OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Zoido y De la Serna guardaron silencio y enviaron a los subalternos a defender la plaza por el temporal"

Puigdemont juguetea. El presidente más frívolo que ha tenido Cataluña se ha cogido gusto a sí mismo. Y a sus pasatiempos de excursionista ocioso en Bruselas. Puidemont juguetea. Con sus partidarios, en primer lugar. Los que aún le quedan. Con sus compañeros de partido, en segundo lugar, que cada vez van siendo menos compañeros y menos partido.

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Madrid |

Con los de Esquerra, en tercer lugar, que si pudieran lo habrían mandado ya a paseo.

Y con el resto de la Humanidad, en último término.

Con los medios, sí. También con los medios, Puigdemont juguetea.

A subir fotos a Instagram para generar la duda sobre si permanece en su apartamento-madriguera de Flandes o se ha atrevido a poner un pie en Francia. Estate atento, Macron, que la bula para escaquearse del Supremo sólo la tiene en Bélgica.

Puigdemont publicó ayer una foto en la red, que trabajo hercúleo el del pobrecito expatriado. Se ve una carretera que conduce al pueblo de Girona que está más próximo a la frontera. Ay, los pasatiempos puigdmemoniacos. Ay, la adicción a la notoriedad en la red. A quien más irritan los juegos del alambre de este ciudadano no es al gobierno central, ni al Tribunal Supremo, ni al recluso de Estremera. A quien más irritan es al PDeCAT, que sufre su condición de partido florero mientras el cabeza de lista juguetón que presentaron a las elecciones no admita que su investidura virtual es una filfa.

Fotos, desayunos, comidas y cenas. A eso dedica el tiempo Puigdemont. Para el viernes ha convocado en Bruselas a los diputados de su lista, prueba de que no va a arriesgarse a salir del país, y prueba de que lo mejor que puede hacer el PDeCAT es cerrar su sede de Barcelona, abrirse una en Bruselas e irse todos a vivir allí, a esperar instrucciones del presidente de la República fantasma.

Inspira compasión Artur Mas —de lo que fue a lo que ahora es— diciendo ayer, en la inútil reunión de su inútil ejecutiva, que hace falta una investidura rápida y un gobierno duradero. Diciéndolo sin que nadie le conceda mayor relevancia. Una investidura rápida del prófugo Puigdemont sólo es posible forzando de mala manera la interpretación del regalmento, como saben de sobra en el PDeCAT. Y un gobierno duradero no hay manera de que lo presida quien puede estar, a la vuelta de medio año, condenado por rebelión y cumpliendo quince años de condena.

El rey Artur se resiste a salir de la escena política porque sabe que las circunstancias cambian y que su inhabilitación no es para siempre. Busca reinventarse a sí mismo como independentista moderado, o más bien, pragmático. Él, que en 2015 convocó unas elecciones plebicistarias y, al perder el plebiscito, dijo que lo relevante era tener la mayoría absoluta de los escaños, él dice ahora que el indepedentismo no obtuvo ni el cincuenta por ciento de los votos y que, por tanto, no está en condiciones de imponer nada. Y es verdad lo que dice. Pero es noticia que sea él quien, naufragado el procés, lo diga.

Mas quiere un gobierno estable y la dirección de Esquerra quiere una legislatura que dure, al menos, tres años. Pero da igual lo quieran el uno y la otra porque, a nueve de enero, ambos son rehenes de los caprichos del estratega. El más frívolo e insolvente de los presidentes que ha tenido Cataluña.

Confesemos ahora que si los medios seguimos hablando hoy de la nieve y del colapso de la AP-6 es porque Puigdemont no asomado la cabeza por la frontera. Si aparece este hombre en Girona, alivio general en Fomento y en la DGT porque hoy suyo pasa a quinto plano antes incluso de que nos expliquen cuáles son esas medidas nuevas que se les han ocurrido a los dos ministros para que no vuelva a suceder lo del sábado entre Adanero y Guadarrama.

Para que no vuelva a suceder, ¿qué? ¿Que la nieve obligue a cortar una autopista? No, justo lo contrario. Que, a pesar de la nieve, la autopista tarde tanto en cortarse que una legión de vehículos quede arrapada dentro y se demore catorce horas la evacuación de la vía. Lo gordo del día de Reyes no fue que una autopista se colapsara, sino lo que tardaron los equipos de asistencia en poder abrirse paso.

Y, en este punto, lo que aportó la reunión de ayer de los responsables de todos los organismos implicados fue la constatación de que todos ellos se encomiendan, en última instancia, a la Unidad Militar de Emergencias. Ahora lo que se busca es que puedan solicitar directamente la presencia de la UME los responsables de la DGT o de la dirección general de carreteras. Que venga el ejército, que si no, estos automovilistas no salen de la trampa nunca. El gobierno de Rajoy encomendándose a la unidad militar que creó, con la oposición de los populares, el presidente Rodríguez Zapatero. No era de recibo, decían entonces, convertir al Ejército en un batallón de Protección Civil pero ahora resulta que es el único que puede ejercer con eficacia la tarea de aparcar vehículos, abrir vías y liberar conductores.

Los ministros Zoido y De la Sernaguardaron silencio en el día de ayer —cerrojazo a las entrevistas en los medios— y enviaron a los subalternos a defender la plaza. A sabiendas de que la plaza tenía difícil defensa. Esperarán los dos, como aconsejan los estrategas de la propaganda política, por esperar a que escampe. Es decir, por ponerse el casco y remitirlo todo a su comparecencia parlamentaria. Cuando el patio se haya enfriado y ya estemos ocupados con otras cosas.

Tampoco es que los líderes de la oposición se hayan dejado ver mucho, entre nevada y nevada. Sólo Albert Rívera, de los primeros espadas, salió ayer a decir algo. Sánchez e Iglesias, que alcanzaron a publicar un tuit el domingo, dejaron la tarea ayer a sus peones. La ventaja de tuiter es que no se sabe dónde estás, físicamente, y eso te evita tener que andar dando explicaciones. Por los días que llevas sin comparecer ante la prensa en carne mortal. Aprovechando que tú no eres gobierno, claro, y te puedes ir los días que quieras de vacaciones.

A Gregorio Serrano, el de la DGT, le reprochó ayer el PSOE que estuviera en Sevilla el día de Reyes. Hombre, hay bastante que reprocharle al director general, desde luego, pero convertir en acusación el hecho de estar en Sevilla igual a Susana Díaz no le parece buena idea. Sevilla es la cuarta ciudad de este país, no es como estar en las islas Maldivas. ¿Hubiera sido más eficaz el señor Serrano de haber estado en el centro de pantallas de la DGT? Pues miren, seguramente no. Ni más eficaz ni menos.

En tiempos de globalización, descentralización y teletrabajo, lo relevante son las decisiones que uno toma, el diagnóstico que hace de los problemas y la comunicación que mantiene con la opinión pública. Él, y el equipo que tiene a su cargo, que unos estarán en Madrid, otros en Valladolid y otros en Ávila. Puedes tomar decisiones acertadísimas desde tu casa y puedes perder completamente el control estando en el centro de gestión. Es el acierto y la eficacia lo que se juzga, no el paradero del alto cargo.