Monólogo de Alsina: "Si la ofensiva contra los poderosos consiste en este Tramabús, pueden dormir muy tranquilos"
Esto se lo inventaron los árabes. Luego lo hicieron suyo los militares españoles. Y al final quien lo famoso fue el general Santa Anna. Cuando llegó con las tropas mexicanas hasta el fuerte de El Álamo y se llevó por delante a John Wayne, o sea, a Davy Crockett, el rey de la frontera salvaje. Se llama el toque a degüello. El tambor, la corneta o la trompeta que ordena a las tropas que luchen sin cuartel, sin dar tregua, sin hacer prisioneros y cortándole el cuello de oreja a oreja a todo enemigo, incluso en el caso de que éste se rinda.
El toque a degüello busca derrumbar la moral del enemigo antes de que éste entre en combate. Acoquinarlo sabiendo que si pierde no quedará en sus filas un solo superviviente. No se hacen prisioneros.
A diferencia de Susana Díaz, el presidente López de Santa Anna nunca disimuló en lo que andaba. Ella, al frente de su ejército recién constituido, con Zapatero y Felipe de coroneles, con Vara y Page de capitanes, decidida a reducir a Pedro y los sanchistas a un mal recuerdo reconquistando El Álamo, ha hecho sonar el toque a degüello. Desde el primer minuto de la ofensiva susanista el mensaje ha quedado así de claro: ella asume el papel de Susana Mandela, la pacifista amable que sólo busca reunificar la patria socialista, mientras sus oficiales le dan aire a la corneta para avisar de la que le espera a Pedro Crockett.
El toque ya ha sonado y de aquí al 21 de mayo no hay ni treguas ni pasillos humanitarios. Ella va a por él, para sepultarle de una vez por todas, y él va a por ella, para arruinarle la carrera y recuperar el trono del PSOE. Unidad es la palabra comodín, inocua, que los dos incluyen en cada párrafo que pronuncian y a la que ninguno de los dos le da la menor importancia. No habrá unidad. Ni de aquí al 21 de mayo ni después del 21 de mayo. En esta guerra no hay prisioneros.
¿No habla usted nunca con Susana Díaz, le preguntó Piqueras anoche a Pedro Sánchez?
¿No habla nunca con Susana? No. ¿Nunca, nunca? No es no.
Si le preguntan a ella responderá con una frase más larga pero con idéntico significado. No sólo no hay unidad posible. No hay reconciliación factible gane el uno o gane la otra.
Que Susana y Pedro no se hablan es cosa sabida.
Que si pierde Pedro ya puede buscarse la vida fuera del partido porque dentro no le darán ni agua, tampoco es un secreto.
Y que si pierde Susana la división interna puede ser ingobernable para el nuevo secretario general también lo sabe él, que ya intentó ganarle el pulso a esto que ahora llama la dirigencia y lo perdió, siendo él quien ocupaba el trono y habiéndose desecho de algunos dirigentes regionales desafectos.
Los aspirantes (que son tres, aunque de Patxi nadie espere que gane) están ya reuniendo avalistas para formalizar sus candidaturas. Ella tendrá más firmas que él. Y él, que lo tiene asumido, tratará de presentarlo como una prueba más de que la suya es la batalla del rebelde contra el aparato, el pequeño David con su modesta honda frente a la señora Goliat. Espartaco contra Cleopatra.
A degüello se libra ya esta fraternal batalla.
El patrido Podemos, incapaz hasta el día de hoy de superar al PSOE en respaldo ciudadano —mucho menos al PP— ha puesto a circular un autobús para que se hable de él y de la cosa ésta de la trama. El martilleo, ahora "autobusado", del enésimo fetiche con el que se ha encaprichado Pablo Iglesias una vez que han ido decayendo, caducando, agotándose en su limitado recorrido, los otros latiguillos que antes popularizó Podemos. Que si la casta, que si el empoderamiento, que si el régimen del 78, que si la democracia real, que si el proceso constituyente, que si tantas cosas.
Si la trama es esto que han pintado en su autobús, vaya un bluf de trama.
Te hartas de explicar que tu nueva misión es desenmascarar a quienes manejan los hilos del poder sin haberse presentado nunca a las elecciones y pones ahí a Felipe y a Aznar, que ganaron elecciones con mayorías absolutas, a Esperanza Aguirre y a Rodrigo Rato, que se presentaron infinidad de veces, a Jordi Pujol, que también se presentaba y le votaban muchísimo o a Rajoy, que las sigue ganando.
Dices: no, es que lo que define a la trama es la corrupción. Ah, entonces todo vale porque a Podemos que haya condenas judiciales o no las haya no le parece relevante. Pones a Felipe y su alguien pregunta qué hace ahí respondes: Filesa. Pones a Espe y dices: la Púnica. Pones a Rajoy y no hace falta preguntar nada porque al lado les has pintado a Bárcenas. Mucho político mayormente amortizado (Rajoy es el único que aún pinta algo) y poco Ibex 35, porque ni a Blesa, ni a Díaz Ferrán, ni a Arturo Fernández cabe incluirlo a estas alturas entre los ejecutivos o accionistas de las principales compañías de España.
Si la ofensiva contra los poderosos que mueven los hilos en la trastienda consiste en este autobús, duerman tranquilos los poderosos. Como iniciativa rompedora, es muy decepcionante. El auto-bluf. Da para un minuto de gloria televisada, da para unos cientos de coñas en las redes sociales, da para promocionar el libro de Rubén Juste y da para que se gane un sueldo el conductor de la máquina. Pero eso es todo. Es un autobús al que no puedes subir y que no te lleva a ningún lado. Ni a ti ni a Podemos.
El famoso relato ya ni siquiera es político. Es de la Marvel. Los villanos favoritos del universo morado y, frente a todos ellos, SuperPablo con la fuerza incomparable de su coleta. Pablo de supermán. De superwoman, Irene. Y Errejón, que ya no viaja.
El autobús ha sido un tremendo éxito publicitario y un notable fiasco político.
Porque, además, refuta una de las principales tesis moradas, ésta que dice que la justicia es el brazo ejecutor de un gobierno que castiga de manera implacable al roba gallinas y dejar impune al corrupto. La mafia del canapé, que dice Irene Montero (mafia, trama, palabras que evocan actividad delictiva sin afirmarla expresamente, el truco). Pues la mitad de los que salen en el famoso troleo-bus o están ya condenados, o están procesados, o están siendo investigados. Ferrán, Blesa, Rato, Pujol, Bárcenas. Metidos todos en procesos judiciales. ¿Dónde está la impunidad de la trama?
Estas son las tres características, hoy, de Podemos.
• Primera, un partido que domina las técnicas propagandísticas de provocación y generación de controversias. Nadie es tan eficaz logrando que se hable de sus acciones en las redes y aparecer en los medios. Ese mérito, si es que es un mérito, nadie puede discutírselo.
• Segunda, un partido cuya capacidad de movilización en la calle está siendo bastante inferior a la que sus dirigentes preveían. Las manifestaciones, hasta ahora, no han sido su fuerte. El fruto de sus últimas convocatorias ha sido poco menos que testimonial.
• Tercera, un partido que parlamentariamente está en riesgo de irrelevancia. Pretendidamente transgresor en una época en que la transgresión está a la orden del día. Más inclinado a dar la nota que a dar altura a los debates políticos. Más ocupado en que se hable de él que en cambiar de verdad las cosas.
Podemos ha parido un auto-bluf que es una enmienda a sí mismo.