OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Se le cerró el grifo a Grecia hasta nueva orden"

Parece un chaval bienintencionado el amigo Thom. Dependiente de una tienda de zapatos de Londres. Thom Feeney se llama. Es el joven que ha propuesto una solución para evitar la quiebra de Grecia que a los gobernantes del euro, mira, no se les había ocurrido: hacer una colecta. Pasar el cepillo entre los quinientos habitantes de la Unión Europea para que, tacita a tacita (tres euros por barba) aportemos los 1.600 millones de euros que Grecia le tenía que haber pagado ayer al Fondo Monetario Internacional.

ondacero.es

Madrid | 01.07.2015 08:16

Micromecenazgo, se llama esto, crowfunding. Pones tres euros, si quieres, y te dan una postal de Alexis Tsipras. La clave aquí es “si quieres”. Feeney ha abierto esta colecta en la web, con tanta buena voluntad como escasas posibilidades de éxito, porque sentía la necesidad de hacer algo. Llevaba unos días preguntándose, como el resto de Europa, cuándo y cómo terminará el serial griego, aburrido de escuchar cómo los gobernantes le seguían dando vueltas a la noria mientras un montón de gente mostraba sus simpatías por Grecia, lo mucho que le debemos a la Grecia clásica, todo aquello, sin animarse a echar mano al bolsillo y traducir su gratitud por Platón en desembolso. Y ahí se le encendió la bombillita: pongamos cada ciudadano un dinerito y asunto resuelto. Se lo donamos a Grecia para que cumpla con sus pagos y habremos demostrado que solidaridad es algo más que un lema de pancarta.

A Thom Feenney, joven londinense con inquietudes, seguramente se le ha pasado por alto que no es que Grecia no disponga hoy de los 1.600 millones que debe al Fondo Monetario Internacional —-Tsipras no ha dicho que no los tenga—- sino que no va a desembolsarlos mientras no tenga asegurada la continuidad del préstamo. Y seguramente caerá pronto en la cuenta, a poco que le dé una vuelta, que esta idea de la colecta no se les ha ocurrido a los gobiernos del euro pero sí se le ha ocurrido a Tsipras. De hecho, es justo eso lo que está pidiendo. Que los estados europeos a los que Grecia adeuda dinero se lo perdonen en parte, la quita, es decir, que los contribuyentes de esos estados a los que disciplinadamente se nos convirtió en acreedores del estado griego (el dinero prestado es el nuestro) aceptemos resignadamente que no lo vamos a recuperar. Es una especie de crowfunding sobrevenido o colecta al revés: creían ustedes que era un préstamo pero ha acabado siendo una donación. Sin retorno. Y sin postal de Tsipras.

Los gobiernos del euro hace tiempo que saben que acabará llegando una renegociación de la deuda griega. Con quita o con algo muy parecido a una quita. Ayer mismo revelaba la prensa alemana documentos de la troika que reflejan que incluso en el mejor de los escenarios, con la economía griega creciendo al 4 % los próximos años, en 2022 su deuda pública seguiría por encima del 125 % del PIB. En el escenario real, que es de estancamiento económicos, la deuda seguirá creciendo (y ahora está en el 175 %). Grecia no está en condiciones de cumplir salvo que se hagan concesiones relevantes, dice uno de los seis documentos que la comisión europea envió el viernes al gobierno alemán, cuando se pensaba que iba a haber acuerdo y que éste debería ser debatido y votado en su Parlamento. El documento se titula “Análisis preliminar de la sostenibilidad de la deuda griega” y sobre él tienen que pronunciarse los griegos también el domingo. Para los gobiernos del euro este papel es una especie de promesa a futuro —el compromiso no explícito de que se renegociará la deuda— pero para el gobierno griego lo fundamental es que sea explícito, sólo sugerirlo no le vale.

Desde la pasada medianoche, Grecia está sin préstamo europeo —-se cerró el grifo hasta nueva orden--- y con el pago pendiente al Fondo Monetario Internacional —-Grecia es oficialmente nación morosa—-. En el país se prolonga el cierre bancario, el cierre bursártil y el corralito. ¿Es esto lo que llamaban el abismo, ya está Grecia en el escenario apocalíptico? No del todo. Aunque anoche el eurogrupo le ha dicho “no” a la enésima petición griega de prolongar el préstamo en vigor estos días, para hoy ya se anuncia una nueva reunión para estudiar la propuesta de un tercer rescate, un préstamo de nueva planta con nuevas condiciones. Sí, el serial griego se va pareciendo cada vez más al día de la marmota, pero entre reuniones, contrarreuniones, ofertas de ida y vuelta, discursos que se hacen en público y que difieren bastante de los que se hacen en privado, nos hemos plantado ya en el mes de julio y han vencido todos los plazos que siempre se dijo que no llegarían a vencerse.

La nueva fecha crítica es el cinco de julio. El referéndum. Al que Tsipras confía la supervivencia de su proyecto político y al que los gobiernos del euro confían la supervivencia del euro tal como hoy es conocido. Técnicamente no está claro qué es lo que van a votar los griegos. Se supone que bendicen o repudian la oferta que hizo el eurogrupo el viernes pasado; con un inconveniente que no es menor en una cosa tan seria como un referéndum: la oferta carece hoy de validez porque lo que se estaba negociando era la prórroga del segundo rescate, es decir, justo lo que esta pasada medianoche ha caducado sin posibilidad ya de volver a estirarlo. Bendecirán o repudiarán un paquete de folios que es papel mojado. Y aún así, el referéndum es la nueva clave de todo: porque es Tsipras, por supuesto, quien se somete a examen; y porque es la credibilidad de los gobiernos del euro, cuando afirman tan categóricamente que el “no” se interpretará como un adiós Grecia, lo que va a ser examinado. ¿A quién creen más los griegos: a su primer ministro o a los demás gobiernos del euro? Dando por hecho —así lo indican las encuestas—- que la abrumadora mayoría de la sociedad griega quiere seguir cobrando y pagando en euros, el resultado del domingo habrá que interpretarlo en otra clave: ¿creen a Tsipras cuando les dice que el “no” es la llave que abre la puerta de la quita, del alivio en los compromisos financieros que permitirá dedicar más dinero a los servicios públicos, o creen a los dieciocho gobiernos del euro cuando dicen que sólo el “sí” permitirá revisar las condiciones financieras? Quién tiene hoy más crédito en Grecia. Éste es el asunto.

Que el país acabe siendo invitado a salir del euro no está en los pronósticos, en realidad, de casi nadie. No significa que no suceda —-casi todos los pronósticos se han revelado erróneos— pero no es hoy a lo que apuestan ni los gobiernos ni los bancos ni los mercados. Que acabará llegando renegociación de la deuda —-la colecta sobrevenida—- también es el horizonte más factible. La cuestión es cómo se llega desde aquí, el punto en el que estamos hoy, primero de julio, hasta allí, hasta la renegociación de la deuda pendiente. Si el camino pasa por la victoria del “sí”, los gobiernos del euro respirarán aliviados y Tsipras, como icono de la nueva izquierda europea —-Podemos incluido—- estará tocado. Pero si el camino acaba pasando por el “no”, victoria de Tsipras y renegociación, dentro del euro, de la deuda griega, entonces será elevado a la condición de nuevo dios griego. Lo arriesgó todo, corralito incluido, y ganó. Así se escribirá el relato homérico. Éste es el escenario que más inquieta hoy al directorio europeo. Que al final haya que pactar habiendo perdido Europa el referéndum. Porque sería entonces cuando se rifaríian a Tsipras como mentor los nuevos partidos de la izquierda europea. Sería entonces cuando Pablo Iglesias abriría su campaña electoral contra Rajoy en la plaza Syntagma de Atenas. Haciendo suya la epopeya.