a él. Si se la cuelan, vaya.
Porque Montoro sostiene que el gobierno catalán no para de decirle que no se han gastado ni un euro. Y le enseñan las cuentas para probarlo. Y Montoro, que es experto en encontrar cualquier fisura en las cuentas que podamos presentarle usted y yo, seguro que se las sabe todas.
Pero ocurre que este gobierno catalán si de algo viene presumiendo hace casi dos años es de esconder todo lo que podría servirle al gobierno central para buscarle las vueltas. Expresamente pregona Puigdemont a diario que lo llevan todo en secreto. Expresamente les contaron a los suyos que había partidas ocultas para financiar la insumisión. Y expresamente andan contando ahora que ya tienen seis mil urnas pero que no han firmado el desembolso de un solo euro público. Junqueras tiene amigos dispuestos a echarle una mano en su maniobra de distracción. Confiemos en que Montoro no esté demasiado seguro de sí mismo.
Entre los nuevos amigos de Junqueras está Pablo Iglesias. Que hace bandera de lo que él llama la lealtad institucional pero desde la discrepancia con Rajoy y Sanchez sobre lo que debe ocurrir el primero de octubre. Iglesias ve bien que haya urnas y que se vote. Porque dice que es una movilizacion politica que no va más allá de eso.
Es posible que Iglesias acabe de aterrizar de Marte y es posible que, aunque cene a escondidas con Junqueras, no haya terminado de entender lo que éste dice. El primero de octubre no pretende una movilización política y punto. Eso es antes, en la Diada. El primero de octubre pretenden votar, contar los votos, decir que ha ganado el 'sí' y que entra automáticamente en vigor la ley que hace a Puigdemont presidente de la República Catalana.
Y entonces Pablo Iglesias, a ojos de su amigo Junqueras, se habrá convertido de pronto en un extranjero. El extranjero español y morado que gusta a la corte independentista, pero extranjero.