Monólogo de Alsina, tras la manifestación: "Hay una Cataluña que se siente maltratada por el Govern"
Miren, éste es el día de en medio. Entre lo de ayer y lo de mañana. Aquí, en Cataluña. Entre la histórica manifestación por la sensatez y la restauración del orden constitucional que vivimos ayer. Y el discurso que anuncia Puigdemont para mañana por la tarde en el Parlamento.
Entre la defensa racional, firme, ordenada que hicieron cientos de miles de ciudadanos, todos ellos iguales, de las instituciones catalanas.
Y el riesgo absoluto que para las instituciones catalanas supone la posibilidad de que el presidente de la Generalitat proclame mañana la independencia.
Entre el clamor que exigió ayer igualdad, democracia y cumplimiento de la ley.
Y el vacío al que se enfrenta Cataluña si Puigdemont persevera en arrojar sus instituciones al precipicio.
Éste es el estado de la cuestión. A un lado, el autogobierno.Al otro, quien amenaza su supervivencia.
Noveno día de octubre. Acaba de amanecer en Barcelona.
Y estamos viendo amanecer en el mismo lugar en que ayer se escuchó ese multitudinario clamor por la igualdad y los derechos de todos.
La Vía Laietana de Barcelona, en este día después, suena como ustedes están escuchando. La actividad cotidiana de los coches, el transporte público, los comercios que abren y los ciudadanos camino del trabajo.
La Vía Laietana, ayer, sonó a libertad y a movilización entusiasta por la democracia entendidacomo el respeto, real, al derecho a decidir de todos los ciudadanos.
Fue aquí, en este avenida que están pudiendo contemplar radiofónicamente ustedes, donde se escribió ayer una página muy relevante de la Historia de nuestro país. El día en que, como dijo José Borrell, quien esté contemplándonos desde la luna habrá dejado de preguntarse dónde están todos esos catalanes que hace dos años votaron a los partidos constitucionalistas. Dónde estaban los catalanes contrarios a la ruptura y la imposición. Dónde estaban, si en las calles las movilizaciones multitudinarias siempre las protagonizaban los otros. Ayer fue el día y éste fue el lugar. Donde se incorporó, por fin, al relato de estos días tan graves la voz, y la imagen, de cientos de miles de catalanes defendiendo sus instituciones, defendiendo su Estatuto y defendiendo su Constitución.
No hay derecho internacional que avale la ruptura que pretende el gobierno independentista.
Es un cuento que los Tratados Internacionales amparen el proceso rupturista. En catalán, en español, en inglés y en francés proclamó ayer José Borrell que Cataluña no es Kosovo, no es Lituania, no es Argelia. Cataluña no es el territorio oprimido, ocupado, colonizado que describen los Puigdemont, los Junqueras, los Jordis y la señora Forcadell. Cataluña es un territorio de la España constitucional y descentralizada, que cuenta con instituciones propias y un grado de autogobierno tal que el propio gobierno autonómico ha podido presumir de funcionar ya como si fueran un estado.
Ayer, en la histórica manifestación convocada por Sociedad Civil Catalana, se escuchó a un premio Nobel de Literatura, un premio Nobel de verdad, no como el tunecino que se trajo Puigdemont para que le hiciera los coros con todos los gastos pagados.
Se escuchó a un ex presidente del Parlamento Europeo, Borrell, socialista combativo con el nacionalismo excluyente que exacerba las diferencias y siente alergia por la igualdad.
Y se escuchó a un fiscal de nombre Carlos Jiménez Villarejo. Que fue fiscal jefe del Tribunal Superior de esta tierra. Que es hombre de izquierdas. Que llegó a desempeñarse como eurodiputado de Podemos. Y que alzó su voz ayer en defensa de los jueces y los fiscales. En defensa de la ley, que es lo que nos protege a los ciudadanos de los abusos de nuestros gobernantes.
Si algo quedó patente ayer en esta avenida de Barcelona es que hay una Cataluña que se siente maltratada por sus gobernantes autonómicos. Traicionada por quienes hoy encarnan la histórica institución de la Generalitat. Pisoteada en sus derechos por quienes hoy manejan el Parlament como si fuera su cortijo.
La Cataluña no independentista. Que es de izquierdas, de derechas y de centro.
Los ciudadanos que han dicho prou, han dicho basta, y no van a asistir como corderillos silentes y resignados al sabotaje de sus instituciones.
Y no, por más empeño que haya puesto la televisión autonómica TV3 en persuadir a sus espectadores, ésta no fue una manifestación radical, no fue una manifestación de Falang y no hubo tremendas dificultades para el trabajo de los periodistas. Y tampoco, por más empeño que pusiera TV3, fue una manifestación de madrileños llegados en tropel para inundar la Vía Laitena. ¿Vinieron personas de fuera? Sí, claro. De Madrid, donde viven miles de catalanes, y de fuera de Barcelona, porque Cataluña no es sólo Barcelona y hasta aquí llegaron ayer decenas de miles de catalanes de otras localidades. Tal como ocurre cada ano en la Diada sin que a nadie le parezca anómalo, ¿verdad?
En la televisión gubernamental catalana, y a continuación del parte de las nueve, se emitió un reportaje sobre los acontecimientos de la última semana a mayor gloria de los cabecillas del procés.
Puigdemont heroico. Junqueras heroico. Forcadell en Juana de Arco. Los Jordis, humanísimos, dejándose la piel por el pueblo de Cataluña.
Y para completar el menú dominical, una entrevista a Vicente del Bosque en la que todo el empeño era que admitiera que el Real Madrid es un equipo de derechas, franquista, y que el derecho a decidir es una cosa moderna y progresista. Les salió rana Vicente, porque una vez dijo que estaba a favor del derecho a decidir pero anoche contó que después estuvo hablando con Felipe y éste le explicó por qué no es justo que un grupo de ciudadanos se apropien de los derechos de todos los españoles. Yo era ignorante, dijo Del Bosque, y Felipe me ayudó a entender.
Los derechos de todos. El derecho a decidir que es individual, no colectivo. Y nunca a costa del derecho a decidir del prójimo.
En esta mañana del día de después, en esta Vía Laietana hay banderas esteladas en algunas ventanas. Hay senyeras en otras. Y hay, desde ayer, alguna bandera española.